ORIENTE PRÓXIMO Entrevista a palestinos residentes en España y Gaza

'Los palestinos no tenemos derecho a soñar'

  • 'La clave para resolver la situación es que cesen las injusticias', asegura el joven Ezzedeen

  • 'No es fácil dejar las casas ante las bombas, no hay ningún lugar seguro', cuenta Hadil

Hadil y Aysha, en las oficinas de la APAEE.

Hadil y Aysha, en las oficinas de la APAEE. GONZALO ARROYO

"Los palestinos no tenemos derecho a soñar" cuenta Aysha con la mirada enmarcada en lágrimas. Su primo murió el martes en un ataque del ejército israelí en Gaza y tres casas de su familia han sido arrasadas. Esta ama de casa gazatí que lleva 32 años en España recibe a EL MUNDO en Madrid. A pesar de haber pasado varias décadas en nuestro país, asegura que "su corazón está en Gaza" junto al resto de sus familiares, diseminados a lo largo de la angosta Franja.

"Palestina está herida", expresa con preocupación. Ella también lo parece. Cuesta liberarse de sus ojos mientras explica que su última visita a la Franja fue hace cinco años, con la operación 'Plomo Fundido' -la ofensiva israelí de 2008 sobre Gaza que causó 1.400 muertos- aún reciente, para visitar a su padre moribundo. A su madre, que falleció poco después, no pudo despedirla y ese adiós frustrado parece dolerle más que nada, manifiesta durante un encuentro organizado bajo el auspicio de la Asociación de Periodistas y Escritores Árabes (APAEE).

Hadil, estudiante gazatí de 30 años que también reside en Madrid con su marido y su hija afirma: "Me gustaría volver allí, pero no puedo", con una aparente serenidad que contrasta con la de su compatriota. "Los habitantes de Gaza tienen dos visiones enfrentadas: por un lado, les gustaría marcharse y vivir en paz, pero por otro, si te vas no puedes regresar y allí está tu familia, tus lazos con la tierra". Mientras su hija Yara, de cinco años, une con celofán folios pintarrajeados, su madre se lamenta de que los niños de otros parientes de la Franja no puedan jugar en los parques ni reír en los columpios como ella.

Amenaza permanente a sus vidas

A 3.000 kilómetros de distancia, Ezzedeen, residente en la Franja, declara a EL MUNDO a través de una red social que "un alto el fuego no es la solución para remediar lo que se está produciendo en Gaza. La clave es que cesen las injusticias primero". El joven palestino denuncia, igual que las dos mujeres, que durante la mayor parte del día "no tienen agua ni electricidad". " Encendemos la radio para ver donde están golpeando las explosiones. Es insufrible escuchar como lo que era un sonido lejano se va acercando poco a poco".

Aysha y Hadil no lo tienen fácil para contactar con sus seres queridos desde España. Aysha narra como a veces permanece en vilo toda la noche aguardando el momento en el que sus allegados vuelvan a tener corriente o cobertura para hablar por teléfono o a través de las redes sociales. Los tres coinciden, por los testimonios de sus parientes o su propia experiencia, en que ésta es la peor situación que se ha vivido en la Franja hasta la fecha.

Atrapados en sus propios hogares

Ezzedeen no es capaz de relatar lo que ocurre en las calles de Gaza porque no se atreve a cruzar el umbral que le separa de ellas. "No es seguro salir, muchas personas han muerto en bombardeos en la vía pública porque no soportaban seguir encerrados en casa". Cada día, al escuchar el silbido de los proyectiles, todo lo que se le viene a la cabeza es que el próximo ataque caerá sobre su hogar. "En ese momento creo que tengo una cita con la muerte pero el tiempo lo retrasa cada vez. Es una sensación que no le deseo a nadie".

Afortunadamente, todos los miembros de su familia están bien, dentro de la angustia y el agotamiento que sienten. "No podemos dormir porque el estruendo de las bombas interrumpe nuestras breves siestas, ni comer ya que la radio arroja noticias horribles de muertos y sangre, no podemos ducharnos tranquilamente porque cuando no llevas ropa piensas que no quieres morir desnudo".

En tanto que al joven le gustaría escapar con los suyos a un lugar en el que habitar en paz, Aysha se pregunta "¿Pero dónde van a ir? Los soldados te avisan un par de minutos antes con un cohete, en ese instante tienes que abandonar la casa que has estado ahorrando toda la vida para construir". Hadil comenta: "Es difícil moverse con toda la familia, sobre todo si hay ancianos. En muchas ocasiones, en las viviendas hay allegados que se han refugiado allí huyendo de los misiles. No hay ningún punto donde ir, todo el territorio está amenazado".

El clan de Ezzedeen pasa la noche en la misma habitación, en un intento de morir unidos en caso de ataque. No quieren reproducir el drama de su amigo Mohammed, que sobrevivió junto a su padre a la matanza de su familia y ambos se han visto confrontados al amargo trago de enterrar al resto.

Jóvenes sin futuro

Al tiempo que Yara garabatea alegremente, Hadil espera que en el futuro "haga todo lo que pueda para ayudar a su pueblo". La infancia de Aysha en Gaza fue, en comparación con la de la cría, penosa. "Si vienen los soldados, corre", era la letanía habitual entre los chiquillos, que convertía la asistencia al colegio en una excursión diaria al territorio del miedo. Su padre fue encarcelado varias veces y Aysha asegura que no olvidará "jamás" la actitud de un efectivo israelí al detener a su progenitor, que tenía los ojos vendados. "Había un charco en el suelo y el soldado le hizo pasar por encima para que le salpicara el agua".

Ezzedeen, que ha vivido las ofensivas de 2008, 2012 y 2014 se confiesa harto de esperar. "¿Esperar qué? Quizá la muerte...". Tanto Aysha y Hadil como el joven gazatí se quejan de que los jóvenes, al terminar la universidad no encuentran en sus ciudades más que un terreno baldío en el que no arraigan las esperanzas. Para ellos, Aysha reclama "que se les devuelva la capacidad de tener ilusiones".

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