Heraldo del Campo

La seguridad alimentaria, a debate entre los agricultores aragoneses con motivo del TTIP

Varias organizaciones ponen en cuestión que la seguridad alimentaria esté garantizada de aprobarse el futuro tratado de libre comercio entre Europa y Estados Unidos.

Campo de maíz cultivado según las técnicas de la agricultura de conservación
Campo de maíz cultivado según las técnicas de la agricultura de conservación
AGRACOM

Lleva varios meses negociándose, y todo parece indicar que durante 2015 aún no acabará cerrado, pero el tratado de libre comercio que negocian la Unión Europea y Estados Unidos (Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión o TTIP, por sus siglas en inglés) ya está en boca de numerosos colectivos y asociaciones que ven en este futuro acuerdo un marco que podría perjudicar a los agricultores y ganaderos europeos y “comprometer” las estrictas normas de seguridad alimentaria que actualmente maneja la Unión, y que afecta a los alimentos que consumen todos sus ciudadanos.


Este mismo sábado diferentes organizaciones ecologistas y agrarias promoverán el primer Día Internacional contra el TTIP, que en Aragón tendrá su particular repercusión con varias mesas informativas en la Plaza José Sinués Urbiola, donde se ubica cada sábado el Mercado Agroecológico de Zaragoza y en la Plaza de España, promovidas por la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón, el colectivo Aragón sin Transgénicos, el Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional, Ecologistas en Acción o Amigos de la Tierra.


“En lo que respecta a los agricultores aragoneses, lo que vamos sabiendo del TTIP no son buenas noticias”, señala Javier Sánchez, representante de Uaga y COAG en Vía Campesina, una de las organizaciones que negocia a nivel europeo los intereses de los pequeños agricultores de la Unión. “La política de seguridad alimentaria de Estados Unidos y Europa es completamente distinta. Aquí se apuesta por unas normas tremendamente estrictas sobre las que se basa la calidad y la seguridad de los alimentos que consumimos. Prueba de ello es cómo allí se implantan los transgénicos sin ninguna traba hasta que surgen problemas, mientras que aquí, la Unión parte de un modelo mucho más restrictivo donde solo se da el visto bueno a unas pocas variedades, y cada vez con más oposición por parte de los Estados miembros”, señala Sánchez desde Bruselas.


Pero más allá de la negociación sobre la seguridad alimentaria, el otro problema sobre el que pivota la preocupación de los agricultores está en los posibles perjuicios económicos que podría tener abrir el régimen arancelario con el gigante norteamericano. Un tira y afloja en la exportación, principalmente de carnes, donde el colectivo ecologista mira con recelo algunas técnicas avaladas en Estados Unidos, como el tratamiento de las reses con hormonas, que aumentan la producción dando más rentabilidad a los ganaderos del otro lado del charco.


La importación de carne tratada con hormonas está prohibida en la Unión Europea desde 2003 debido a la normativa europea, la cual, al igual que con la mayoría de los transgénicos, se basa en un criterio de precaución que prohíbe el consumo de cualquier producto hasta que no se demuestre que es totalmente inocuo para la salud. Un baremo que en Estados Unidos se ejerce de forma inversa, permitiendo la comercialización de cualquier producto a no ser que científicamente se demuestre que puede ser perjudicial.


“Es obvio que a las grandes corporaciones les interesa que se lleve a cabo el TTIP. Abriría mercados y eliminaría trabas exportadoras, pero Europa se debe plantear qué se está jugando y la Comisión debería dar más publicidad sobre hasta qué punto está dispuesta a ceder. Si se abrieran los mercados de forma total, los productores europeos saldríamos perdiendo al tener que seguir invirtiendo en controles sanitarios y contar con otras normas. Si Europa se adapta o se busca un punto medio, a mi juicio, saldríamos perdiendo los consumidores”, asevera Sánchez.


Desde Bruselas, donde poco a poco se va dando más publicidad sobre el futurible tratado, se está durante este mes de abril elaborando los distintos informes que marcarán las “líneas rojas” a trazar en todos los ámbitos, también el agroalimentario, según publicó en un comunicado el Parlamento Europeo esta semana. El debate, no obstante, viene ganado calado en los últimas días, después del que el Parlamento recopilara las casi 900 enmiendas de sus parlamentarios sobre el tratado, la mayoría procedentes de los grupos de la Izquierda Unitaria y los Verdes, así como formaciones euroescépticas que quieren proteger sus mercados nacionales.


"Todo el mundo debe poder interponer enmiendas y el resto de comisiones especializadas pronunciarse. Pero después toca encontrar compromisos y lanzar un mensaje claro y firme a la Comisión Europea y al socio transatlántico en las negociaciones", dijo el pasado lunes el ponente del informe sobre el acuerdo comercial con EE.UU., Bernd Langue, en la comisión de Comercio Internacional de la Eurocámara, quien confía en que el Parlamento alcance cierto quórum antes de lanzar su mensaje a la Comisión para proseguir con las negociaciones.

El jamón o el queso, la otra cara de la moneda


Pero como cualquier aspecto, un posible tratado de libre comercio entre las dos partes también traería beneficios para algunos subsectores. En concreto, el jamón y el queso español, productos cada vez más cotizados en EE.UU., obtendrían facilidades para llegar al país norteamericano. No en vano, durante los últimos cinco años los productores de vino han señalado en reiteradas ocasiones que, debido al descenso del consumo nacional, la exportación de vino y el creciente interés del consumidor americano ha sido uno de los principales factores que les ha permitido salir a flote durante la crisis.