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Michael Sandel, de 61 años, es uno de los académicos más respetados del mundo. Desde hace 20 años dicta en la Universidad de Harvard el curso ‘Justicia’, que ha sido llevado a la televisión. | Foto: Iván Valencia

ENTREVISTA

“Hay una profunda frustración con la democracia”

El filósofo Michael Sandel, estudioso de Harvard sobre ética y moral, vino a Colombia invitado por el Colegio de Estudios Superiores de Administración, (Cesa). Con SEMANA habló sobre Wall Street seis años después de la caída de Lehman Brothers, entre otros.

13 de septiembre de 2014

SEMANA: Hace exactamente seis años, la debacle de Lehman Brothers desató una de las crisis financieras más graves de la historia. ¿Aprendió el mundo algo de esa experiencia?

MICHAEL SANDEL:
El mundo financiero no aprendió nada. Pero lo que más me preocupa es que el público, en general, tampoco sacó una lección. Para mí es un misterio entender por qué una falla tan dramática del sistema no logró quebrar nuestra fe triunfalista en el mercado. Tras la crisis, muchos asumimos que esa fe ciega, que dominó la política durante décadas, iba a terminar. Pero nos equivocamos.

SEMANA: ¿Qué hizo falta?

M. S.:
¡Un debate serio! Hoy vivimos en democracias sofisticadas, pero no nos gusta preguntarnos si los mercados de veras le sirven a la gente. Después de la crisis de Wall Street, nadie se atrevió a poner seriamente en duda el papel que el dinero tiene en nuestra sociedad.

SEMANA: La Justicia estadounidense castigó a los responsables con multas multimillonarias. ¿Fue un castigo justo?

M. S.:
El problema de multar a los bancos es que terminan viendo las multas como un costo más. Y entonces pierden sentido. Pienso que debió haber castigos individuales y además, en intercambio al rescate masivo que la gente financió con sus impuestos, la obligación de incluir a voces ciudadanas en las juntas directivas. Obama quiso hacerlo, pero al final no fue capaz y perdió mucha credibilidad.

SEMANA: Pero Obama introdujo importantes regulaciones.

M. S.:
Las reformas no son suficientes. Tras la crisis, quienes pagaron los platos rotos fueron los ciudadanos con sus impuestos. Y así y todo la gente nunca exigió seriamente que se sacaran lecciones para que los excesos y la temeridad de firmas financieras jamás volvieran a repetirse.

SEMANA: ¿Por qué cree que la sociedad evade las discusiones de fondo?

M. S.:
Los mercados son tan atractivos que nos hacen olvidar las preguntas esenciales de nuestra existencia. Así, han terminado por hacernos pensar que podemos ahorrarnos la necesidad de tener una ética y un compromiso con los asuntos sociales y políticos que deberían importarnos. El pensamiento mercantil se ha tomado todos los aspectos de la vida: la familia, el civismo, la salud, la educación, la política, los medios e, incluso, la ley. Y esto es grave porque al hablar de mercados hoy no solo hablamos de carros, tostadoras y televisores de pantalla plana, sino también de nuestros valores. Y ahí corremos el riesgo de corrompernos.

SEMANA: Colombia vive el caso de Interbolsa, una firma que transgredió la ética y la ley y afectó a muchas personas para beneficiarse. ¿Es este un síntoma de una sociedad con una moral enferma?

M. S.:
En 30 años, el mundo, sin darse cuenta, ha pasado de tener una economía de mercados a ser una sociedad de mercados. La economía es una herramienta valiosa y efectiva para organizar la actividad productiva. Pero una sociedad de mercados es un lugar donde todo queda a la venta, donde la lógica mercantil lo invade todo y crea sociedades tímidas, reticentes. En esas sociedades, y Colombia no es la excepción, la gente prefiere no hablar de ética, ni de los asuntos que de veras importan, sino que dejan sus convicciones morales y políticas en casa y viven según las reglas del mercado. Por eso pasan esas cosas.

SEMANA: Como profundo conocedor de las mecánicas globales, ¿cómo ve a Colombia?

M. S.:
Es mi segunda visita y hablo desde la posición de un observador externo que siente mucha simpatía por el país. Yo admiro a Colombia, pues siento que ha hecho avances impresionantes, tanto económicos como políticos. Pero también veo que está enfrentando los típicos desafíos de una sociedad cuya economía y democracia apenas han vivido éxitos parciales. Me refiero a la corrupción, la inequidad y por supuesto también a un desafío muy especial: las negociaciones de paz.

SEMANA: Si los éxitos económicos y democráticos no son suficientes, ¿qué paso debe dar Colombia para seguir progresando?

M. S.:
Deben aprender a cultivar lo que yo llamo la ciudadanía democrática. Me refiero a la necesidad de que la gente sienta que la política en el país está dedicada a grandes cosas, a lo verdaderamente importante: los valores, la justicia, la igualdad, la educación, la salud. Las sociedades pluralistas muchas veces creen que la mejor forma de respetar las diferencias morales y espirituales entre la gente es manteniéndolas fuera de la esfera pública. Piensan que así están cultivando una sociedad tolerante. Pero se equivocan. La forma más sincera de respetar nuestras diferencias no es ignorándolas, sino comprometiéndonos con ellas muy seriamente, y en público. Aprendan a debatir, a cultivar el arte de escuchar al otro, a tomar en serio al otro con base en el respeto.

SEMANA: Los colombianos se están acostumbrando a ver lo contrario: las peleas personalizadas entre sus líderes políticos. ¿Qué consecuencia tiene esto para una sociedad?

M. S.:
Alimenta la frustración de la gente con la democracia. Cuando la política consiste en disputas individuales, la población se hunde en la amargura. Las rivalidades personales y partidistas les roban espacio a los intereses del ciudadano. Yo he viajado por el mundo y en casi todas partes he percibido una profunda frustración con la política, con los partidos, con las instituciones y con los mismos políticos. En el corazón de esa frustración se oculta la idea de que el discurso político es hueco, de que es tecnocrático y no inspira a nadie o de que solo consiste en el grito apasionado, pero vacío.

SEMANA: Usted le da mucha importancia a la necesidad de que la gente vea un significado en las acciones de sus líderes y en las instituciones de su país. ¿Usted cree que Colombia podría encontrar ese significado si firma la paz?

M. S.:
La paz es una oportunidad histórica y preciosa para fortalecer la política y la democracia. Pero quiero que sepan que un acuerdo de paz solo es el comienzo de la creación de una cultura democrática. Necesitarán una reconciliación genuina, que permita contar la verdad y pedir perdón. Ustedes tienen un desafío político, moral y espiritual. El mundo entero está mirando, y todos nos preguntamos si ustedes serán capaces de construir un nuevo país sobre el fundamento de la paz y la moral.

SEMANA: En un país donde ha habido una guerra y donde todavía imperan la corrupción y la ilegalidad hablar de moralidad es difícil. ¿Cómo hacerlo?

M. S.:
Mediante liderazgo e instituciones en las que la gente pueda confiar. Pero hay algo más importante: la educación de los ciudadanos. Una educación basada en valores tan básicos como el respeto mutuo y la tolerancia del desacuerdo. Ese sí que es un proyecto importante y, además, uno a largo plazo. Solo así podrán fortalecer su tejido moral y cívico y construir una sociedad verdaderamente democrática.