SUCESO

Tragedia en el Atlas marroquí

Los héroes bereberes que ayudaron a los espeleólogos españoles desaparecidos en Marruecos

Ibrahim, el hombre que acogió en su casa a familiares y a varios...

Ibrahim, el hombre que acogió en su casa a familiares y a varios miembros de los equipos de rescate.

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Una familia nómada que habita en Tessaout, a pie del barranco Wandrass en el que murieron los dos espeleólogos españoles, fue la primera en encontrar a los desaparecidos y notificar a los gendarmes su localización. Acogió en su humilde morada a Juan Rengel y al hermano de Juan Bolívar, el único superviviente del siniestro. También a 16 bomberos del equipo de rescate marroquí y a la Gendarmería. Hicieron todo lo que estaba en su mano para salvar a los desaparecidos.

Ibrahim, de 42 años y padre de tres hijos, vive con poco, pero todo lo que tiene lo comparte. Respira muy tranquilo, pero la semana del accidente la paz espiritual que emana de la montaña en la que murieron Gustavo Virués y José Antonio Martínez, se vio alterada por las autoridades marroquíes subiendo y bajando de la montaña a su casa, de su casa a la montaña. Es la última del pueblo y está situada a escasos metros del Wandrass, pero cuatro horas se necesitan para treparla a pie y cinco en mula, debido a la dificultad del terreno. Les daba de comer, un techo bajo el que dormir y puso a su disposición todos los animales que pudo conseguir para que ascendieran hasta el lugar del accidente día tras día.

Él fue el primero en encontrar la gruta donde desaparecieron los españoles, una vez que los otros seis montañeros, que no bajaron a la garganta que vio morir a sus dos amigos, alertaron a los lugareños de la desaparición. Peinó la montaña sin descanso; el jueves dio con el barranco en el que los andaluces habían caído y se lo notificó a las autoridades. La Gendarmería recorrió la zona acompañada de bereberes nómadas que les ayudasen a moverse por el terreno que ellos desconocían. "La policía nunca sube a las montañas y no conoce los caminos y los lugares por dónde empezar a buscar. Aquí sólo vivimos los nómadas", cuenta Mohamed Kasiwali, uno de los hombres que sirvió de guía a las autoridades marroquíes en la búsqueda.

La mujer de ibrahim y los tres niños en el cuarto donde durmieron 2 españoles.

Durante cuatro días, Kasiwali salía de casa con el primer rayo de sol, a las seis de la mañana, y volvía por la noche. Era parte de uno de los dos equipos de rescate que formó la Gendarmería. Empezaron a buscar el jueves, al día siguiente de que la voz de alarma se extendiese por la aldeas de la zona. "Fue muy difícil encontrarles. Sólo se les podía ver desde el aire porque es un cañón de 600 metros de profundidad y ellos estaban casi al fondo. Al principio no se nos pasó por la cabeza que pudieran esta allí abajo", sigue Kasiwali quien lo que más recuerda de esos días es el hambre. "No parábamos de buscar ni para comer", apunta.

Una gran familia

Su padre es el jefe de la aldea Tamzrite. Junto con Tessaout, el último pueblo antes de la pared de montaña rocosa que alberga el Wandrass, y otras cuatro aldeas, forman la comuna independiente. Con ese nombre se conoce a los pueblecitos nómadas de este región del Alto Atlas, situada a 3.800 metros -la segunda montaña más alta de Marruecos después del Toubkal de 4.167 metros-. Viven del ganado y la agricultura y entre ellos usan el trueque.

La casa de la familia que encontró a los desaparecidos.

"Cada día le toca a uno bajar a pastar a los animales de toda la aldea. Somos una familia. Todos los habitantes de la comuna son mis hermanos", explica Ibrahim a este periódico en un tono de voz muy bajo y hablando con sosiego. Su rostro, su mirada, sus ojos negros reflejan la bondad de la que hablaban los montañeros españoles tras el rescate "Si de algo nos sentimos agradecidos, es de los bereberes de la zona que nos han dado todo sin pedir nada a cambio", dijo Juan Rengel una vez conocida la muerte de sus dos amigos y compañeros de expedición en el cañón vecino a la casa que les dio cobijo durante el calvario. "Estaban asustados y muy cansados. Habían andado durante un día entero antes de llegar a mi casa", cuenta Ibrahim a EL MUNDO mientras sirve un plato con huevos duros, pan y un cuenco con aceite en el mismo salón en el que una semana antes había dormido los españoles.

Nueva fuente de ingresos

Hace diez años estos pueblos no tenían electricidad y hace 15 el agua corriente no llegaba a sus casas. Hoy, sin embargo, se organizan excursiones turísticas a las inmediaciones del Alto Atlas. Sólo en Semana Santa, 4.000 personas visitaron el gigante montañoso y en todo el Atlas hay más de 45 'gite de etape', albergues de montaña regentados por familias nómadas que han visto en el turismo una nueva oportunidad de negocio. Las mujeres cocinan, hacen las camas y mantienen el albergue y los hombres conducen a los huéspedes a la montaña.

Los pueblos nómadas al pie de la montaña viven del ganado y la agricultura y entre ellos usan el trueque

El problema figura, según cuenta Driss Hemmi a este periódico, en que la mayoría de estos guías no tienen la formación oficial y necesaria para ejercer la profesión. "Conocen el terreno, pero no han estudiado qué tienen que hacer en caso de que surjan problemas en la montaña y desconocen la técnica oficial enseñada en la escuela oficial".

Cuando este periódico intenta acceder a la zona, los gendarmes marroquíes paran el coche, nos piden la documentación y nos obligan a contratar a un guía, un bereber nómada que nos enseñe cómo ascender hasta la cima. Un guía no oficial, que ha crecido en el terreno. Según fuentes oficiales de Tessaout, desde hace cinco años, sólo se deja acceder a los vehículos que transportan turistas a esta zona con un guía conocedor de la montaña y se pide la identidad de los turistas para tener constancia de su seguridad.

Eso es precisamente lo que recriminan los gendarmes marroquíes preguntados por EL MUNDO a los montañeros españoles, que no notificaron a la Oficina de Turismo, a los Gendarmes o al Consulado español que iban descender el Wandras, cuyo nombre en bereber significa 'increíble' haciendo referencia a la peligrosidad que disfraza. .

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