Derribar el muro by Marianne Williamson

1174774_575747389148656_457714238_nNunca he tenido adicción a la comida, pero durante años he comido
compulsivamente. Las dietas no me funcionaban. Pasaba hambre, me daba un
atracón, volvía a estar hambrienta y volvía a comer a dos carrillos en un ciclo
constante de sacrificio y autoindulgencia. Detestaba la situación en muchos
sentidos, pero lo peor, sin duda, era lo mucho que pensaba en la comida.
Estaba obsesionada con ella. Las ideas en torno a los alimentos casi siempre
ocupaban mi mente.
Un día, de repente, la comida abandonó mi pensamiento, de un modo
milagroso. Cuando empecé a estudiar Un curso de milagros, no pensaba, al
menos no de forma consciente, en mi forma de comer como un problema para
cuya solución hiciese falta un milagro. Sin embargo, un día bajé la vista y no
pude creer lo que veía, ni en la báscula ni en mi cuerpo. El peso se había
esfumado, y comprendí por qué. La grasa constituía una mera expresión física
de mi necesidad de poner distancia con los demás. Temía al prójimo, y había
construido un muro para protegerme. Gracias al Curso… había aprendido a
salvar la barrera; había descubierto maneras de remplazar el miedo por amor.
Le había pedido a Dios que entrara en mi vida y arreglara las cosas. Y la
muralla había desaparecido.
La primera clase se centra en la siguiente visualización: imagina que tu
exceso de peso es una pared de ladrillos que llevas contigo a todas partes. Tu
inconsciente ha construido esa muralla con el propósito de aislarte de los
demás y de la vida misma. El miedo ha sido el impulsor de ese muro; el amor
será la fuerza que lo derribará.
Si miras la pared de cerca, verás que cada ladrillo lleva algo escrito:
Vergüenza, Rabia, Miedo, Rencor , Tendencia a enjuiciar, Desdén,
Responsabilidad excesiva, Presión, Agotamiento, Cargar con un peso,
Estrés, Pena, Injusticia, Protección, Orgullo, Egoísmo, Envidia,
Codicia, Pereza, Separación, Falsedad, Arrogancia, Complejo de
inferioridad, Inseguridad, Abnegación.
Ahora ten la bondad de volver a leer la lista, muy despacio. Ante cada
palabra, pregúntate si representa un pensamiento, una realidad emocional, o
un defecto de carácter que reconozcas en ti.

Ten presente que la gran mayoría de las personas, de ser sinceras consigo
mismas, responderían: «Sí». (Tal vez incluso quieras añadir unos cuantos sustantivos de cosecha propia a la lista.) Y ante cada término, atisba despacio en
tu corazón y dedica un rato a identificar las situaciones o cir cunstancias de tu
vida que relacionas con esta palabra.
La grasa que quieres quitarte de encima penetró en tu conciencia antes de
acumularse en tu cuerpo. Tu yo físico es tan sólo una pantalla en la que se
proyectan tus pensamientos. Cuando el peso desaparezca de tu mente,
abandonará tu experiencia física. Pidiéndole a Dios que ponga fin a la causa,
automáticamente desaparecerá el efecto.
Los kilos que se acumulan en tu mente y, en consecuencia, en tu cuerpo,
no son sino el peso de las tinieblas emocionales que la luz aún no ha logrado
disipar, ya sean sentimientos no resueltos, pensamientos negativos, o actitudes
y rasgos de tu personalidad provocados por el miedo. Se parecen mucho a las
sombras que afrontan muchos de tus semejantes.
La particularidad de tu situación radica en que, por la razón que sea, esos
pensamientos y sentimientos han cristalizado en tu interior y no se han
resuelto de forma adecuada. En vez de, pongamos por caso, entristecerte
(experimentar tristeza y luego dejarla atrás), tu pesar tiende, por diversas
razones, a instalarse en tu mente. Y después se estanca en tu cuerpo. No
consigues asimilar una experiencia y deshacerte de ella. Emocional y
mentalmente, así como en el plano físico, nuestros sistemas deben procesar los
desechos.
La finalidad de las experiencias dolorosas no es perdurar, sino enseñarnos
su lección y después disolverse en el reino de la memoria blanda. Aun la
amargura que arrastramos del pasado se puede transformar en serena
conformidad. Sin embargo, como tu sistema de drenaje emocional está
averiado, has tratado, inconscientemente, de deshacerte de esos pensamientos
y sentimientos por medio de la digestión. Si no puedo procesar mi tristeza,
quizá me la pueda comer. Si no puedo procesar mi ira, quizá sea capaz de
engullirla.
A falta de una válvula de escape para lo que se podría considerar un
residuo psicológico, tus ideas y emociones no resueltos han impregnado tu
carne… literalmente. Son la materialización de una energía densa y no
elaborada que no tiene a dónde ir. Llevas tu carga contigo; no sólo i ontigo,
sino en ti. Este curso te ofrece un camino para que se la puedas ceder a Dios.

No creas que los demás carecen de emociones no elaboradas; todos las
tenemos. Algunos expresan ese dolor tomando drogas o bebiendo alcohol;
otros, a través de explosiones emocionales; y otros, mediante la promiscuidad.
La forma de expresar la disfunción no es muy significativa; lo importante es
que tras ella se esconde un sufrimiento no elaborado.
Para que tu curación sea real y profunda debes estar dispuesta a
considerar con sinceridad y hondura las cuestiones que estamos tratando. No
tienes por qué contarle a nadie lo que descubras en estas páginas, a menos que
decidas compartir la información con una amiga de confianza. Has
emprendido un viaje sagrado que, de la mano de Dios, te invita a explorar los
secretos de tu corazón.
En esta lección empezarás a derribar el muro.
Sólo hay dos tipos de pensamientos, los inspirados por el amor y los
inducidos por el miedo, y el único modo de trascender el temor es remplazado
por amor. A medida que vayas identificando los pensamientos nacidos del
pánico y luego los abandonas en manos de Dios, el amor se manifestará de
forma espontánea. En cuanto superes las ideas que te inducen a comer en
exceso, las que te incitan a alimentarte de forma racional acudirán a
remplazarías.
Tus miedos no resueltos abandonarán entonces tu sistema, y con el
tiempo se llevarán consigo esos kilos de más que depositaron en tu cuerpo.
Cuando tus temores afloren a tu mente consciente y se los encomiendes a
Dios, tanto el pánico como el exceso de peso se transfigurarán y
desaparecerán.
En el pasado, tal vez tendiste a ignorar o reprimir los pensamientos,
sentimientos e ideas que te hacían daño. Al hacerlo, sin embargo, detuviste un
proceso natural por el cual esas ideas y emociones eran susceptibles de ser
transformadas. El dolor se ha desplazado a tu carne. Ahora estás recordando
que tienes otras opciones: puedes mirar el sufrimiento de frente y
encomendarlo al Único cuyas manos pueden disolverlo para siempre.
No basta con que te limites a identificar el dolor: para curarte, también
debes aceptarlo. Reconocer, por ejemplo, que tal o cual situación que te
avergüenza muchísimo no bastará para sanarte. En cambio, puedes decir:
«Dios mío, me siento muy avergonzada de lo que hice. Dejo lo sucedido en tus
manos. Por favor, ayúdame a verlo de otro modo». Un ese gesto radica la
curación.

Aquello que uno coloca en un altar queda transformado; cuando encomiendas una situación a la Divinidad, tus pensamientos sobre ella se
modifican. La Mente Divina acude entonces a tu mente racional desde un
sistema de ideas superior al tuyo, sabiendo que tiene tu permiso para otorgarte
gracia y cordura. Considéralo una intercesión divina; este curso es un
programa para perder peso mediante el pensamiento milagroso. La Mente
Divina derribará el muro que te rodea; bastará con que contemples los
ladrillos uno a uno, tomes posesión de los pensamientos y sentimientos que
otorgan poder de adicción a cada piedra y las deposites en Sus manos.
Entrégale lo que no quieres y Él lo hará desaparecer.
Reconociendo el material que conforma el muro que te rodea darás
comienzo al proceso de derribarlo.
Ahora vuelve a observar la lista que has redactado al principio del
capítulo, que representa los ladrillos de tu muro. Para cada palabra escribe en
tu diario lo que es verdadero para ti. No tengas prisa. Incluye tantos detalles
como puedas, reflexiona a fondo en el sentido de cada sustantivo y siéntete
libre para volver atrás siempre que quieras. Concédete tiempo para mirar y
sentir, y acabarás por comprender. Este proceso te ofrece una oportunidad
única de atisbar tu propia luz si posees el valor de mirar a través de las
tinieblas.
Vergüenza: Me avergüenzo de
Quizás un día actuaste de forma ridicula y te horroriza pensar que los
demás aún lo recuerden-No relegues la vergüenza al inconsciente. Escribe
cuanto se te ocurra al respecto.
Rabia: Me da rabia que
Es posible que creas que te tratan injustamente y no sepas cómo librarte
de la rabia que te inspira la mezquindad de los demás. O tal vez no te hayas
perdonado a ti misma por un acto de autosabotaje que cometiste en el pasado
y que afecta a tu vida actual…
No relegues la rabia al inconsciente. Escribe cuanto se te ocurra al
respecto.
Miedo: Me asusta que
Puede que acarrees un terror secreto a la pérdida o a la tragedia y aún no
hayas aprendido a encomendárselo a Dios…
No relegues el miedo al inconsciente

Dios querido:
Te ruego que hagas desaparecer el muro que he erigido a mi alrededor.
Es tan sólido,
Dios mío,
que no puedo derribarlo.
Te encomiendo
hasta mi última idea de separación,
hasta mi último sentimiento de temor,
hasta mi último pensamiento de rencor.
Por favor, Dios mío,
aleja de mí esta carga
por siempre y para siempre.
Amén.

LA DIETA DEL ALMA

Marianne Williamson

Deja un comentario