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Un joven paquistaní se enfrenta al Gobierno en la Audiencia Nacional tras ser identificado “por ser negro”

Tariq conversa con Rosalind Williams. Ambos sufreron un control discriminatorio. Ambos buscan justicia/ Alejandro Navarro Bustamante

Gabriela Sánchez

La respuesta resuena aún hoy en su cabeza: “Hombre, a un alemán no le voy a identificar”. La normalidad con la que el agente confesó la razón de frenar su paso, y solo el suyo, por una calle repleta de gente le recordó aquello que tanto tiempo tardó en eliminar de su cabeza; le devolvió su miedo a sentirse diferente. “Sí, por ser negro, y punto”, reiteró el policía después de requerir su documentación. Ahora la Audiencia Nacional estudia su caso una vez que el Ministerio del Interior desestimase su reclamación por el control discriminatorio del que asegura haber sido víctima. “Es una práctica sistemática pero no le debería pasar a nadie más”.

9 de mayo de 2013. Zeshan, paquistaní, paseaba de camino a casa con un amigo de su misma nacionalidad cuando un coche patrulla se detuvo muy cerca de ellos, según describe el relato de los hechos descrito en su demanda, a la que ha tenido acceso eldiario.es. “La documentación”, exigió a ambos un agente de la Policía Nacional. Se la mostró: cuenta con residencia regular en el Estado español desde que llegó por reagrupación familiar hace 8 años. Afirma que cumplió las órdenes policiales y, después de identificarse, no pudo resistirse. “¿Por qué?”, preguntó. El motivo que intuía apareció sin disimulo. El policía, cuenta el joven, admitió que su color de piel le había impulsado a pedir su documentación. Este medio se ha puesto en contacto con el Ministerio del Interior y con la Policía Nacional pero ambas instituciones declinan hacer declaraciones al respecto por “ser un caso judicializado”.

A pesar de que los controles de identificación “indiscriminados basados únicamente en criterios étnicos” no están permitidos según una circular de la Policía emitida en 2012 por el Ministerio de Interior, el ordenamiento jurídico español por el momento no recoge de forma explícita la prohibición estas prácticas policiales. Aunque ONG y movimientos sociales trataron de conseguir su introducción en la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, únicamente se logró una mención genérica al respecto: “En la práctica de la identificación se respetarán estrictamente los principios de proporcionalidad, igualdad de trato y no discriminación por razón de nacimiento, nacionalidad, origen racial o étnico, sexo (...)”. Según la defensa de Zeshan, el abogado del Estado se agarra a ello para defender esa petición de documentación que marcó psicológicamente al joven.

“En ese momento, le dije que no abusase de su autoridad. Salió del coche, me dio una bofetada y me metió en el coche”, explica a eldiario.es. “De ahí me llevaron a la comisaría”. Zeshan describe la impotencia sentida durante un trayecto caracterizado por los insultos y las intimidaciones: “Pregunté que si podía hacer una llamada, y no me dejaron. Yo respondía a lo que me decían. El mismo agente que me pidió la documentación me dijo: 'Bueno, cuando vayas a renovar papeles, te enterarás'... Y me insultó: 'Mono que eres un mono”. El detenido fue llevado a dependencias policiales por “negativa a identificarse, falta de respeto a la autoridad y actitud chulesca”, según expone el acta-denuncia por infracción que le fue entregada a Zeshan.

Cuando le dejaron en libertad, se dirigió a dos comisarías diferentes pero no le permitieron efectuar la denuncia, asegura. Finalmente, se puso en contacto con la ONG SOS Racismo donde le asesoraron para efectuar una reclamación al Ministerio del Interior. Una vez desestimada, su defensa, a cargo de la Fundación Open Society, interpuso un recurso por lo contencioso administrativo.

El antecedente: Rosalind Williams

Rabia e impotencia. Son las razones que, cuenta Zeshan, le han llevado hasta la Audiencia Nacional. eldiario.es se encuentra con él en Madrid, momentos después de la celebración del primer juicio, del que salió decepcionado. Según su defensa, el abogado del Estado defendió la legalidad de los controles de identificación por perfil racial. Para ello recurrió, explican fuentes jurídicas, a la sentencia por la que el Tribunal Constitucional archivó el caso de Rosalind Williams, una mujer de raza negra que sufrió una identificación por perfil racial en una estación de tren de Valladolid.

Su caso, sin embargo, fue un hito para la consideración de las identificaciones por perfil racial en este país. El 27 de julio de 2009, el Comité de Derechos Humanos de la ONU concluyó que España había violado el artículo 5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, al haber sometido a William a discriminación racial. El Comité determinó que no pueden efectuarse controles de identidad basados en las meras características físicas o étnicas de una persona, y que tales características no pueden considerarse indicios de su situación migratoria en el país.

La ONU pidió explicaciones a España. Desde entonces, las recomendaciones de las Naciones Unidas al respecto se han sucedido, mientras los diferentes Gobiernos han mantenido un criterio policial basado en los rasgos étnicos o raciales a la hora de decidir qué personas son identificadas y cuales no. Ese mismo año, se hizo pública una circular interna que obligaba a detener a un número mínimo a la semana de extranjeros en situación irregular durante el Gobierno de Zapatero. No fue hasta 2012 cuando la Dirección General de la Policía adoptó una circular para prohibir el establecimiento de cupos de identificación de extranjeros basadas en criterios étnicos.

Las similitudes de ambos casos son palpables: un agente vestido de paisano, cuenta Rosalind, se dirigió hacia ella. Solo y directamente a ella. Solicitó su documentación. La española nacida en Nueva Orleans estaba con su marido quien formuló la misma pregunta que Zeshan: “¿Por qué?”. El andén estaba lleno de pasajeros pero solo le preguntaba a ella. “Porque tenemos instrucciones de identificar a gente como ella”. Como ella, negra.

Rosallind Williams se sienta frente a Zeshan en un encuentro presenciado por este medio. “Mi logro no ha servido para nada”, le dice a quien ha pasado por un mal trago calcado al que ella sufrió hace más de 30 años, un episodio marcado por prácticas policiales tachadas de ilegales por la ONU hace ya seis años y que, según las Naciones Unidas y el Consejo de Europa, se mantienen. Su sincero pesimismo sorprende a quien hoy lucha la misma batalla. “Creo que sí se ha avanzado a nivel social y ha habido una serie de cambios”, añade el joven. “Pero la esencia no ha cambiado”.

Según el último informe del movimiento Brigadas Vecinales de los DDHH, los controles por perfil racial no han cesado, sino que ha cambiado el método de efectuarlos. Según mencionan, ahora se llevan a cabo de una forma más discreta, evitan identificaciones en masa y suelen estar protagonizados por policías vestidos de paisano. Una investigación de Metroscopia del mismo año indica que un ciudadano negro tienen tres veces más de posibilidades de ser frenado por la policía en España que uno blanco; aquellos de rasgos magrebíes tienen 7,5 veces más de posibilidades que una persona de “aspecto europeo”.

“Sentirse diferente de nuevo”

Ambos, Rosalind y Zeshan, coinciden: la discriminación materializada en un control de identificación deja huella. Según describen, va más allá que un momento incómodo. Verse rodeado de policías, que frenan su camino por unos rasgos característicos, por ser diferente, marca también a nivel psicológico. Rosalind no pegó ojo en toda la noche y no frenó su búsqueda de justicia hasta que las Naciones Unidas le dijeron que tenía razón, que esas prácticas tienen un nombre: discriminación. A Zeshan se le vinieron a la cabeza aquellos años de esfuerzo por lograr sentirse como los demás en un país tan diferente al suyo.

“Lo que me empujó aquel día a decidir llegar hasta el final fue más la rabia. Pero definir esa rabia, especificar el porqué de esa rabia, creo que me ha costado dos años”. Explica sus palabras. “Cuando llegué aquí, en 2005, llegué a Barcelona, no salí de mi casa durante tres meses. Era el miedo a sentirte extraño o a no tener gente aquí. Tardas 8 años en adaptarte del todo, en sentar la cabeza, en revivir de nuevo y, de pronto, viene un cualquiera y te lo intenta echar todo por la borda, te hace volver a sentir diferente de nuevo”, confiesa el joven de 22 años.

“Pensé: 'Esto me ha pasado a mí pero no le tiene por qué pasar a otro niño que malgaste 8 años, y luego venga y le diga: 'A mí me otorga ese poder el Estado. Yo te puedo llamar negro y decirte que no eres uno de nosotros'.

Hace unos meses soportó una nuevo control de identificación. “Intenté calmarme. Después de mostrársela, me preguntó por mi teléfono móvil (un iPhone). Me dijo que debía de tener mucho dinero... Yo le respondí con ironía. Contesté que no, que en realidad éramos todos mafiosos”, narra resignado. “El abogado del Estado en el juicio mencionó una posible indemnización. Yo no necesito nada personalmente. Si el Estado español puede cambiar las leyes y ser un poco más humano, perfecto. Sé que cuesta. Pero no vale pedir perdón, la caridad no sirve de nada”.

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