La hora de comer

La hora del almuerzo o la cena se convierte, para muchos padres, en una guerra que librar con sus hijos. A unos porque sólo les gusta una lista muy reducida de alimentos, a otros que siempre se les hace una bola la comida y los hay también que eternizan la hora de comer. Esto produce, en los progenitores, una continúa ansiedad y preocupación por la alimentación que llevan sus hijos, conscientes de la importancia de la misma en su crecimiento y desarrollo.

A partir de los cuatro meses el niño es capaz de cerrar la boca cuando no le gusta algo. A medida que pasa el tiempo va utilizando más herramientas para rechazar lo que no quiere. Muchos padres, ante estas primeras dificultades, para que su hijo coma, les preparan diferentes platos y se los ponen para que así, comiendo de uno y de otro se aseguran de que ha comido algo más que si fuese uno sólo. Sin darse cuenta, hacen a su hijo cada vez más exigente.

Los niños, como los adultos, no tienen siempre el mismo apetito. Depende de las actividades que haya hecho durante el día, de los alimentos ingeridos en la comida anterior y de otros factores. Cada niño come lo que necesita y, si su talla y su peso siguen un  avance normal, no hay por qué preocuparse.

Existen factores sociales que influyen en el aprendizaje de la comida. 

El tiempo que se le dedica a comer debe de ser lo más relajado y agradable  posible y no estar constantemente diciendo: "venga, vamos que no llegamos".

 El sentimiento de culpa por no pasar tiempo con el niño no debe ser justificación para ponerle sólo lo que  le gusta, evitando así conflictos.

El plato de comida no has de llenarlo hasta el borde porque el niño, cuando lo vea va a crearse la idea de que no será capaz de comérselo y  en ese momento empezarán las protestas, ponle una cantidad pequeña para que sea capaz de visualizar que podrá comérselo y si lo termina que repita, si quiere. Además, ten en cuenta que el estómago de un niño es pequeño.

Como en todos los hábitos que ha de adquirir el niño debes ser consistente y firme.

 Debes mostrar tranquilidad y cuidar el tono de voz. Cuando creas que vas a estallar vete a otra habitación y haz algo que te distraiga  de lo que hace el niño.

Si atiendes los comportamientos positivos de tu hijo y los refuerzas, probablemente los repita. Cuando coja la cuchara solo y se la lleve a la boca, hay que felicitar su comportamiento. Seguro que volverá a repetir esa conducta para llamar tu atención.

Si no haces caso a los comportamientos negativos de tu hijo, probablemente no volverá a repetirlos. Pero, si pierdes los nervios y le gritas lo asociará a que así le prestas atención y lo repetirá.

Ten en cuenta que si quieres que todo lo anterior funcione has de ser firme en tu actitud.

Las pequeñas normas durante la comida ayudan al niño a entender que, en general, el mundo funciona con reglas y que su  cumplimiento facilita mucho la adaptación a la realidad.


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