CINCO AÑOS DE LA TRAGEDIA FERROVIARIA EN LA NOCHE DE SANT JOAN

Accidente de Castelldefels: caso abierto

GEMMA TRAMULLAS / BARCELONA

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Es primavera y en los márgenes de los andenes del apeadero de Castelldefels-Platja las plantas silvestres llegan a la altura de la rodilla. Todo permanece exactamente igual que hace cinco años, incluida la pasarela cerrada que conduce desde el andén del lado montaña a un paso superior clausurado y que sigue confundiendo a algunos viajeros. Solo un papel descolorido por el sol en el que aún se lee «Bolivia» recuerda la tragedia que se vivió en la noche de Sant Joan del 2010 en esta estación de la red de cercanías de Barcelona.

A partir de hoy, EL PERIÓDICO publica una serie que intenta aportar luz a lo que sucedió aquel día en que miles de ciudadanos salieron de sus casas y cogieron el tren con la ilusión de celebrar la noche más corta del año en la playa de Castelldefels. ¿Qué pasó para que 12 personas, en su mayoría jóvenes, murieran y 17 resultaran heridas en el apeadero recién remodelado de esta localidad del Baix Llobregat?

A las 23.23 horas del día 23 del 2010, un tren Alaris procedente de Alicante que circulaba a 139 kilómetros por hora embistió a un numeroso grupo que cruzaba las vías en Castelldefels-Platja y lanzó a varios metros a otros que estaban en el andén. Eran pasajeros que acababan de apearse del último y atiborrado tren procedente de Sants.

«La ausencia de medidas específicas ante la multitud que se apeó en el andén, unida a la confusión que se produjo por el hecho de que muchos pasajeros creyeran, erróneamente, que debían salir por el paso superior que había sido cerrado hace unos meses cuando se habilitó el nuevo paso subterráneo, (...) así como la falta de personal que indicara la salida por el paso subterráneo en esas circunstancias, es una omisión que puede merecer un reproche desde un punto de vista civil o administrativo, ante la falta de previsión de la aglomeración que se generó».

Último carpetazo

El párrafo no lo firma el abogado de una parte, sino la jueza Leire Aparicio, del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Gavà. El texto, de octubre del 2014 e inédito hasta hoy, forma parte de un auto por el que la magistrada volvió a dar carpetazo al proceso penal al no hallar indicios de responsabilidad directa de Renfe y Adif (empresas dependientes del Ministerio de Fomento, entonces con el socialista José Blanco al frente) en la suerte de las víctimas y heridos, pero abre la puerta a una reclamación civil.

«Aquí no ha habido ninguna investigación -lamenta el hasta hoy abogado de las familias, Andreu van den Eynde, quien junto a la letrada Libry Ahumada ha trabajado sin cobrar-. Solo hemos conseguido saber un 5% de lo que pasó». Aun así, Eidy Ayala, portavoz de los familiares de las víctimas -siete de origen ecuatoriano, dos de Bolivia, dos de Colombia y una de Rumanía-, siente que les han dado la razón.

«Ahora empezaremos el proceso civil pero no queremos venganza», asegura Ayala, de origen boliviano y afincada en Sabadell. Desde el minuto uno insistió en que no se culpase al conductor del Alaris: «Me puse en su lugar y pensé: 'Cómo debe estar sufriendo este hombre…'. Él solo hacía su trabajo. Pero si esto ha sucedido no es porque los chicos quisieran quitarse la vida, sino por el mal funcionamiento de la estación».

Ausencia de seguridad

Joan Sau, del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), gobernó Castelldefels de abril del 2009 a junio del 2011 y le tocó gestionar la peor tragedia que ha sufrido el municipio. Sau, como casi todos los que vivieron el drama en primera persona - ya sean políticos, técnicos, policías, ¡incluso algunas familias afectadas!-, desconocía el contenido de la última resolución judicial.

«Entonces dije una cosa que aún mantengo ahora y que defínía muy bien lo que pasó -afirma el exalcalde-. Vivimos en una época y en una sociedad en la que no podemos perder diez minutos para dar la vuelta y cruzar por el paso seguro y en cambio podemos perder la vida». Una vez informado sobre el auto, añade: «Si Renfe no tenía aquello en condiciones tendrán que resolverlo ellos. Nosotros dijimos que la gente había cruzado siempre con el añadido de 'con la información que se nos ha facilitado'. Ni estábamos en la estación, ni era competencia nuestra».

Pese a reprochar la ausencia de seguridad y la falta de previsión en el apeadero, en su auto la jueza insiste en que «la conducta de los pasajeros fue del todo imprudente». Todas las familias consultadas asumen que sus familiares cometieron una infracción. Pero, ¿qué les impulsó a tomar la fatal decisión? ¿Es que en aquel convoy de cercanías viajaba una concentración inusalmente alta de ciudadanos imprudentes?

A empujones

E. F. A. trabaja y estudia un grado superior. Prefiere no dar su nombre a causa del desprecio y la incomprensión sufridos. Él estaba ya en el andén del lado mar cuando la fuerza del Alaris le expulsó varios metros y le destrozó la pierna. Tenía 17 años y es uno de los heridos de familias españolas que no tuvieron la oportunidad de hacer oír su voz.

«El tren iba abarrotado y bajamos a empujones. El andén estaba tan lleno que cuando el tren se iba había gente que lo empujaba con las manos para que no se los llevara. Durante un momento nos quedamos en el andén parados, no podíamos movernos. Al poco empezamos a subir por la pasarela. Iba por la mitad cuando vi que intentaban abrir la puerta de arriba y no podían, porque estaba cerrada con un candado. Entonces volví a bajar, el tren de cercanías ya no estaba pero en el andén seguíamos sin movernos», explica E. F. A.

Entonces varias personas empezaron a cruzar las vías y mucha gente les siguió –continúa E. F. A.–. Bajamos unos 50 o más. Miramos, no vimos nada, y cruzamos. Entonces oímos gritos: ‘¡Que viene el tren!’. Algunos creyeron que era broma y se reían. Pero yo miré, vi el tren entrando en la estación y salté al andén. Pensaba que aquella era la única forma de salir y no esperaba que fuera a pasar un tren. No había estado nunca allí, no vi carteles de salida, estaba agobiado y no sabía que había un paso al final del andén. Si el paso que se ve está cerrado, ¿por dónde se supone que voy a salir?».

La jueza también admitió la declaración de varias personas que cayeron a la vía por los empujones, pero Renfe y Adif –dependientes de Fomento– defienden que el número de personas que bajaron del cercanías no es relevante para determinar el accidente y que el andén no se saturó por descenso masivo. En cambio, los abogados de las víctimas lo consideran un dato clave.

Concentración masiva

No es un baile de cifras menor. Según consta en la investigación de Fomento, un mosso que hacía tareas de control frente a las taquillas, calcula que se bajaron entre 150 y 200 personas, pero en el mismo documento un sargento de la policía local aumenta la cifra hasta las 500. Renfe y Adif deducen que se apeó entre el 20% y el 30% del pasaje y aseguran que en los 2 minutos y 40 segundos que el cercanías tuvo las puertas abiertas pudieron bajar como máximo entre 500 y 1.000 personas.

La jueza da por bueno que el cercanías iba «probablemente por encima de su capacidad» (1.800 pasajeros). El propio maquinista declaró en el juzgado que la mayoría del pasaje bajó en Castelldefels-Platja y que cuando salía de la estación vio a la gente «muy estática» en el andén e inició la marcha muy lentamente «por la aglomeración».

Renfe y Adif comparan la situación con la de una hora punta. Al hilo de su argumentación se puede calcular cuánta gente podría bajar de un tren de dos pisos idéntico al de la noche de los hechos si tuviera las puertas abiertas 2 minutos y 40 segundos. Por ejemplo, en la estación de paseo de Gràcia en hora punta. Los cálculos con cinco trenes dan que en ese tiempo podrían llegar a bajar de 2.160 a 2.784 personas.

Se acusa a los que cruzaron de tener prisa porque no pasaron más de cuatro minutos hasta que saltaron a las vías. Imagínense una concentración masiva (muchos menores) en un andén estrecho, de noche y en un ambiente festivo. Y ahora cuenten los segundos: 1, 2, 3, 4, 5... ¿Pueden asegurar qué hubieran hecho ustedes? ¿Y sus hijos? Según los Mossos, un año después solo se permitía entrar a 200 personas a la vez en el andén de regreso a Barcelona.