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Aquí también hay que leer compulsivamente (LFC)

Do Not Feed the Architect

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Or, you know, do.

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Terminada la campaña de crowdfunding asociada al Pabellón Organic Growth de Izaskun Chinchilla –y conseguido el objetivo que esta perseguía (enhorabuena, pues)- es buen momento para analizar el caso como sistema y como parte de un proceso replicado y replicable que permea la profesión de arquitecto –y en buena medida a la sociedad occidental- en una u otra manifestación –a falta de mejor palabra- estilística.

Debe uno en primera instancia aislarse de nombres y particularidades. Se entiende  por tanto que la autora decida lanzar la campaña y construir el objeto en cuestión de todas las formas posibles (Sin compartirlo) sin entrar en las razones particularizadas del caso (La posibilidad de entenderlo como una inversión, la de construir en Nueva York, la exposición etc…). Más allá de estas cuestiones, que considero privadas –incluso para el caso de la campaña en cuestión, afectivas- y que como tales deben quedar fuera de este escrito, puede establecerse un análisis del proceso que se oculta detrás de esta capa de información y de lo que representa.

Los antecedentes son conocidos: Tres organizaciones no gubernamentales, FIGMENT, SEAONY y ENYA organizan un concurso para la construcción de un pabellón de verano en Governor’s Island, una isla situada en el rio Hudson, frente a Manhattan, bajo el título City of Dreams 2015.

El término “no gubernamental” resulta en ocasiones confuso. No indica necesariamente nada, más allá de la falta de adscripción a la estructura del estado (del gobierno federal, local o estatal en este caso). Así, Figment es un evento (non profitable, ciertamente), SEAONY (Structural Engineers Association of New york) es una asociación de ingenieros estructuristas y ENYA (Emerging New York Architects) forma parte de la AIA (American Institute of Architects) y su objetivo es dar visibilidad a las oficinas emergentes del estado. Governor’s Island por otro lado está dirigido por un trust que abarca desde la organización de eventos en la parte de la isla cuya administración corresponde al Servicio Nacional de Parques hasta el desarrollo inmobiliario (Educativo, residencial asociado a este, comercial, hotelero etc…) en la parte que administra la ciudad de Nueva York.

Sin entrar demasiado en los requerimientos del concurso, resulta peculiar (permítanme lo anecdótico, pero revelador) que no aparezca por ningún lado qué es concretamente lo que ganará el equipo que resulte seleccionado –ni siquiera queda muy claro que sea la construcción del pabellón en cuestión, que se da por sobreentendida- y sí que lo hagan las fianzas por participar (Y que van de los 20$ (estudiantes) a los 80$ (grupos)).

El objetivo pues –pese a que les invito a leer las bases completas- es la construcción del mencionado pabellón cuyo fin (aparte de las cuestiones puramente técnicas, sombra, protección frente a la lluvia etc…) se percibe –más allá de un decálogo sostenible no excesivamente profundo- como una cuestión performativa aislada. Un sustainable pocket que se mueve excesivamente próximo a lo publicitario a modo de demostración inspiracional para los visitantes de la isla durante el evento Figment.

En otras palabras, se trata de un proceso que persigue una sostenibilidad objetual, prácticamente artesana, cuyo carácter supuestamente educativo por representación es solo una muestra excesivamente reducida de la cuestión sostenible a escalas mayores (cuestión está que aparece en las bases). ¿Es la reutilización –artesanal- de ciertos elementos reconfigurados para la construcción de otro objeto realmente sostenible? ¿Lo es si no tiene en cuenta la mano de obra necesaria? ¿Es más realista entender que la cuestión reutilizable debe empezar a abandonar la artesanía y el do-it-yourself (Validos a muy pequeña escala) para acercarse e imbricarse con la industrialización a todos los niveles?

Y, por emplear el concepto de censura ideológica de Zizek, ¿No pueden tenerse las dos cosas? ¿No puede conseguirse un objeto que cumpla los requerimientos técnicos necesarios, que alcance los parámetros de sostenibilidad material establecidos y que sin embargo no olvide los económicos (la gran escala, la industria Vs la artesanía, la producción del mismo, la mano de obra, el proyecto…)?

Debemos aquí analizar el concepto de pro-bono, que podría emplearse como justificación (O excusa) para este tipo de cuestiones. Sin querer llegar a una comparativa excesivamente moralista, parece extraño que se emplee esta definición para una actuación cuyo objetivo es educar (¿Sobre-educar?) a algunos de los ciudadanos con mayor renta per cápita media del mundo, en la más paradigmática de las urbes de la primera economía internacional y que, para hacerlo, deba despejarse de la educación la incógnita del coste de la mano de obra (Muy real) y de –y quizá esto sea lo más grave- el trabajo de los profesionales que diseñan el pabellón y su responsabilidad aparejada. Asumo que mi escepticismo con respecto a estas cuestiones publicitario – performativas viene de lejos, pero no puedo dejar de relacionar este tipo de actuaciones –salvando las distancias- con las apariciones de actores famosos ante la ONU como forma de endulzar lo que un experto (real) en el tema podría explicar de forma mucho más consistente y honesta. ¿Necesitamos la píldora de azúcar?

Así, el pabellón –cualquier pabellón, pues de lo que tratamos aquí es del sistema, no del caso particularizado de 2015- podrá representar (Y cito de las bases)  A new way of thinking (is) necessary to solve the problems that the world faces. Inevitably, the result will be a change in the basic practices that have driven the world to its current state, pero lo hará solo de forma teatralizada y  en buena medida apoyado en parte de esas prácticas que parece querer eliminar (Entre las que no es menor la falta de consideración industrial y productiva aparejada a la creación del objeto, desde su concepción hasta su montaje). Incluso aunque entendiéramos el concepto pro-bono la experiencia es difícilmente replicable como modelo más allá de lo puramente espectacularizado y singular por lo que su fondo real resulta en exceso superficial. Es cierto que la sostenibilidad es uno de los paradigmas a los que debe el planeta enfrentarse a nivel global (esto no es discutible), pero no lo es menos que esta debe integrarse en la realidad económico-social de un entorno en el que –en buena razón- ni los trabajadores dejan de cobrar por su labor ni deben hacerlo bajo ningún concepto los arquitectos por la suya. De nuevo Zizek, ¿No puede la sociedad entender que la sostenibilidad implica todos estos aspectos, no solo ambientales sino también económicos y sociales? ¿No estamos reduciendo a los ciudadanos a quienes pretendemos educar (admitamos por un momento el exceso de ego) a seres unidimensionales incapaces de asumir la compleja profundidad del concepto llevado hasta sus últimas consecuencias y trocado en cambio por una mera representatividad?

La campaña de crowdfunding (O alguno de sus textos asociados, lamento ahora no recordar cual) afirmaba en cierto punto que los arquitectos hemos cambiado nuestra forma de acercarnos al trabajo y a nuestros clientes. Si bien esto es cierto –no se trata ya de esperar al próximo promotor-cliente sino de ofrecer nuestro trabajo y de investigar sobre su pertinencia-el caso se lleva al extremo cuando es el profesional quien debe procurar la financiación del mismo eliminándose él mismo de la cuestión y quedando su justa retribución pendiente de un laxo “si sobra algo”. La cuestión queda muy lejos del empate y se adentra peligrosamente en el concepto “pagar por trabajar”: Ni la producción de los proyectos –ni la responsabilidad aparejada, que no es eliminable- es a coste cero ni lo es la organización de una campaña de crowdfunding en la que se incluyen imagino viajes, eventos y demás cuestiones accesorias. Nos encontramos así ante una falacia de la ventana rota invertida, en la que los supuestos beneficios de algo pueden llegar a ocultar sus perjuicios o, al menos, las implicaciones económicas complejas aparejadas. [En la falacia el cristalero trabaja, es decir, de un mal se obtiene un bien, pero el monto de su ganancia podría haberse redistribuido de otra forma sin la pérdida del objeto original, lo que genera un sistema económico distópico en el que las carencias en otros campos implican reverberaciones mucho más extensivas: El dinero de la ventana nueva –imprevista- deja de circular en otros sectores en los que su presencia era quizá más necesaria, afectando así de forma logarítmica a un amplísimo número de agentes)]

Más allá de la cuestión pro-bono (Bastante cuestionable para el caso como ya hemos explicado y para mí no aplicable) el sistema asume en buena medida que el premio – ¿el pago?- para los arquitectos, y en general todas las profesiones asociadas a lo que en el mundo anglosajón se conoce como diseño, es la posibilidad de llevar a la realidad nuestros proyectos. De hacer, permítanme que lo reduzca a esto, lo que nos gusta y nos apasiona. Mirando algo más allá de la cuestión colorista, del propio objeto y el autor, de lo sostenible (o no tanto) y no gubernamental, ocurre con excesiva frecuencia que se admite este principio falso y peligroso que permea la estructura profesional a todos los niveles y que emparenta –en otros entornos- con los binomios “aprendizaje – explotación” y “concurso de ideas – baja temeraria”. Se percibe por tanto que en profesiones con un alto componente vocacional, el sistema capitalista incluso en su acepción aparentemente más “caritativa” (Y perdonen el empleo de este término que no acaba de gustarme) explota el interés y la pasión particulares a cambio de otros beneficios que pese a poder existir no palian la realidad subyacente de que se ofrece trabajo, esfuerzo y responsabilidad a cambio de etéreas promesas de exposición y auto-realización (que no niego pero que no pueden jamás convertirse, como de hecho están haciendo, en moneda de curso legal).

[Mi propia visión a este respecto es múltiple y pese a que la idea de inversión puede llegar a ser válida (Pagar por exposición mediática) deja de tener validez cuando la realidad es que se comporta –para el caso general- como un sistema constante y no tanto como un evento único e iniciático]

[No entrare, pese a que es analizable, en el hecho de que la campaña se desarrolla en parte en España (país altamente precarizado) y en buena medida entre arquitectos (que pasan por uno de sus peores momentos como profesión) para construir un pabellón (festivo –tómese de forma en absoluto despectiva pero si relacionada con la pertinencia-) en USA (primera economía mundial), ni en la algo cuestionable teoría de que representa el caso un triunfo para la arquitectura española que si bien puede mostrar musculo creativo revela en buena medida muchas de sus tradicionales carencias organizativas y económicas y clichés profesionales, enseñando una hilacha excesivamente peligrosa y ya tratada: la de que el pago es poder trabajar]

Reitero desde aquí mi enhorabuena a la autora y repito que es para mi –pese a no compartirlo- comprensible –incluso aplaudible- que quiera desarrollar su proyecto. Sin embargo y lejos de lo particular, insisto, entiendo que el proceso se asienta en un sistema que intercambia las más de las veces trabajo por promesas y que los arquitectos hemos asumido con excesiva docilidad hasta extremos que se alejan peligrosamente de la cuestión donor, pro-bono o de mecenazgo –tan común en la sociedad norteamericana- para expandirse a todos los niveles, desde el más sencillo escalón laboral hasta cuestiones mediáticas como esta.

Pasa la cuestión sostenible para quien esto escribe por la comprensión de su infinita complejidad y su clara implicación económica. De la misma forma pasa nuestro trabajo, la exportación del mismo y sus nuevas manifestaciones por la asunción irrenunciable del concepto de labor remunerada y de que la pasión, el interés, la capacidad o la responsabilidad,  ni son gratuitos ni pueden serlo.

Written by Jose María Echarte

May 4, 2015 a 14:57

6 respuestas

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  1. ¿Me habéis baneado?

    arquitextonicam

    May 5, 2015 at 15:08

  2. Dos de las fisuras que IMHO, tiene tu respuesta. En plan teletipo, que sabes que no tengo tu prosa:

    En cuanto a la sostenibilidad, criticas la línea de Chinchilla por la ausencia de una hipotética línea de trabajo con la complejidad económica-empresarial-industrial. Wrong. Esa ausencia es su punto fuerte y uno de los valores, creo que la hace ganar el premio. Esa línea industrio-econo-epresarial está muy desarrollada en EEUU. Saben usarla y no les interesa. Las sostenibilidades por otro lado, son muchas. Criticar una línea, porque no está en otra, no vale.

    Hablas también de la necesaria remuneración/compensación por la responsabilidad dimanada del trabajo del arquitecto. Wrong. Esto solo se produce, si y solo si, ese trabajo está recogido en la LOE. No voy a decir si ese trabajo es arquitectura para que no entremos en el debate sobre el sexo de los ángeles, pero es así de claro.

    Ese pabellón, follie, divertimento o como lo quieras llamar, no provoca responsabilidades civiles del nivel que las provoca el ejercicio profesional reglado ergo… ¿de qué tipo de trabajo estamos hablando? Para mi del pasional, del tipo de trabajo que realiza el artista y que puede llegar a prescindir de compensación económica.

    Dándome tres patá`s el discurso de los fresh cuando consiguen hacer cosas, me molan. Eso si, para mi no son arquitectura.

    arquitextonicam

    May 5, 2015 at 15:09

  3. La sostenibilidad es una cuestión que debe -cuanto antes- alejarse de lo artesano (Y en general muy poco eficiente) para asumir que lo industrial -bien entendido- es el camino. En este caso se trata de la ciudad del futuro (O eso piden las bases) y de ahí viene la crítica. No existe sostenibilidad sin tener en cuenta el aspecto económico. Es -si eso ocurre- pura apariencia. Para el caso que nos ocupa el proceso NO ES sostenible desde el punto y hora en que alguien no cobra por producir un trabajo ni por construirlo. Es «apariencia de». De nuevo, es Jude Law contándonos los problemas de Afganistán. Angelina Jolie teniendo un niño en Namibia (Con un médico traído desde L.A. junto con todo el equipo necesario).
    [De la misma manera recomiendo ver cualquier entrevista con Burlaug sobre los transgénicos y la cuestión «orgánica». Está bien a un nivel básico, pero no es la solución general al problema]. Mi análisis sigue preciendome valido: Para educar (Ejem) a los ciudadanos del primer-primerísimo mundo, se emplea un sistema aparente que elimina del proceso a una parte, en este caso a nosotros.

    El pabellón está en un espacio público. Con gente debajo. No hace falta más: Existe una responsabilidad civil aparejada (Y más en USA). La LOE -amigo mío- no se aplica en estados unidos, pero te aseguro que si un paraguas sale volando (ni lo quiero, ni lo deseo, ni lo espero) hay una responsabilidad a analizar (Que la tenga el proyectista o el organizador ya es una cuestión contractual pero, de nuevo, en USA… bromas con esto pocas). No tengo esta cosa interna sobre lo que es o no es arquitectura, ni sobre lo que es o no es una follie. Es trabajo, hay un concurso, hay un proyecto, se invierte tiempo y dinero NO ES GRATIS. Por otra parte, la teoría sigue siendo válida (No me saques la LOE como excusa, que está muy por los pelos): En profesiones con un alto índice vocacional el pago se está convirtiendo en poder trabajar o en una intangible «exposición mediática» y eso JAMAS debe ser así.

    Los artistas NO PRESCINDEN de las compensaciones económicas. De nuevo, el cliché. ¿Por qué han de hacerlo? Es un trabajo, y debe pagarse si se emplea para algo. Hablaríamos del pro-bono, pero créeme que para este caso se me hace muy complicadito entenderlo así.

    Jose María Echarte

    May 5, 2015 at 15:44

  4. Me interesa el entendimiento de la SOSTENIBILIDAD en términos no solo ECO-LÓGICOS sino igualmente ECO-NÓMICOS. Siempre lo he defendido, y quizá por conocer un poco las ideas de Gunter Pauli, que ya sabemos que es un gurú pero que (creo) tiene su punto razonable de ser en su idea de la BLUE ECONOMY: «O eres sostenible económicamente o simplemente no serás (ni sostenible ni nada)».

    Creo que este caso particular, al no haber considerado este concepto económico desde el arranque de la propuesta/perfomance, es ciertamente dudoso… Y no solo por la cuestión ética que expones, Jose María (que por supuesto es indiscutible, a mi parecer), sino porque podría haberse dado la paradoja de que incluso la propuesta ganadora no hubiera recibido apoyo financiero del crowdfunding y ese trabajo se hubiera echado a perder, con la consiguiente pérdida de tiempo y esfuerzo para su autora y para los ciudadanos que se iban a beneficiar (supuestamente, ya lo veremos) de una iniciativa tan «políticamente modélica».

    Si efectivamente eso era así para el jurado que la eligió, no nos podemos permitir el lujo de rechazar el conocimiento aplicado a un proyecto completo, simplemente porque alguien no hizo los deberes antes de lanzar el concurso. No me enrollo más…

    Enhorabuena por el post, J.M.

    rodrigo almonacid

    May 5, 2015 at 16:57

  5. […] madrileños (COSMO,Organic Growth, Serpentine Pavilion)  para construcciones de bajo presupuesto y remuneración pero gran repercusión mediática tanto por su ubicación (Londres, Nueva York) como por ser […]

  6. […] de este tema al referirnos al crowdfunding organizado para la construcción del pabellón de verano de Izaskun Chinchilla en Nueva York. En aquel caso, el empleo de la herramienta parecía extraño cuando lo que se solicitaba eran […]

    The Crowdsucker Proxy | n+1

    agosto 20, 2015 at 13:49


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