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La estrategia demoníaca de la pornografía que destruye hogares

La estrategia demoníaca de la pornografía que destruye hogares

Eran las ocho y trece minutos en aquella soleada mañana de domingo, y los miembros de la congregación continuaban llegando. Era gratificante ver sus rostros alegres. Estaban expectantes por el servicio. El pastor llevaba varios cultos compartiendo sobre el libro de Apocalipsis, y cada nuevo capítulo que estudiaban, despertaba interés en sus corazones.

Martha no compartía su gozo. Aun cuando se desempeñaba como diaconiza, ayudaba a acomodar a los hermanos en la fe más por inercia que por gusto. Razonaba que estaba pasando la frontera entre una búsqueda sincera de Cristo Jesús y sus prácticas.

Desde hacía tres semanas experimentaba la misma sensación. Durante ese tiempo estaba permitiendo que su esposo pusiera películas pornográficas antes de tener una relación íntima. Incluso, había hojeado, más por curiosidad que por ganas, publicaciones indecentes y él— en el colmo del descaro— le propuso ir a una fiesta de parejas donde había un show de desnudismo. “Nadie nos verá; no temas”, le dijo con picardía.

No se si Dios me perdonará…–, me dijo cuando hablamos del asunto en la oficina de la congregación a la que justamente nos habían invitado a compartir una conferencia de matrimonios. — Mi pareja dice que en la intimidad todo es válido delante del Señor, pero me siento muy mal con este asunto.

Nos reunimos con el esposo. Tratamos de mirar estas prácticas a la luz de las Escrituras. El hombre se defendió asegurando que tenía noticia de otros creyentes que hacían lo mismo. “Nunca pensé que fuera algo malo“, aseguró.

Pidieron perdón a Dios. Lo hicieron como pareja. Entiendo que esta situación no ha vuelto a repetirse. Cuando le pregunté a Martha cómo se sentía ahora sirviendo al Señor, me dijo que muy bien. “No podía concebir el andar pecando y estar al frente de los hermanos en el servicio de ujier“, explicó.

Peligros en el matrimonio

El matrimonio como tal en nuestro tiempo se encuentra abocado a diversos problemas, en una amalgama de ataques externos e internos, que minan su estabilidad y ponen en riesgo su continuidad. Entre los detonantes que están latentes podemos mencionar:

- El deseo de satisfacción de los deseos de un cónyuge sin consultar las necesidades reales de la pareja.

- La falta de comunicación que incluye eludir el momento para abordar los motivos de diferencia, incluso a nivel íntimo.

- Permitir la utilización de pornografía, impresa, audible o en vídeo por parte de uno de los componentes de la pareja o con el consentimiento de los dos.

- Práctica del sexto contra natura.

Estos cuatro factores relevantes son solamente la punta del iceberg del enorme riesgo que se cierne sobre la pareja y en el cual Satanás está tomando fuerza. Sin proponérnoslo, la mundanalidad está tomando fuerza y entró en los hogares tan sutilmente que nadie se percató a tiempo.

Es hora de limpiar la vida de pareja

Dios no comparte que al interior de la pareja tenga asiento la vulgaridad y la indecencia. Afirmaciones como las que recibí de un lector de Paraguay en el sentido de que “en la cama todo es válido“, puede que gocen de aceptabilidad en el mundo pero no delante del Señor.

El apóstol Pablo, quien estoy convencido fue el autor de la carta a los Hebreos, escribió: “Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios. Así que, si en vida del marido se une a otro hombre, será llamada adúltera; pero si su marido muere, es libre de esa ley, de tal manera que si se une a otro marido, no será adúltera.” (Hebreos 13:4. Reina Valera 1995)

Ni la fornicación ni el adulterio tienen cabida en el reino de Dios en medio nuestro. En absoluto. Son dos pecados que ofenden al Señor, de ahí que muchas fantasías que comparten algunos cónyuges, formen parte de los pecados a conciencia que manchan su relación con el Creador.

Lorena es una joven que aceptó de su esposo, avances hacía “lo prohibido”. Incluso él la instó a compartir experiencias “extremas”. Su relación, después de incursionar en tales prácticas, desencadenó en separación. Los celos rompieron todas las fronteras. Terminaron divorciándose con profundas heridas en el corazón. Y todo… comenzó con una fantasía… una tentación y luego, la caída…

Satanás logró su cometido. Y gracias a la eficacia de su estrategia, abundan hoy todo tipo de perversiones que han ganado espacio en la sociedad y se les llama, “libre opción de ejercer la sexualidad”.

Prácticas e inclinaciones

Es evidente que el pecado nos tienta y si lo permitimos, nos arrastra. Un fiel creyente cristiano con quien hablé hace poco, reconoció que pese a haber sido educado en la Palabra de Dios desde su más tierna infancia, conocía el pecado de la homosexualidad, pero reincidía. “Comprendo que ofendo a Dios, pero no puedo evitarlo“, argumentó.

Satanás toca nuestras emociones y siembra en la mente semillas destructivas que germinan llevándonos a pensar que dando rienda suelta al placer, lo que incluye prácticas pecaminosas en su más cruda expresión, tendremos placidez e incluso alcanzar ese estado abstracto de la felicidad. ¡Qué gran mentira! Él se vale de nuestra inclinación al pecado.

La pornografía y las fantasías sexuales constituyen una sutil intromisión de Satanás en su matrimonio ¡No lo permita!

Pablo en su magistral carta a los cristianos de Colosas, escribió: “Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (Gálatas 5.19-21. Nueva Versión Internacional)

Nuestra carne siempre estará orientándose al pecado. Es parte de la vieja naturaleza que quiere aflorar. Obrar en consonancia con su llamado, es abrir las puertas a la carnalidad y, como lo anotan las Escrituras “…los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios“.

En la relación de pareja puede ocurrir que uno de los cónyuges durante su tiempo de soltería tuviese prácticas de pecado, y una vez en el matrimonio quiera repetirlas pero al amparo de que “en la intimidad todo es válido”. Nada más distante de la verdad.

La sanidad debe manifestarse también en el hogar. Recuerde siempre: “Porque pueden estar seguros de que nadie que sea avaro (es decir, idólatra), inmoral o impuro tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios.” (Efesios 5.5. Nueva Versión Internacional)

Es hora de que revise su vida. Hágalo cuidadosamente. No podemos seguir cediéndole terreno a Satanás. ¿Cómo está delante de Dios? ¿Ha permitido que la indecencia tome lugar en su matrimonio? ¿Qué de la pornografía y las fantasías indecentes?

La respuesta la tiene usted. Nadie más. Si concluye que no está honrando al Señor con sus actuaciones, pídale perdón y permita que la santidad comience a reinar en su corazón y en su matrimonio.

El paso más grande para avanzar hacia la victoria en los ataques que libra en contra nuestra Satanás, radica en recibir a Jesucristo como Señor y Salvador de nuestras vidas.

Publicado en: Guerra Espiritual


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