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Joseph Campbell inspiró a George Lucas para crear ‘Star Wars’. | Foto: Getty Images

LIBROS

Cuando Dios era mujer

Un libro póstumo de Joseph Campbell, reconocido mitógrafo, que plantea la importancia de las divinidades femeninas en la historia de la civilización.

Luis Fernando Afanador
30 de enero de 2016

Diosas

Joseph Campbell

Atalanta, 2015

431 páginas

Hay que mirar con cierta prevención esos libros que salen de los baúles de los escritores fallecidos. Por fortuna, no es el caso de Diosas, de Joseph Campbell, el reconocido estudioso de los mitos. Si bien su prestigio ya estaba asegurado en obras como El poder del mito, una enriquecedora conversación con Bill Moyers, y El héroe de las mil caras, que inspiró a George Lucas para crear Star Wars, tenía todavía mucho que decirnos. Diosas es una recopilación de sus ensayos inéditos y de sus conferencias dictadas en los años ochenta y conocidas en pequeños círculos, editada por Safron Russi, con un rico material visual que nos sorprende por su revelación del importante aporte que las divinidades femeninas hicieron a la historia de la civilización. Desde la tumba, Joseph Campbell responde a las críticas que en su momento recibió de algunas eruditas feministas por haber creado una visión algo desproporcionada –y masculina– del papel de la mitología en el desarrollo personal y cultural.

“La mujer fue el primer ser venerado en la historia de la cultura”, dice Joseph Campbell, para quien el culto a la Diosa se remonta a la era paleolítica, cuando los seres humanos reconocen a la hembra como la única dadora de vida. En las pinturas rupestres del sur de Francia y el norte de España, que datan de entre el 30.000 y el 10.000 antes de Cristo, encontramos figuras que representan a la mujer desnuda: “Su cuerpo es su magia: invoca al macho y al mismo tiempo es el receptáculo de la vida humana. Por lo tanto, la magia de la mujer es primaria y natural”.

Con el descubrimiento de la agricultura hacia el año 10.000 antes de Cristo, el protagonismo mitológico de la Diosa pasó a ser mayor, toda vez que las grandes preocupaciones ya no eran la caza y la matanza de animales sino la siembra y la recolección, es decir, la tierra y las mujeres, “pues ambas dan la vida y la alimentan”. Sin embargo, el primer periodo importante del reinado de la Diosa coincidió con el nacimiento de la civilización en el valle del Tigris y el Éufrates, y en el Nilo. Y es importante porque allí la Diosa dejó de ser simplemente una divinidad de la fertilidad y se convirtió en musa, inspiradora de la poesía y del espíritu: “De modo que ella tiene tres funciones: una, darnos vida; dos, recibirnos en la muerte; y tres, inspirar nuestra realización espiritual, poética”. La Diosa como iniciadora en los misterios y en la trascendencia es el rol fundamental que explora Campbell y, por eso, los capítulos más interesantes de este libro son los que hablan de los ritos órficos y eleusinos, y su interpretación de la Odisea como una obra de iniciación a través de las mujeres.

El culto a la Diosa empezó a declinar a partir del cuarto milenio antes de Cristo, con la aparición de las tribus indoeuropeas –venidas del norte de Europa– y las semitas –procedentes de los desiertos de Arabia– que las desterraron con sus dioses masculinos y guerreros. Eran tribus nómadas que no dependían exclusivamente de la agricultura sino del pastoreo de ganado, cabras y ovejas. Los indoeuropeos mezclaron sus dioses con las diosas locales, cosa que no hicieron los semitas, más radicales, quienes las desterraron por completo: “Toda la historia del Antiguo Testamento consiste en el enfrentamiento de Yahvé con los cultos de la naturaleza. A la Diosa se la llama Abominación, y ella y sus divinidades son consideradas demonios, al tiempo que se les niega el crédito de la divinidad”. La degradación de la Diosa constituye para Campbell “la ruptura más radical en la historia de las civilizaciones”. Aunque ese culto no fue desterrado del todo, se mantuvo marginal en las culturas mediterráneas, se transformó en la adoración de la Virgen, en la tradición del amor cortés y en los saberes herméticos del Renacimiento. La Diosa no se ha ido del todo y todavía, como dijera Goethe, “el eterno femenino nos impulsa hacia adelante”. Sigue siendo estimulante leer a Campbell porque logra conectar los mitos de todas las épocas y de todas las religiones con nuestra vida cotidiana.