Afroportunistas

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Foto con fines ilustrativos, tomada del blog de diseño de Jamie Leigh Moore

La experiencia de ser un sujeto racializado y experimentar la discriminación racial, ya sea en el espacio público o privado, en las instituciones sociales formales o informales, por parte de personas conocidas o desconocidas, va a tener consecuencias y va a generar reacciones en el sujeto estigmatizado por su racialidad; en el caso que nos ocupa, en la persona afrodescendiente y su grupo étnico.

«…muchos ni siquiera se han leído alguna vez la Declaración Universal de Derechos Humanos»

 

Una de estas reacciones puede ser la aceptación del estigma, es decir, la conciencia de ser un sujeto estigmatizado y discriminado. Según Erving Goffman (1963) esto supone la conciencia de que los “otros” no lo aceptan realmente, ni están dispuestos a establecer un contacto con él en igualdad de condiciones. Pero esta aceptación del estigma favorece el autorreconocimiento étnico pues, se presenta para gran parte de los afrodescendientes como un medio para la construcción y afirmación de la identidad; el rescate de su historia, la vindicación de su herencia africana, y como mecanismo de resistencia frente al racismo.

Otra de las principales y más frecuentes respuestas del afrodescendiente discriminado es el endorracismo; este puede definirse como el racismo desde adentro, donde el sujeto racializado internaliza como propia la discriminación que se le ha impuesto y la reproduce sobre sí, como también sobre aquellos pertenecientes a su grupo étnico y racial. Una práctica común del endorracista es el intento de corregir lo que considera el motivo de discriminación, o en todo caso, que este no se destaque demasiado, por ejemplo, aclarar la piel, someterse a cirugías estéticas para modificar los rasgos físicos que visibilizan su herencia étnica, la realización de tratamientos capilares como el desriz de cabello, la ocultación de familiares con características y fenotipos racializados en el relato de su biografía, el rechazo al autorreconocimiento étnico, entre otras.

El afrodescendiente también puede reaccionar al racismo incorporándose a los movimientos sociales, esto le permite relacionarse con aquellas personas que comparten su estigma, crear comunidad e integrarse a ella como mecanismo de resistencia ante el racismo. Así mismo, la experiencia de discriminación racial también puede ser asumida por quien la ha vivido como un medio para la transformación social, orientándose a la profesionalización del estigma. En este caso el afrodescendiente puede colocar su profesión al servicio del grupo étnico, es decir, hacer uso de sus conocimientos, formación y experiencia  para contribuir a desarticular, erradicar o al menos minimizar el racismo.

No obstante, existe un quinto grupo de afrodescendientes, y que resultan más preocupantes y peligrosos que los endorracistas, estos son los afroportunistas. Algunos de ellos se hacen llamar activistas por los derechos humanos de los afrodescendientes, pero muchos ni siquiera se han leído alguna vez la Declaración Universal de Derechos Humanos. Otros afirman que son investigadores sobre afrodescendencia, racismo, derechos y cultura afrodescendiente, pero de ellos no se conoce ningún producto académico de investigación o divulgación, ninguna experiencia de aproximación cualitativa, cuantitativa o documental que les hayan permitido obtener hallazgos sobre la situación social de los afrodescendientes y la discriminación racial, es decir, no cuentan con ninguna contribución que pueda calificarse como producción de conocimiento.

Otros más arriesgados, -sin ningún tipo de credenciales- se atreven a autocalificarse como especialistas y expertos en la materia, aunque su “experticia” consista en abultar con su presencia actos políticos, dar declaraciones sin fundamentos ni argumentos en los medios de comunicación, o balbucear en distintas tribunas sin la menor vergüenza lo que han podido plagiar de la producción intelectual de otros, que si se han dedicado a estudiar y realizar aportes en este ámbito. Aunado a ello, en este contexto hay quienes adoptan la estética africana con el objetivo de dar más credibilidad a sus desvaríos y de encubrir su ignorancia sobre el tema.

Estas personas no buscan contribuir a la erradicación del racismo y la discriminación, por el contrario, buscan sin ningún esfuerzo escalar socialmente, obtener prebendas del Estado, así como, recaudar fondos por parte de empresas y organizaciones bajo la figura de fundaciones y asociaciones fantasmas. Algunos además son endorracistas, desprecian su herencia étnica, han intentado borrarla con cirugías estéticas que perfilen sus rasgos y aplacar su cabello con alisados, sin embargo, encontraron en el “afroactivismo” la posibilidad de sacar provecho de esa herencia que tanto desprecian; es decir, de hacer “afroturismo”, “afrogiras”, convertirse en “afromediáticos” y conseguir “afrocontratos”. Por ello, estos personajes no son activistas, no son investigadores, no son especialistas, las cosas deben llamarse por su nombre, son afroportunistas.

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