Tony Ávila tiene un don. El trovador ha sabido adentrarse en las arterias más vitales, profundas, robustas, y ásperas de la realidad cubana y escribir lo que siente en canciones llenas de sutilezas cuando es necesario o más directas o irónicas cuando la situación lo pida a gritos. Lo hace, sencillamente, porque está consciente de que puede contribuir, desde su punto de vista, sin cánones impuestos, a expandir el debate sobre lo que somos, sobre la sociedad que buscamos, y sobre la obligada creación de ese futuro inclusivo para todos los hijos de esta Isla, que preserve las tradiciones éticas más arraigadas de la historia cubana, aunque la vida y el contexto se tornen ciertamente difícil.
Su vocación como cronista social se percibe desde producciones anteriores como En Tierra y Timbiriche, que pusieron el foco en su carrera y lo colocaron, digamos, entre los trovadores populares de la Isla, por su cualidad para repasar los asuntos más complejos con una alegría contagiosa y refrescante, con metáforas jocosas y bien elaboradas y con ritmos atravesados por la tradición musical cubana.
El músico estrenó hace pocos días Que se haga la luz, un disco que, como ustedes perciben, habla desde el nombre. En el material, publicado por Bis Music, demuestra que conserva su ojo de tigre para traducir la sociedad cubana, pero ahora ahonda un poco más en los ritmos que conforman la identidad nacional. Dicho de otra manera, el trovador le concede en este álbum la misma importancia a los textos que a la música que nos sigue distinguiendo en el mundo.
Que se haga la luz, ilustrado por el pintor Eduardo Roca (Choco) y producido por Lino Lores García, es un disco en el que sobresalen, por encima de otros materiales suyos, la eficacia de arreglos que se mueven entre la trova, el son, o el jazz y definen la sonoridad final que al parecer persiguió Tony desde el inicio de su carrera.
El fonograma abre con Hombre nuevo, un tema con el que trata de realizar una disección del cuerpo de nuestra época en la que existe una pelea a pecho descubierto entre los profetas del culto al individualismo, a los objetos materiales, a las emociones de laboratorio y aquellos que ponen por delante la razón, el conocimiento y la reparación de utopías que llegaron a caer a ras del suelo.
En esa lucha encarnizada, se decanta por conservar las predicciones más luminosas y salvar de la oscuridad todo lo que nos permita escapar del desamparo y la irracionalidad para tener una vida interior más rica y diversa.
La soledad de las personas en los truculentos escenarios tecnológicos es una de las obsesiones de Tony en este disco. Si bien es un conflicto que todavía no forma parte de nuestro entorno, Tony ironiza sobre los mundos tecnológicos donde algunos se transforman en “marionetas de la tele” o de las nuevas tecnologías, y quizá, para adelantarse al inevitable futuro de Cuba, llama a las personas a no dejar de mirarse a los ojos aunque vivan en ambientes digitales. En el tema hace lo suyo el trovador Jorgito Kamankola, quien provoca un subidón rítmico cuando da relumbre a sus dotes de rapero.
Omara Portuondo es una de las invitadas del disco junto a Eliades Ochoa, quien interviene con la destreza y picardía de siempre en Las mujeres dicen. La Diva del Buena Vista pone su voz al servicio del trovador en Negra, una breve historia de amor con sabor a solar y a rumba, que funciona como un tributo a la cultura cubana y sobre todo a la propia Omara.
En esas líneas más reposadas de las canciones trovadorescas sobre la esperanza y el amor, se distingue Por verte feliz, y Pa’ que vuelvas. Quizá si lo escuchamos de primera, sin prestar la debida atención a los que nos cuenta su letra, Sexo cumbre, puede resultarnos otra de las canciones de temática amorosa en el disco.
Pero, como ustedes son oyentes avezados, coincidirán conmigo en que hay que ponerle mucha atención a este título. Como fondo presenta una historia de amor, pero entendido no solo como la emoción y el cariño hacia esa mujer de nuestros sueños que casi nunca aparece, sino orientado, con cierta nostalgia tal vez, hacia aquella época en la que los jóvenes latinoamericanos no temían perder hasta la vida en el intento por cambiar las cosas. Y luego dedicarse por entero a la intensidad de las lides amorosas con la satisfacción de haber sido leales a sí mismos y a los dictados de su tiempo. De trasfondo el sonido de los tambores le da a la canción el empuje definitivo.
En el disco destacan especialmente los títulos que se ocupan de la realidad cubana, como Cascarilla o El fruto, un tema que continúa la línea trazada por anteriores títulos como Timbiriche o Balseros. Que se haga la luz es el tema que cierra y, en realidad, resume totalmente el discurso mantenido por el trovador en su nuevo álbum. En esta canción, que “viene de solar”, Tony se despide de su viaje por el presente, el pasado y el futuro de Cuba, mientras pide “que se ilumine el camino, que te haga un guiño el destino, para que se haga la luz”...
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Pavel dijo:
1
11 de septiembre de 2016
10:43:41
elvis clemente dijo:
2
11 de septiembre de 2016
12:13:36
Jorge Quiala Cobas dijo:
3
12 de septiembre de 2016
07:24:25
Almeida de la font dijo:
4
12 de septiembre de 2016
12:28:30
Yeins dijo:
5
20 de septiembre de 2016
23:05:05
Yolidaimis dijo:
6
21 de septiembre de 2016
04:21:36
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