Impulsan la creación del primer centro enoturístico de la comarca mirandesa

R.L. / Miranda
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En marcha. El proyecto, iniciado por El Ternero y que estará listo en tres años, contará con un hotel temático en la zona de Herrera y ofrecerá la posibilidad de recorrer las bodegas y realizar rutas

El nuevo emplazamiento ofrecerá la posibilidad de visitar las bodegas y degustar los vinos. - Foto: Truchuelo

La comarca mirandesa contará proximamente con un centro de enoturismo. El proyecto, que ya está en marcha y se espera que sea una realidad en un plazo máximo de tres años, se ubicará en la hacienda El Ternero, una isla de 250 hectáreas situada en el corazón de la Rioja Alta.

El paraje, una especie de paraíso, un regalo para la vista y los sentidos ya se está preparando para que sus visitantes disfruten de una experiencia única. El primer paso es habilitar tres antiguos edificios, que al igual que toda la finca en su día pertenecieron al Monasterio de Santa María la Real de Hererra, y que se convertirán en un hotel rural con encanto. A través de este nuevo alojamiento, sus huéspedes, además de conocer los viñedos, podrán recorrer las bodegas y degustar sus vinos, combinándolo con rutas de senderismo o trekking por la zona.  

Aunque geográficamente El Ternero se sitúa en La Rioja, los caprichos de la historia han querido que pertenezca al término municipal de Miranda. Esto otorga una seña de identidad singular al ser  la única bodega de Castilla y León con Denominación de Origen Rioja.

Además, el proyecto enoturístico podría verse impulsado por  la candidatura a Patrimonio de la Humanidad de El paisaje cultural del vino y el viñedo impulsada por el Gobierno Vasco y a la que después se ha adherido el Gobierno de La Rioja.  Recientemente representantes del Icomos (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Histórico-Artísticos) y del Ministerio de Cultura visitaron los enclaves de la zona, y si el próximo verano se acepta la candidatura de forma oficial en Berlín, supondrá una gran oportunidad de promoción a nivel internacional de la que la comarca mirandesa espera obtener también beneficio.

 

Máxima calidad

Entre nogales, olivos, piceas y almendros trabajan estos días en El Ternero media docena de temporeros (en días concretos han llegado a ser hasta veinte) que se reparten de sol a sol por las plantaciones recogiendo de los viñedos los apretados racimos de oscura uva.

Es la época de más trabajo en la finca. Antes, la vendimia era automática; ahora han decidido volver al método tradicional, el manual, mucho más costoso, pero con una diferencia de calidad notable en el producto. «Lo que no nos interesa es estar en el vagón donde se encuentra el 95%; así es imposible fidelizar a un cliente y todos los vinos son parecidos. Hay que pertenecer a ese 5% que se dedica a hacer reservas y grandes reservas, aunque cueste mucho tiempo prepararlos», reconoce el propietario, Fernando García Alcubilla.

 En sus viñedos, más del 90% de la uva es de la variedad tempranillo, la más característica de La Rioja. El resto, es viura (la que se utiliza para elaborar el vino blanco) y todavía en menos cantidad plantan mazuelo y garnacha.

Con todas ellas alcanzan una producción anual de alrededor de 130.000 botellas, pero de cara al año que viene habrá cambios ya han adquirido los derechos de plantación de cerca de 70 hectáreas más, que actualmente se destinan a a la plantación de cereal. «Llegaremos a las 130 hectáreas, y el 30% será para vino blanco. Calculamos que por el rendimiento habitual de la zona podríamos llegar a un total 800.000 o 900.000 botellas anuales», calcula García Alcubilla.

A la cuidada elaboración de los vinos -los depósitos se ubican en un edificio de piedra, que antiguamente albergaba las celdas de los monjes- y su posterior reposo en barricas de roble francés se une otra interesante producción, la de aceite, que si bien «es un complemento», cada vez se está dando más a conocer.

Oleica del Ternero es su marca de aceite de oliva virgen extra, producto que obtienen de las tres hectáreas de olivos que miman en la finca. Se trata de un aceite de un color intenso y brillante que, al igual que ocurre con el vino, posee un olor penetrante y también muy potente que está gustando en los establecimientos de restauración media y alta (en Miranda ya lo utilizan unos cuantos restaurantes para preparar sus platos).

La edición, sin embargo, es muy limitada, y en la última campaña apenas sacaron al mercado 584 botellas, y una parte de ellas han ido al extranjero, principalmente a Reino Unido donde es muy valorada.  Su intención es continuar en este línea, cuidar el producto para garantizar la máxima calidad.