¿Cómo sería realmente vivir mi vida como yo quiero?
Cuantas
veces en la adolescencia y también en la vida adulta, le gritamos a la familia
o la gente llenos de rabia y desdén. --Déjenme vivir mi vida como yo quiero—y al
respecto, nos hemos preguntado ¿Cómo sería esto?, es acaso que no vivimos nuestra
vida como realmente queremos y si llegamos a la respuesta NO,
entonces ¿qué carambas estamos haciendo?
Si dejamos que cada una de las
decisiones que tomamos estén tocadas por la influencia colectiva, o porque “así
tiene que ser”, o porque “así lo marcan los estatutos”. ¡Estamos fritos!
Las personas que nos rodean tienen
la capacidad de otorgar sus ideas o pensamientos hacia nosotros, (tal vez es un
derecho, dependiendo de la persona que sea o sólo sea su obligación porque así
lo siente); sin embargo, el hecho de que nos compartan sus ideas, no significa
en ningún momento, que hagamos las cosas como ellos consideran que deberían ser
hechas. Para ellos es un modo de estar pendientes de nosotros y mostrar su
cariño y su aprecio, sin embargo, el libre albedrío que cada uno de nosotros
posee, nos permite analizar concienzudamente cómo debemos enfrentar de la mejor
manera la situación que estamos viviendo, ya que es nuestra vida y será un
peldaño para la construcción del futuro, que estará próximo a venir.
Entonces si partimos del análisis anterior,
sin tomarnos las cosas tan a personal, regresaríamos a la pregunta inicial. ¿Cómo
sería vivir la vida como yo quiero?
Primeramente se requiere estar en contacto con nosotros mismos, tener
claro que es lo que realmente necesito ahora en y para mi desarrollo, haciendo
de lado los berrinches o caprichos, permitiendo el sentimiento, la emoción y
también la reflexión. En la medida en que tenemos contacto con nuestro ser
interior, podemos estar mucho más claros de qué cosas son las que molestan e incomodan, o solicitan una atención
especial y de ahí se abre todo un
panorama que permite reactivar las
potencialidades y comenzar a cambiar diversos aspectos, que así lo requieren o
generar nuevas estrategias de abordaje.
¡Claro, siempre y cuando se quiera realmente!
En segundo lugar, es primordial hacer
uso de una lupa interna y externa, para analizar la cantidad enorme de
creencias y modelos de vida que tenemos interiorizados en lo más profundo de
las células. Al vivir en sociedad, nos vemos impelidos a escuchar y recrear (aunque
no queramos) diversos modos de vida y pensamiento. Las ideologías son lo más difícil
de detectar a simple vista, ya que, en algún momento de la historia del hombre
fueron ideas a las cuales la sociedades se estaban enfrentando en realidad; sin
embargo, con el paso del tiempo se vuelven obsoletas e inoperantes; pero, de
todos modos siguen viviendo en el inconsciente colectivo de las personas. Por
ejemplo: Guardar cosas porque en algún momento pueden servir; esto era útil en
tiempos de carencia o de guerras o simplemente porque se podían mandar a
reparar fácilmente; ahora cuando las necesitamos ni siquiera sabemos en dónde las
guardamos. Ahora imaginemos ejemplos en nosotros mismos, en donde realmente
pensamos o vivimos con ideas post revolucionarias que hoy día son ineficaces.
Es un hecho que cada uno de nosotros
vivimos la vida, pero a veces no como realmente queremos, porque permitimos que
las influencias exteriores nos determinen; ya sea que seguimos las líneas
marcadas por las autoridades (padres, maestros, etc.) o el inconsciente
colectivo, o los “deberías”. Pero, somos, cada uno de nosotros, los que tomamos
esta decisión. Lo que se tiene es miedo: a cambiar de paradigma, a soltarnos y
permitir que las cosas sean de modo diferente. A defender inclusive nuestro
modo de pensamiento ante determinadas personas. Miedo a ser felices, a
experimentar, a soltar; tal vez miedo a la libertad y al gozo.
Y esta reflexión me lleva de nuevo a una
frase dicha hace décadas por Fritz Perls.
Bienvenido
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