La Academia sueca que confiere los premios Nobel anualmente no deja de sorprender al mundo con sus dos últimos galardones. El primero, a dos economistas que ahondaron sobre la importancia de la teoría de los contratos a través del análisis de las implicaciones económicas que existen en el Derecho. Y el segundo, no menos sorprendente, el Nobel de Literatura al cantautor estadounidense Bob Dylan.

Como nos dice con acierto diario El País en una reciente crónica explicando el otorgamiento de este premio a un compositor musical: “¿Un músico, cuya única obra en prosa fue un fracaso, cosechando el mayor de los premios literarios? Imposible. Pero lo imposible es lo que mejor se le ha dado a este compositor que cambió como nadie el concepto de canción popular en el siglo XX, añadiendo una particular dimensión poética a la música cantada”.

Sin duda debe ser muy difícil para alguien como yo, nacido en los albores de la década de los 70, no haber escuchado a Dylan y la profundidad de las letras de Blowing in the Wind, The Times They Are a Changin o Like a Rolling Stone. Y son justamente las letras de estas canciones, que las he vuelto a escuchar, las que me han motivado a reflexionar sobre la importancia de la libertad.

En Blowind in the Wind (Soplando en el viento) hay una parte en la que Dylan se pregunta: “¿Cuántos años puede la gente existir antes de que les sea permitida la libertad?”. Pues esa misma pregunta es la que me hago yo cuando recuerdo que hemos vivido cerca de 10 años prisioneros de una revolución que nos les deja a nuestros hijos escoger los estudios universitarios que desean. Que pretende impedir a las empresas de medicina prepagada terminar legal y unilateralmente los contratos suscritos con sus afiliados, ante la promulgación de una ley que puede literalmente llevar a la quiebra a la mayoría de estas. Que ha entorpecido la libertad de empresa y emprendimiento al castigarnos con toda clase de impuestos y salvaguardas; y, que ha socavado de manera sistemática la libertad de expresión, a través de una Ley de Comunicación que, con sus multas progresivas y derechos a la réplica, ha convertido a los pocos medios de comunicación independientes del país en una impresora de burdas “aclaraciones” que no hacen sino dibujar de cuerpo entero a un gobierno que desprecia las libertades ciudadanas.

Bob Dylan responde poéticamente que este tipo de opresiones se superan “soplando en el viento”. Sin embargo, la respuesta que se nos debe exigir hoy a los ecuatorianos es otra. Debemos, con la fuerza de nuestro voto, escoger al candidato o candidata que nos ofrezca un cambio positivo, alguien que nos susurre al oído: “senadores y congresistas, por favor, oigan la llamada, / y no se queden en el umbral, / no bloqueen la entrada, / porque resultará herido el que se oponga, / afuera hay una batalla furibunda, / que golpeará sus ventanas y hará crujir sus muros, / porque los tiempos están cambiando”.

(O)