Por mi parte, los últimos meses no están siendo demasiado prolíficos en lo que ha fotografía se refiere. Más allá de retratar a los peques de la casa y cuatro instantáneas sueltas con el móvil, mi sequía fotográfica está siendo total.
Por suerte, hace una semana pude comenzar a dar la vuelta a esta insostenible situación de la mejor de las maneras: visité la Catedral de Burgos. Tras conocer el principal monumento burgalés no puedo imaginar mejor escenario para retomar mi relación con mi ya vieja Canon 50D.
Pese a haber pasado miles de veces cerca de Burgos jamás había visitado la ciudad. Imperdonable, lo sé.
Se trata de una ciudad realmente coqueta cuya trama urbana acompaña al rio Arlanzón como eje vertebrador e invita a burgaleses y visitantes a caminar por sus amplios y agradables paseos.
Pero, sin duda, la principal joya de Burgos es su catedral. De estilo gótico de influencia francesa, su construcción comenzó en 1.221 sobre un antiguo templo románico.
Tanto sus dimensiones como su belleza me impresionaron. Tengo que decir que, junto con la de Sevilla y la de Santiago de Compostela, la de Burgos ha pasado a ocupar un puesto en el podio de mi particular ranking de catedrales españolas.
Por cierto, si visitáis la ciudad os recomiendo visitar la Cervecería “El Morito” muy cerca de la catedral, comimos estupendamente y nos trataron genial.
Un saludo!