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Filmar lo invisible

Redacción Cordópolis

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Hoy visitan las páginas de 'El Kinetoscopio digital' un par de proyectos editoriales relacionados con el cine, un ámbito donde cada vez se edita menos y peor, y donde el fanzine disfrazado de libro, el encargo festivalero confeccionado a toda prisa entre cuatro amigos, y la ocurrencia peregrina elevada al rango de acontecimiento parecen haberse quedado como únicos herederos de un mercado que se mueve entre lo patético y lo ridículo.

Visto el estado de las cosas, no les resultará difícil ni a Intermedio ni a Athenaica brillar con luz propia en este panorama, al igual que tampoco les resultó a Bresson y a Rivette, en el cine de su tiempo, sobresalir majestuosamente sobre sus coetáneos.

No obstante, eso no debe restar ni un ápice de mérito al amoroso y esmerado trabajo -visible, palpable, en estas cuidadísimas ediciones- que ambas editoriales han dedicado a las obras que ocupan estas páginas.

De Intermedio conocíamos su impresionante catálogo en DVD, sin duda alguna el mejor que ha existido jamás en este país, pero de unos años a esta parte estamos descubriendo también su vocación bibliófila, que promete el mismo nivel de exigencia e idéntico gusto en la selección de materiales. En esta ocasión, y tras esa joya que fue Buenos días, cine de Jean Epstein, nos encontramos con la recopilación -gracias a Mylène Bresson- y traducción de una serie de entrevistas a Robert Bresson realizadas por diferentes entrevistadores entre 1943 y 1983. Quien haya leído sus Notas sobre el cinematógrafo estará avisado sobre la lucidez y la clarividencia del autor de Pickpocket (1959) a la hora de expresar sus ideas sobre el cine y la vida, de una forma tan honda y penetrante como sencilla y amable. Un pensador de primer orden, gentil y humano, capaz de explicar y explicarse con la erudición de un filósofo y la emoción de un poeta. Como regalo, la obra está prologada por Santos Zunzunegui, que tiene el buen tino de introducirnos en el cine de Bresson señalando el anhelo primero y último de su perdurable obra: “traducir el viento invisible mediante el agua que esculpe a su paso”.

Detrás de la fundación de la editorial Athenaica aparece, entre otros, el nombre de Alfonso Crespo, uno de los grandes críticos cinematográficos de este país, al que desgraciadamente cada vez disfrutamos menos. Este nuevo proyecto editorial ha tenido el buen ojo de editar el libro que Francisco Algarín -fundador y editor de Lumière, una de las revistas de referencia para entender no sólo el cine experimental y de vanguardia si no lo que queda del sueño del cinematógrafo en el cine narrativo de nuestro tiempo- ha dedicado a Jacques Rivette, cineasta misterioso, tímido, querido, irrepetible.

Escenas de vida paralelas: las películas-fantasma de Jacques Rivette, que así se titula la obra, contiene ese estilo analítico, rico e inventivo tan característico de Algarín, que siempre es capaz de encontrar una nueva puerta, un nuevo detalle, un nuevo orificio por el que escrutar e invitarnos a volver a mirar, una y otra vez, una obra que creíamos conocer de memoria. Como niños ilusionados aceptamos con gusto la generosa propuesta, sabedores, como nos ocurre con el cine de Rivette, de que en el viaje habrá conspiraciones, juegos, pruebas, sorpresas, encuentros y desencuentros y, sobre todo, que al final habremos establecido una alianza íntima y duradera con el autor.

Como señala el propio Algarín: “las películas de Jacques Rivette están llenas de agujeros, como un cuento al que se le han arrancado algunas páginas o los fragmentos de otras películas que podemos ver por una mirilla. Cuando los personajes miran a cámara, parecen hacerlo a través de una cerradura por la que ven sus propias visiones, o un catalejo de papel cartón a través del cual ven las nuestras. Se trata de un gesto único, de cineasta, puesto que convierte esa visión en la propia del cine, siendo aquí, quizá por primera vez, doblemente diferida. ¿Y nosotros? A nosotros nos convierte en dobles espectadores espectrales”.

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