_
_
_
_
_

Contra el ‘buenismo’ de Miss Mundo en silla de ruedas

En lugar de deshacernos de patrones rancios y machistas, los repetimos en distintos ámbitos

Isabel Valdés

A finales de 2017, alguien ha pensado que en vez de eliminar patrones rancios que cosifican, hay que duplicarlos; estirar los tentáculos de ese monstruo inmenso que es el canon establecido, creado por la publicidad, la industria de la moda, el cine o la televisión y regenerado una y otra vez por esos mismos actores; y seguir sometiendo a la mujer al reconocimiento de su valor a través de su apariencia.

El pasado sábado 8 de octubre, en Varsovia (Polonia), se coronaba a la primera Miss Mundo en silla de ruedas. Alexandra Chichikova, una estudiante de psicología y pedagogía de 23 años nacida en Bielorrusia, consiguió colocarse la tiara entre sus lágrimas y los aplausos de otras 23 mujeres de 19 países; quedó en segundo lugar Lebohang Monyatsi, de Sudáfrica, en tercer lugar la polaca Adrianna Zawadzinska, y hubo Miss Sonrisa, Miss Encanto, Miss Popularidad, coreografías, trajes nacionales, de cóctel, de fiesta... Exactamente igual que en cualquier evento de este tipo.

La masa arrastra, y da igual que se componga de ocho compañeros de clase cuando tienes 11 años, de cientos de miles de aficionados a una selección de fútbol o de millones de personas alienadas bajo una misma idea de belleza. Así que si en la argentina Mar de Plata existe una Reina Nacional del Mar desde 1910, si existió un Concurso Internacional de Belleza en 1926, y si Miss Mundo y Miss Universo llevan desde mediados del siglo pasado marcando el paso, ¿por qué no iba a haber un certamen internacional para mujeres con discapacidad?

Aleksandra Chichikova (d), la ganadora, junto a Adriana Zawadzinska, que quedó segunda.
Aleksandra Chichikova (d), la ganadora, junto a Adriana Zawadzinska, que quedó segunda.WOJTEK RADWANSKI (AFP)

Mientras han empezado a aparecer los primeros síntomas de crítica, incomodidad e incluso rechazo a este tipo de competiciones de forma más colectiva que individual a nivel mundial —en Argentina, por ejemplo, se han eliminado algunas y ya son cuestionadas y forman parte del debate sobre el origen de la violencia machista en el país—, en Polonia, la Fundacja Jedyna Taka (Fundación Única) lleva desde 2013 organizando Miss Polonia en silla de ruedas y anunció hace meses a bombo y platillo esta nueva edición global, con orgullo, financiada con patrocinadores privados y con la ciudad de Varsovia como coproductora (ha aportado la infraestructura, la logística y el personal).

"¡Este es el siguiente paso para cambiar la imagen y la actitud de las personas con discapacidad!", apuntaban en su página web, donde también enumeraban sus objetivos: la integración, romper barreras, facilitar el intercambio de información sobre avances científicos y médicos y el contacto entre países respecto a las necesidades de las mujeres con discapacidad y demostrar que esa discapacidad no es una limitación. Y la mejor forma de hacerlo, al parecer, es construir más imágenes estereotipadas, más patrones sociales y culturales que generan desigualdad y más prototipos que producen frustración y malestar y que acaban convertidos en una cuasi religión, sistemas resistentes y duraderos que apuntan hacia una perfección difícil de alcanzar para el 99,9% de la población femenina, sobre todo porque son irreales.

A lo largo de la pasada semana se señalaba en distintos artículos que este evento demuestra que el mundo de la belleza es cada vez menos superficial y más inclusivo, que se sigue menos el ideal social, que, al contrario de lo que suele ser, este no es un escaparate de perfección y que se tienen en cuenta nuevas bellezas. Durante la gala, y en declaraciones a AFP, una de las organizadoras y presidenta del jurado, Katarzyna Wojtaszek-Ginalska, aseguró que no solo se valoró el físico sino la personalidad, la vida y las actividades sociales de las modelos: "Es la primera iniciativa de este tipo en el mundo y no es la apariencia lo que más importa. El objetivo es cambiar la imagen de las mujeres en sillas de ruedas para que no sean juzgadas únicamente por su discapacidad". No, es mejor que también lo sean por sus características físicas que, en cualquier caso, es algo que nos viene dado a todos.

Los mensajes que rodean al certamen no solo son incoherentes —lo es afirmar que en un concurso para elegir una miss lo más importante no es la belleza—, sino machistas —su vídeo de promoción se basa en un hombre que coloca en todo momento su protectora mano sobre una modelo— y confusos. "Luchad contra vuestra angustias y miedos", aseveró la ganadora en su discurso. "Fue nuestra primera oportunidad para demostrar al mundo que realmente podemos hacer lo que queremos", dijo María Díaz, una de las concursantes, una chilena de 28 años y jugadora de tenis profesional.

La gala de Miss Mundo en silla de ruedas el pasado sábado 8 de octubre en Varsovia (Polonia).
La gala de Miss Mundo en silla de ruedas el pasado sábado 8 de octubre en Varsovia (Polonia). WOJTEK RADWANSKI (AFP)

¿Los miedos y las angustias se deshacen en un espectáculo de belleza? ¿Ser libres y demostrar que la discapacidad física no es un obstáculo tiene como trampolín un concurso de misses? A simple vista, eso parece. Hurgando un poco, esas creencias son el pan de cada día en la mente de millones de mujeres en el mundo: estar guapa para ser más feliz, estar guapa para llegar donde quieres, estar guapa para que te quieran. Un absurdo tan hondo y tan repetido como para tener la apariencia de verdad.

Por eso, en un principio, este certamen puede resultar inclusivo y positivo. Bajo las buenas intenciones y un aparente reconocimiento de la pluralidad y una defensa de las diferencias, no hay sino reconocimiento de los cánones y los estereotipos y una defensa, indirecta, de las estructuras patriarcales. Hubiese sido una buena oportunidad para hacer un cambio en los referentes y en el esqueleto sobre el que está construido el ideal femenino y para empezar a usar otras herramientas que liberen, de verdad, a la mujer y no, como ocurre, que sigan perpetuando la dictadura estética de la masa.

Muchas apuntaron en la noche de la gala que una de las intenciones para presentarse era la de hacer ver que son iguales que aquellas otras mujeres que no necesitan una silla de ruedas. Pero intentar avanzar en igualdad, en todos los sentidos, partiendo de un evento tan rancio como un concurso de belleza es poner una trampa más al camino, arduo ya de por sí, que queda todavía por hacer.

La Fundación Jedyna Taka

La organización promotora de este concurso, Jedyna Taka, tiene, por otro lado, una serie de actividades que nada tienen que ver con la belleza y que trabaja por la inclusión y el apoyo. Fue fundada por dos madres discapacitadas que querían enfocar la atención de la sociedad en los obstáculos que suelen tener estas mujeres, llevan varios años ayudando a otras madres: las ponen en contacto, intercambian experiencias, dan información sobre las clínicas ginecológicas adaptadas, han organizado exposiciones y actividades también para los padres y organizan actividades a lo largo de todo el año relacionadas, por ejemplo, con el deporte.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_