Sergio Suárez

Los insectos se alimentan de plantas y de presas específicas, por tanto deben poseer alguna facultad sensorial para distinguir el saber de unos y otros. Pero ¿cómo es el sentido del gusto de los insectos?

La explicación más sencilla dice que el sentido del gusto funciona de la misma manera que el del olfato. Los insectos tienen quimiorreceptores especiales que tienen como función detectar las moléculas químicas del ambiente.

Las moléculas se mueven en el aire y entran en contacto con una dendrita, la ramificación de una neurona sensorial. El contacto de la molécula química con este sensor natural produce una despolarización de la membrana de la neurona. Eso hace viajar un impulso eléctrico a través del sistema nervioso del insecto.

Activado el sistema nervioso, cerebro del insecto puede orientar sus músculos para realizar la acción apropiada, por ejemplo, extender su probóscide, una extensión de la boca, y beber un tipo de néctar, por ejemplo.

La verdadera diferencia entre el sentido del olfato y el del gusto no está en el órgano del insecto, sino en las características de la sustancia química que recoge. Si se revelan como moléculas químicas de naturaleza gaseosa, entonces el insecto olerá. Si se trata de una sustancia líquida, entonces el sentido que define la acción será el del gusto.

Los receptores del gusto en los insectos realmente son pelos que salen de una cubierta gruesa por un único poro a través de los que pueden entrar las moléculas químicas. Estos quimiorreceptores, también llamados sensilla uniporus, por lo general se encuentran en la zona de la cabeza porque es la parte del cuerpo del insecto involucrada en la alimentación.

Pero toda regla tiene sus excepciones, en ciertos insectos, las papilas gustativas se encuentran en lugares realmente extraños. Algunos insectos hembra tienen el sentido del gusto en sus ovipositores, la abertura por la que ponen los huevos. Y tiene sentido, conociendo el sabor del lugar de la puesta sabrán si es adecuado para poner los valiosos huevos.

Por su parte, otras especies de la microfauna, las mariposas, tienen los receptores gustativos en las patas (en el tarso), para que puedan degustar cualquier sustrato que la tierra con solo caminar sobre él. Las moscas también prueban la comida con sus patas, por lo que suelen extender su aparato bucal cuando se posan sobre una sustancia que ya saben que es comestible.

Las abejas mieleras y algunas avispas, en cambio, suelen probar su comida con receptores sensoriales ubicados en sus antenas.

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