n+1

Aquí también hay que leer compulsivamente (LFC)

Estructura Profesional, Cócteles y Calles de Oro

with 2 comments

¡Esos renders no se van a hacer solos!

¡Esos renders no se van a hacer solos!

Publica esta semana Promateriales una guía de 250 estudios de Madrid. Siendo esto común, y sin saber quien está o deja de estar –no es ese el asunto- o si la lista es una combinación –nada extraña en estos asuntos y no criticable- de gente a la que piden estar y gente que paga por estar… lo que nos llama la atención del asunto es el breve prologo que para la ocasión redacta el Decano del COAM, José Antonio Granero.

Pueden leerla aquí.

Y es que, y aun entendiendo uno que, quizá, el prologo de una guía un poco festivalera tampoco es el lugar para ponerse como algunos sindicalistas envidiosos que conocemos (Ejem!), con la profesión en el estado en el que está, cualquier oportunidad es buena para hacer análisis (Y por tanto critica y autocrítica) del mercado laboral profesional. Si, como en el caso que nos ocupa, lo que sigue al texto es una guía de  buenos profesionales con más motivo.

¿Y que ocurre en realidad? Veamos

En primer lugar, quizá sea conveniente dudar del -para nosotros- exceso de confianza que demuestra el Decano (Asumiendo como señalamos que esto es un prologo a una guía, pero aun así). De los autores de El cónsul español en Shanghái daba un cóctel cada vez que llegaba allí un arquitecto de España a trabajar –frasecita de Fernández Galiano, del nivel de “En Moscú las calles están adoquinadas de oro” por su calado intelectual y que el magnifico Julen Asúa desmonto preguntándose si su cóctel se lo habría bebido otro- nos llega:

Desde hace varios años, muchos arquitectos extraordinariamente formados han tenido que abandonar nuestro, país, pero como no podía ser de otra forma lo han hecho con la dignidad que les corresponde, recalando en grandes oficinas de todo el mundo, en las mejores universidades y en los más prestigiosos centros de investigación. Los arquitectos españoles, debe reconocerse de una vez por todas, son valorados internacionalmente por su acreditada formación, capacidad, cualificación y eficacia. Son competitivos en calidad y coste, y son una gran aportación a la marca España”.

Empezando por el principio, habría que destacar que la “dignidad que les corresponde” tiene muy poco que ver con el tamaño  de las oficinas, la calidad de las universidades o el prestigio de los centros de investigación y mucho con la decisión –personal y responsable- de muchos de estos compañeros de negarse a entrar en el juego disfuncional de explotación y precariedad en que el ejercicio de la profesión para terceros se había convertido (Y aun es) en este país. Sin negar que los arquitectos españoles sean –como bien apunta el Decano- de los mejor formados ni su presencia en los sitios mencionados (Muy valorable también), lo mayormente digno en esa emigración en la que no está muy claro el billete de vuelta es lo que tiene de respeto por la labor propia y que lleva a no estar dispuesto a someterse al repugnante “Esto siempre se ha hecho así” de la estructura profesional que suele cursar mediante un sistema asentado en una mezcla de dejación institucional (Colegios, Consejos y Estado) y el caramelo envenenado del traslado de la explotación –esto es: asumirla para poder en muchos casos ejercerla después.

Creemos que igual  de digno es –como de hecho ocurre, y mucho- acabar de delineante (Pero con un contrato, ya saben, esas cosas que en España son como los gamusinos o el Chupacabra), de currito en un estudio pequeño, de comercial de hormigones coloreados, de agente inmobiliario o de au pair a la espera de que llegue la green card que nos permita trabajar o de que salga algo de lo nuestro (True stories. All of them). Igual o más digna es esa decisión de arremangarse, no someterse al lado oscuro de lo laboral (Lo ejerza alguien con un premio del RIBA o su porquero) y marchar para no engordar lo que a origen no debería existir.

[Sobre la alusión a la marca España, será quizá mejor recordar como los representantes de la misma se dedicaban a decir que los arquitectos emigrados (Contra su voluntad la mayoría de ellos, y ante el panorama descorazonador que se les ofrece) eran “embajadores de España como un país moderno. Moderno nivel las familias mantienen a los estudios, en muchos casos. De ese tipo de modernez que como diría Bohigas, antes se llamaba sinvergonzonería. O lo que viene siendo en román paladino: Además de Geishas, poner el arrozal]

Hace a continuación el Decano una referencia al exceso normativo y al establecimiento de unos mínimos criterios de referencia. Queremos entender que se refiere a los honorarios mínimos profesionales, por cuya reimplantación deberíamos seguir luchando como un solo hombre, y, si es así, tanto por una como por otra afirmación solo cabe felicitarle y estar de acuerdo con él (Al cesar lo que es del cesar), no sin por ello desear que se hubiera sido algo más claro. Estas cosas, ya se sabe, blancas y en botella.

Es sin embargo en el final del texto, cuando se hace referencia a la estructura de estudios, donde creemos que la cuestión se aleja de cualquier atisbo de análisis  próximo a la realidad para adentrarse en un exceso de optimismo que no por más exaltador del espíritu nos ayuda excesivamente.

Y es que a pesar de que sea lógico –y así se hace, cosa que también compartimos- pedir un apoyo expreso a la pequeña y mediana empresa –que por lo visto para este gobierno no cuenta, dedicado como está a salvaguardar a la grande, grandísima corporación- también lo es que las bases de la estructura profesional organizada en torno a la figura del estudio distan mucho –en una proporción de casos completamente descabellada- de ser un “modelo ejemplar” al menos en lo tocante a lo laboral y empresarial. No hay más que echar una miradita a los números de los diferentes estudios laborales del Sindicato de Arquitectos o hacer una simple y racional cuenta: Es ilógicamente desproporcionado que una profesión dedicada al sector servicios y que se compone de pequeñas y medianas empresas tenga el altísimo número de autónomos que nutren las filas de los arquitectos. Las razones –no entraremos de nuevo en ellas en profundidad- son de todos conocidas: Explotación, precariedad, falsos autónomos, interns, profesores valiéndose de su puesto en universidades para llenar el estudio de –directamente- esclavos y un largo etcétera de practicas que son de todo menos ejemplares.

Y de esas practicas, estos lodos. La imposibilidad de competir en equidad con quien vive con los dos pies plantados en lo que no es sino economía sumergida, equivalente a la nave llena de inmigrantes explotados a puerta cerrada en polígono del extrarradio, pero con plotter. Y con ello el dumping de precios por falseamiento de costes y la galvana –derivada de estos- a la hora de gestionar una aproximación de los honorarios a la realidad del trabajo en pleno siglo XXI (CTE mediante) y la responsabilidad (Civil y penal, ojo) que conlleva.

Repetimos, entendemos que se trata de una guía y de su introducción, pero de la misma forma podía haberse encomiado a aquellos estudios que contra viento y marea, en las peores condiciones y con –esta si- la dignidad que supone ser conscientes de la realidad, no han tomado el camino fácil que lleva al reverso tenebroso de la fuerza… laboral, denunciando así la conducta de quienes pilotan auténticos sweatshops con portátiles (que ponen los trabajadores, para más inri) en vez de maquinas de coser. Sobre todo porque –y lamentamos tener que ser tan claros- es conveniente separar el grano de la paja y dejar claro que haberlos haylos, peleando no solo contra la situación económica general sino contra la deslealtad de quienes tienen un titulo como el suyo colgado por algún sitio. (Porque llamar a estos “compañeros” ya me parecería de chiste).

[Parte de estas generalizaciones habituales en los COAs provienen en buena medida de una obligatoriedad de colegiación que, con excesiva frecuencia, maniata a nuestras instituciones a la hora de denunciar lo evidente o de –incluso- expulsar de su seno a quienes se dedican a estas labores de zapa y minado desde dentro]

Para finalizar, estamos de acuerdo con que hay que exportar arquitectura y no arquitectos (Aunque la palabra correcta, hoy día, creemos que seria “expulsar”) pero no nos olvidemos que, a la postre, lo que exportamos son empresas. En otras palabras: que las internacionalizamos. Algo que hubiera sido un posible paliativo a la sangría laboral sufrida en el sector desde 2008, que implica traer divisas y no regalar profesionales, y que desgraciadamente se demostró imposible (Salvo magnificas y encomiables excepciones) con un panorama en el que desde fuera se nos pedía legalidad y una lancha rápida y aquí seguíamos –como diría Churchill y cantarían The Pogues– aplicando como sistema de gestión empresarial el “rum, sodomy and the lash” en lentas galeras cuya existencia es una anomalía intolerable en un país que pretende ser civilizado y que -asumiendo que no debe confundirse firmeza con pesimismo ni negar la necesidad de una buena dosis de optimismo necesaria- no debemos perder ocasión de denunciar.

Vaya esta entrada dedicada a todos los amigos (Y –ay- familia) que estáis fuera, que lleváis años, o que marcháis en breve. Os echamos de menos. Y siendo esto triste en lo personal e intimo, resulta de llorera con hipidos cuando pensamos que si algo necesitará este país para salir del pozo es talento, el que os lleváis con vosotros y que aquí, como tantas otras cosas, nos cuesta no solo apreciar… sino también valorar.

Written by Jose María Echarte

julio 25, 2014 a 11:56

Publicado en Actualidad, profesión

2 respuestas

Subscribe to comments with RSS.

  1. La proletarización de la profesión iniciada con la LOE y potenciada al calor de la burbuja sigue su curso. Parece que de lo que se trata es de que sólo haya unos pocos «estudios» (nombre curioso) profesionales en donde una legión de (sobre)titulados, temerosos por la situación de «crisis», desarrollen su actividad «profesional» a cambio de un cuenco de arroz. Si ésto era así hace unos años, ¿qué hemos hecho para cambiar algo?

    Parece que pretenden bendecir la proletarización (que llevó a la creación de un sindicato de arquitectos y un convenio laboral… lo cual ya dice mucho de la situación de una profesión otrora liberal), los mismos colegios profesionales al que nos obligan pertenecer, ya que no se les ve preocupados por una mínima ética profesional, código deontológico o manual de buenas prácticas. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que debemos cuestionar, como hace este blog, a esos «compañeros» que explotan sin rubor a otros compañeros? ¿Cuándo expulsaremos de la profesión a aquellos que la usan para sacar ventaja a costa de otros? ¿Tenemos que resignarnos a ser los «políticos», la «casta», del proceso edificatorio, aunque sólo algunos de los «nuestros» lo sea realmente? ¿Por qué tengo que ser visto como un profesional que «cobra sólo por firmar» y que no se preocupa más que de eso?

    Parece que el darwinismo profesional es la consigna, y mientras nos regalan el oido diciendo lo maravilloso que es emigrar y lo bien formados que estamos y que los cónsules nos ofrecen bacanales por nuestra valía… y aquí no pasa nada, circulen, lo de la burbuja fue cosa de un mono con dos pistolas, la gurtel, el sursum corda, nadie es responsable, ni vamos a crucificar a «compañeros» que hayan ejercido su «derecho» a enriquecerse, en sobres o bolsas de basura, mirando para otro lado… ¿que la profesión queda manchada por cómplice del desfalco? ¿qué importa? ¿acaso no seguimos votando a los mismos?

    Más exportar arquitectura y menos arquitectos, bien, pero también más pasar por la quilla y levantar alfombras y menos patada siniestra «p’alante» y aquí no pasó nada…


Deja un comentario