Está en la página 1de 59

1

Caza mereci el Premio Nacional de Poesa Efran Huerta 2006, otorgado


por un jurado compuesto por
Thelma Nava, Baudelio Camarillo y Silvia Pratt

CAZA

CAZA DE FAMILIA

Otra vez esta casa vaca


que es mi cuerpo
a donde no has de volver.
Blanca Varela

Buche, granada, sal, te ped que vinieras,


te lo ped. Y no me oste. De eso te acuso;
por ello me juzgas...
Jaime Reyes

TODO empieza con el padre:


irradian su luz
los labios del que lo nombra.
Las habitaciones existen porque l las ocupa. Segn los rasgos de su rostro
la mesa se dispone. En la ventana su vaho empaa los cristales. Su vista
penetra la tiniebla con una lanza de claridad, a pesar de su mano casi
piedra, que golpea con amor e infinita violencia
el cuerpo entumecido de los hijos.

LOS NOMBRES, vienen, parvada,


oscurecen si la tarde se nubla, gris.

Antes de esto slo dibujos:


marchitas hojas, estrellas mancas, rayones en las paredes (en las cavernas o
edificios, en la roca que testifica el curso del ro, en el autobs solitario de la
noche), garabatos queriendo decir algo sin poder decirlo, negndose a
ilustrar con certeras grafas un discurso inteligible en el que figuren
nuestros pesares.

Desde la sombra,
teje su red la soledad, perfecta,
alrededor de ese Alguien cuya biografa es Algo.
El Nombre,
faro de luz negra
el Nombre.

TODAS LAS PALABRAS que en m resuenan


hoy se rompen
y hacen de su cada la ms silenciosa de las cadas
(paredes que en un sueo sordo se desploman).

Todas las palabras dichas,


hoy nos dicen:
la bondad de Dios
la hicimos nosotros,
qu haremos con esa bondad?

El viento del destino sopla

lobo atroz

y el techo se viene abajo


miedo que de su misterio se despoja.

CAY EL ANTIFAZ de la Historia:


La historia no tena cara.
Mataron ayer al hombre que cambiara la casa desde los cimientos
al Albail- Candidato
la casa ahora es la cscara de esa historia.

SIN EL SOL tambin se vive. He vuelto a mi ntimo encierro. Mi hermana la


tapia y mi hermano el espejo discuten su porcin de penumbra, su secreto
tesoro. En un juego de cartas deciden apostar lo que ya est perdido.
Consagro la suma de mis pertenencias a mi lecho vaco.
Otra vez la vigilia.

-Quin se desvela en la calle solitaria? Debo preguntar otra vez


y fingir
que en medio del insomnio
he hallado la respuesta.

10

YO TAMBIN, me dije, yo tambin puedo ser los otros,


redondear la o y fingir asombro al mirar los puertos;
puedo pensar, mientras platico, en la punta de la barca,
y puedo ir ms all, en donde la luz naufraga.

Yo tambin, me dije,
yo tambin puedo ser otro y no el desamparo,
este animal sin iglesia ni rosario.

11

TODO empieza con el padre?


y la msica en dnde empieza?

El agua del ro toca para m,


improvisa hojas y espuma entre las piedras.

12

HUBO UN TIEMPO en que la apariencia era lo sagrado de las cosas. Por eso
nos
hicimos dao. Lanza en mano, nos buscamos. De casa en casa.
Mi corazn, fruto agrio por aquellos das, solo, en el gemido de la tiniebla.

Hubo un tiempo, rase una vez la palabra:


La mujer que lea las lneas en la palma de la mano
cambi su rostro por el del agua
mientras vimos nuestras caras desplomarse,
piedras que sin remedio
con la corriente del ro se separan .

13

TE SUEO desde tu muerte


en una mala noticia que mi hermano me otorga.

Tu hora y la ma
son relojes gemelos.

Camino y lloro,
he aqu estas dos verdades,
lo dems,
lo que sobra,
es un soplido
una lgrima devuelta
a su inabarcable mar de tristeza.

14

AHORA EL MAR abandona a la playa


como alguna vez la playa abandon al mar.

El faro insiste en guiarnos.

Camino en crculos en este paisaje vaco,


Trazo.

Cuatro paredes que fueron una playa, un mar,


un retrato de familia vislumbrando el amanecer.

El mar abandona a la playa,


como alguna vez la playa abandon al mar

El faro, la playa, el mar?

15

EL PUNTO es un refugio.
(Ah vive el aturdido escriba),

la coma es la ventana de la prosa,

(entra el aire tibio de agosto y seduce


tus piernas

muslos suaves

como suaves en tu odo

son las vocales)

El punto es casa aparte.

Comillas que son candiles


lmparas de tu lectura.

Deca el padre de las cosas que la escritura es propiedad.


Por eso escribo tu voz
para que me llames desde aqu,
en esta cacera del habla.

16

LOS MUROS los hacemos nosotros


Aqu construyo uno: MURO

Otro:

AMOR

17

GRITAMOS
Desgargantados

nos ofendemos

El encuentro de la frase aqu


en la cara de este minuto que tiembla

Fuego que escupe fuego


como una llamarada que se enciende desde la mdula de la brasa
las palabras arden en tu boca
(enjambres destinados a la muerte)
quemndote el aliento

En nuestro enojo
somos el resuello que azota los rboles
estruendo nada ms de mirarnos en el aire turbio
pulmones agrios

escupitajos

(hocico cerrado es belleza)

18

CARGAMOS a nuestros abuelos,


a los padres de sus padres,
y algn da seremos lastre de los hijos que no tendremos,
de los hijos que cabalgan
en la frgil senda de la esperanza.

El padre nace en los hijos,


asoma los ojos en sus ojos,
y humedece la garganta en el pozo eterno de la descendencia.

As
los hijos matan al padre ya librados de la noche. Cadver.
Y la tierra vuelve a su centro.

Familias: criaderos de alacranes.


Octavio Paz

19

ODIOS

20

Si le soplas a una chispa, se inflama ms todava;


si escupes sobre ella, se apaga:
la una cosa y la otra salen de tu boca.
Eclesistico 28, 21.

No es humilde aquel que se odia.


E. M. Cioran

S, tengo los ojos cerrados a vuestra luz.


Rimbaud

21

PRLOGO

Como un alacrn de agua descendiendo por tu rostro,


un signo en el muro
que creciera hasta convertirse en la penumbra
y el vaticinio de la muerte.

Como una gota de leche negra


asomndose por el pezn enmohecido de la roca,
el odio inicia
y sobre el mundo se derrama.

22

EN ESE CIEGO IMPULSO

23

I
para Roxana Elvridge-Thomas

El ojo
slo est enfermo,
nublado por un tiempo.

En el momento en que todo se ilumina,


deja su ceguera atrs
e inicia el reconocimiento de su verdugo:

muere la neblina
y lo difuso del paisaje.

As el corazn,
en ese ciego impulso
tambin sabe detener el galope
y entender el brillo de los cuerpos
an en lo ms oscuro de la entraa.

24

II

El momento de la ira es un rayo,


un estruendo en el puo que golpea la mesa,
el flujo de las diatribas que rompen los cristales,
el cicln de la frase y su teora incomprensible.

La retina se estremece frente a un grito de lumbre.

En ese punto nico


el hombre estalla
y es un ro,
el salvaje paso de los caballos en estampida.

25

III

Ni el manto bordado de la castidad


ni los lados perfectos del cuadrado
ni el cuervo en su misterioso vuelo
ni la locura de los ros al anegar los campos
ni la cpula bajo el velo del matrimonio
ni su juego intil de rompecabezas
ni la risa del nio que juega con el revlver de la inocencia

No hay nada
que no pueda ser tocado por la ofensa.

26

IV

Es el rencor la cicatriz,
la herida gana terreno en la memoria
mientras el olfato percibe un extrao aroma a trigo
quemado.
Quin olvida a su verdugo?
Quin puede olvidar el portentoso aguijn del que nos agrede?

La parte que tambin se hereda es el resentimiento:


el leproso levanta la vista,
y en el ms pleno de los silencios
renuncia a Dios.

27

Qu hay en los ojos del que odia?

Pureza negra?

Por qu la luna se aparta de su vista?

Qu hay en los ojos del que odia


que todo puede ensuciar con la mirada?

28

ALGO MS VASTO Y TEMPESTUOSO

29

Cmo pretendes regresar al paraso y fingir que en tus omplatos


est el recuerdo de tus alas?
A quin intentas engaar si tu aureola es de sal?
Cmo deseas que tu pecho se limite a la tranquilidad,
a la ternura,
si tu corazn es algo ms vasto y tempestuoso?

30

II

En dnde tu bella tranquilidad,


tu pie certero y amable con la tierra?

No distinguiste entre el sonido de las campanas y el eco enfurecido del


insulto,
ni llevaste en tu discurso el sentido frgil de la mariposa.

Por qu dejabas que la tarde se expandiera tanto en la duracin de tu


sueo?
Por qu el murmullo era tu costumbre de odiar en voz baja?

Por qu cultivaste el incendio


si no sabas cmo detener el fuego?

31

III

A diario
en tus dientes
el minuto reza
por que llegue la hora violenta.

Quin acusa y jura tormento en los infiernos?


Quin promete la verdad eterna?

Eres un gesto interminable de amargura,


el quejido que ronda los pasillos del futuro
como una fiera insomne.

32

IV

Piensas en la forma del destierro


y huyes con la idea hacia la misma idea:
huir es volver,
huir es correr contra el espejo.

Inclinas lento la cabeza


y nadie te bendice.

Quin dijo que no odiaras?

33

La intencin de la lanza reposa en tus ojos,


ah
donde el recuerdo del amor
dej los vestigios de que algn da tuviste
un latido y un puado de esperanza.

34

ATRIOS

35

Alguien superior a nosotros,


el fuego innombrable,
eterno,
nos odia.

Nos odia al amanecer


y nos lleva hacia la noche matadero.

Algo
o alguien
est odindonos,
aqu mismo;
de lo contrario
no se explica este sufrimiento.

36

II

Piensas en el lago,
en su orilla,
y no concibes que una piedra
pueda alterar su quietud.

Miras la palma de tu mano


y una piedra reposa sobre ella:
esa verdad llegar a ti algn da,
esa piedra que ah ves y ahora no pesa
es el juramento de que el mal existe,
y slo espera,
y solo es piedra...

37

III

El que ama a Dios


hallar delante la misma paz de aquel que lo odia.

El que nada tiene


perder lo mismo que pierde el que lleva al hombro la carga de la virtud.

El despojado de sus bienes no quiere saber de abundancia,


porque su pie est en el suelo
y porque sabe
que nada que posea el hombre
podr llamarse riqueza.

38

IV

Tuyo es mi odio,
Tuya es esa lgrima que ahoga desde los ojos hasta los puertos.
Tuyos son el vientre del volcn
y el beso de la alabarda en el cuello.

Tuya ser mi muerte


cuando yo muera.

39

Asmate al ro turbio del hubiera


Mira cmo se aleja la posibilidad
Al final se quiebra
Entonces
Comprendes que nada en el odio
puede contagiar la sencillez de una lnea recta

40

EL DESIERTO DE ESTA SED

41

Quiso en su espejo un rostro ms bello


y slo encontr la condicin del mapa,
las rutas que fue sorteando,
los caminos que err,
el retorno y la partida.

En sus ojos se reflejan los ojos de la muerte


la sequa que deja en tinieblas su vista y lo mirado.

42

II

Su poder:
corona de crtalos
se arrodilla
para besar los pies de su efigie omnipotente.

Habla y hurga en su historia para entenderse


como un cincel
para saber del ardor y del escarnio.

Libre de veneno
su lengua jur amor,
la eternidad del latido
en el corazn de los dioses.

43

III

Nadie vence,
nadie vence en esta guerra,
no hay contrincante en el abrazo,
slo dos amantes que se hieren a voces.

Despus,
estar solo.

No hay ms sombra que uno mismo.

Errante y con un vaso lleno de agua


cruzar el desierto de esta sed.

44

ASUNCIN

45

Yo no conoc al odio como se conoce al rbol.


No lo conoc en la raz de la traicin
ni en el tronco de la furia,
ni supe de l
por los frutos de la venganza.

Yo conoc al odio en el espejo.

46

II

Llamo a esta noche con tu nombre,


para aproximarme al fondo de mi fnebre sueo.

A esta noche incierta,


entro con los pies desnudos,

me hinco,
y desde el suelo
elevo mi odio
elevo mi amor
y son verdaderos.

47

III

Como larga sombra sobre el camino


dej el cansado cuerpo de mi cuerpo
y en la fractura del frgil tobillo
hall la esencia de todo tropiezo.

48

IV

La luz
demuestra que s puede ignorarme,
sus garras me esquivan.
Quiere la luz decirme t no existes.

Su velo pasa rpido.


Reconozco en las sombras mi legado,
s de quin soy hijo,
lo agradezco,
pero en mi pecho

una insistencia de agujas me pregunta


Por qu el odio?
Mis manos
ridas
todo lo secan,

inevitables
manchan la semilla.

49

Hay algo que pregunta este cierzo,


algo parecido al miedo.

Y no s responder.

Y blasfemo.

50

VI

De esta manera se muere,


primero el augurio irascible,
despus el golpe certero en la frente,
donde el hombre y Dios
son Uno?

51

VII

Pienso en lo que pude odiar


y sin embargo am de ti.

Am de ti ese rizo dcil de tu frase,


tus ojos en silenciosa estancia distrados por el mar.

Am de ti la carne,
esa prisa interna
que nos hace amar a cualquier precio.

Pero tambin am de ti
la forma afilada de la ua en tu caricia,
am la piedra del pecado
y la burla de tus gestos.

Pienso en lo que pude odiar


Y sin embargo...

52

VIII

Mi destino:
plato vaco,
la puerta abierta.

No la vergenza,
no la culpa
y no el arrepentimiento que arrastran los muertos hasta la
tumba.

Con el filo de la desgracia en la boca


voy cortando aquello que nombro.

La navaja es mi palabra
y me hablo de frente para irme en gajos.

Sangro la verdad de ser yo el que habla.


Mi esencia es esta herida que lastima,
este cortar sin reposo.

53

IX

Que nadie pregunte por m.


Que nadie me llame a su mesa.

Hoy me odio ms que nunca.


Que nadie sepa que entre ustedes voy creciendo.
Hoy me he vuelto el Mismo.
El hocico del perro,
colmillos firmes buscando la carne.
Aprendo sus costumbres,
su manera de llevar en la mentira lo sagrado.
Avanzo entre los hombres,
y sus rostros
son los rostros de los nios que han sido asustados
con la leyenda del dios enfurecido que habr de
castrarlos.

54

Qu dir del barro?


Yo provengo del grito,
del bramido iracundo del trueno.
Qu dir,
si yo fui el ltigo,
la sonrisa del hacha que cort el rbol.

55

XI

Ahora s de tu palabra por la ma,


mrame cantarla como un viejo
alrededor de cementerios y templos
como una leyenda que a nadie logra arrancarle el sueo.

Levant mi furia
y la derram sobre el mundo,
fue mi frente
testigo de la tormenta
y nunca ped el perdn que se les otorga a los heridos.

Ahora entiendo que no hay caminos:


el pie y el paso son una ilusin intil
que permite que el ojo sea un eje ciego
entre el suelo y el arco del movimiento.

No tuve el hombro del hombre

56

por encima de mi tierra.

Vencedor y vencido,
soy un hurfano
que bajo el yugo de los nombres
se corta la cabeza.

57

XII

Es cierto,
el nufrago ambiciona el mar entero en sus pulmones

Quiere morir de agua


y volver a morir como la ola

Ser de agua
lavar su pena
y su pecado

58


Quien proviene del amor proviene del odio,
y el camino entre ambos infiernos no es extenso.

59

También podría gustarte