Cuba: un debate en la izquierda. Dossier

Julio César Guanche

Iroel Sánchez

Loscar Luyazán

Jorge Gómez Barata

Pedro Monreal

29/04/2016

La sociedad cubana es un espacio diverso, cuya heterogeneidad irá en aumento ante las transformaciones económicas, políticas, demográficas, sociales, culturales, que vive la Isla. El recientemente celebrado VII Congreso del PCC insistió en dicha heterogeneidad. Amplios sectores sociales y culturales reclaman un mayor debate público sobre los problemas del país y sus caminos de solución. El presidente cubano, Raúl Castro, se ha mostrado crítico de la “unanimidad” en tales debates. Asimismo, reconoció que hay voluntades que aspiran en Cuba al capitalismo  y otras que sienten “nostalgia” de la época en que existía el socialismo soviético. Esas posiciones, y todas las que no adhieren tales polos, conforman un amplio espectro de opinión política en ese país. El debate que SP ha recopilado aquí —que hace accesible una visión de conjunto de uno de esos intercambios, para que el lector pueda seguirlo desde su propio criterio— muestra algunas de  las posiciones existentes en dicho espectro político. SP

 

El corrimiento “al centro”

Iroel Sánchez

Días atrás, la periodista Rosa Miriam Elizalde preguntó al historiador Fernando Martínez Heredia en relación con “un nacionalismo de derecha, que está en contra del bloqueo pero también implícita o explícitamente en contra de la Revolución, invocando posturas centristas”.

El bloguero cubano residente en Miami Emilio Ichikawa ha descrito “la postura centrista” como la política oficial de EEUU hacia Cuba:

“es la de la actual administración Demócrata de los EEUU, la del Presidente Obama y sus funcionarios, como el Secretario de Estado Kerry y Roberta Jacobson. Y es también la de algunos intelectuales cubanoamericanos y cubanos moderados como Roberto Veiga y de empresarios con visibilidad intelectual como Hugo Cancio.

“La mezcla de la promoción de negocios con Cuba (y el levantamiento del bloqueo/embargo), con la incursión ocasional en la crítica del régimen político cubano, es el eje de la estrategia editorial de la revista OnCuba, de Hugo Cancio.

“Cancio, que es una persona habilidosa, le ha sabido cazar la pelea al oficialismo cubano cada vez que este ha resbalado en una decisión impopular; por ejemplo: el cierre de los cines 3-D, el cierre de las “trapi-shoping” o los astronómicos precios oficiales con que salieron los autos.

“Esta tercera posición, llamada de “centro” o “moderada”, suele ser en las transiciones la más artera a la vez que la más “exitosa”.

“Precisamente de esa zona proviene la que puede considerarse la primera gran traición de la  “transición raulista”, implementada por los ex editores de Espacio Laical Roberto Veiga y Lenier González, quienes a solo semanas de ser cesanteados ya tenían fundada la entidad “Cuba posible”; y a solo semanas de fundar “Cuba posible”, sin tiempo para madurar resultados creíbles, ya tenían montado un gran evento “académico” en los EEUU.

A inicios de abril de 2012 los entonces editores de la revista Espacio Laical habían sido los anfitriones de una conferencia brindada por Carlos Saladrigas (Copresidente del Cuba Study Group y uno de los promotores más activos de la nueva política de EEUU hacia la Isla implementada por la administración Obama). Dos semanas antes, Saladrigas estuvo entre los principales oradores de un taller organizado por Google ideas en la ultraconservadora Heritage Foundation de Washington con el título “Cómo la Internet puede descongelar una Isla congelada en el tiempo”. Los acompañantes de Saladrigas en la tribuna de aquel del evento: el “honorable” Senador Marco Rubio; el entonces director del Buró de Transmisiones hacia Cuba, entiéndase Radioy TV Martí, Carlos García Pérez; Mauricio Claver-Carone (Director del U.S.-Cuba Democracy PAC); Daniel Fisk (Vicepresidente de Planificación Política y Estratégica del International Republican Institute, con largo historial de financiamiento a la “disidencia” cubana);  y Jared Cohen (Director de Google Ideas), definido por Julian Assange como “eficaz director de cambio de régimen de Google” y “la canalización del Departamento de Estado en Silicon Valley”. La aparición de Saladrigas en La Habana fue cubierta elogiosamente por el periodista Fernando Ravsberg para la BBC , quien además le realizó una entrevista para el mismo medio sin preguntarle sobre su participación en la Heritage Foundation.

Los anfitriones de Saladrigas en Cuba organizarían en marzo de 2014 con financiamiento del gobierno noruego  el evento “Fe religiosa, institucionalidad nacional y modelos sociales” que en palabras de uno de sus organizadores en  entrevista con Elaine Díaz para Global Voices

“estuvo atravesado por un eje transversal: cómo lograr imprimirle una dosis importante de audacia y creatividad a las transformaciones en curso en el país.”

En la misma entrevista con Díaz, interrogado acerca de si “el incremento del acceso a Internet desde la Isla, aún en condiciones precarias, ha favorecido el diálogo y la concertación entre actores sociales diversos”, uno de “quienes a solo semanas de ser cesanteados ya tenían fundada la entidad “Cuba posible”” afirmó: 

“el ciberespacio ha ayudado mucho a crear sinergias positivas de entendimiento y despolarización en la sociedad cubana trasnacional. Si algo ha tipificado los últimos 10 años, es un corrimiento “al centro” en un conjunto importante de actores sociales y políticos, dentro y fuera de la Isla.”

El otro, había dicho a la agencia Reuters tres días antes:

“Yo tengo una opinión personal a favor de una Cuba pluripartidista. Nuestro proyecto quiere facilitar esto y contribuir a la serenidad en el proceso.”

(…)

“Cuba Posible promoverá el “cambio transicional””

No solo “sin tiempo para madurar resultados creíbles,” ya tenían montado un gran evento “académico” en los EEUU.” sino que recibían la atención de la gran prensa internacional como The New York TimesEl País, y las agencias de prensa AP y la misma Reuters y -según su propio testimonio- la invitación de embajadas occidentales en La Habana para encontrarse con cancilleres, legisladores y jefes de estado de paso por La Habana.  

El sitio web de “Cuba posible” recogió esta semana su más reciente actividad en Washington DC:

“Durante los días 11 y 12 del presente mes de abril, cuatro miembros del “Laboratorio de Ideas Cuba Posible” cumplimentaron un intenso programa de trabajo en Washington DC, organizado por la estadounidense Fundación WOLA. Ailynn Torres Santana (miembro del Consejo de Dirección y coordindora del Programa “Fraternidad”), Julio César Guanche (miembro del Consejo de Dirección y coordinador del Programa “Ágora”), Lenier González Mederos (sub-director), y Roberto Veiga González (director), sostuvieron diversos encuentros con actores sociales, políticos y académicos destacados en la capital estadounidense.

“La visita incluyó reuniones con directivos de Brookings Institution; una reunión con el equipo de la Oficina de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado; un encuentro con asesores para América Latina del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de la Unión; una reunión con miembros del Grupo de Trabajo sobre Cuba de la Cámara de Representantes; una comparecencia pública en la sede del Diálogo Interamericano; un encuentro con miembros y colaboradores de la Fundación WOLA, y un grupo amplio de reuniones privadas con políticos y académicos relacionados con el “tema Cuba”.”

En la reseña biográfica del “director”, publicada por el think tank de Washington Diálogo Interamericano, donde este acaba de ser admitido en calidad de miembro, se da la siguiente definición:

 “Cuba Posible promueve “el cambio político sin ruptura, manteniendo distancia de los adversarios más directos de los Castro”. 

La respuesta de Fernando Martínez Heredia -casualmente autor de un libro titulado El corrimiento hacia el rojo– a Rosa Miriam es elocuente sobre el “cambio político sin ruptura”  al que se refiere  el sitio de Diálogo Interamericano:

“Y un nacionalismo de derecha incluso que tiene una acumulación cultural a la cual referirse. Si el día de mañana tuviéramos problemas graves entre nosotros, algunos de los que se sienten nacionalistas de esta manera probablemente terminarán frustrados y dirán: “Y yo que quería que Cuba tuviera una buena democracia, que con el pluripartidismo salieran los mejores siempre y la administración fuera una maravilla y miren las desgracias que nos han caído por lo que yo me creí.”

“¿Qué tienen que hacer los pueblos cuando tienen experiencia histórica?: No volverse a equivocar. Cuando yo era niño la democracia burguesa en Cuba regía muy bien y mejor que en muchísimos países, y además se trataba de que el presupuesto nacional fuera aprobado por el Congreso. El Presidente de la República tenía un Primer Ministro, se transmitían por radio los debates, la televisión nueva también se metió en la política, la libertad de expresión cubana en la República burguesa neocolonial -no es una pseudorepública.

“Allí la libertad de expresión era bastante alta y ¿por qué?, porque era funcional a la dominación capitalista en Cuba. Que todo el mundo pudiera opinar lo que quisiera, pero que las cosas continuaran en lo esencial sin cambios; por eso todos los partidos políticos cubanos en un momento dado estuvieron a favor de la Reforma Agraria, pero solo el triunfo militar-político de los revolucionarios pudo hacer la Reforma Agraria. Esa es una experiencia histórica.

“Recuerdo a Frei Betto, que es tan sagaz y hace un par de meses dijo en Cuba: lo americanos saben que no pueden anexionarse a Cuba, ellos lo saben muy bien, pero pueden tener la aspiración de una anexión simbólica de Cuba. Es decir, pueden tener la aspiración de que por la guerra de los  símbolos los cubanos se confundan suficientemente o se dividan suficientemente, para que se equivoquen con sus propios símbolos. Por ejemplo, que uno tenga la bandera norteamericana en la ropa, en un automóvil, y diga: “No, si eso no tiene importancia, pero si es de lo más bonita, no pero si venden muchísimas”. También podrían poner la bandera irlandesa o austriaca, y no es así. De modo que no es casualidad, sino un proceso. Cito a Betto porque en estas cosas a veces de las frases felices son importantes.

“La anexión simbólica no significa que a uno le vaya a parecer mejor la bandera, sino que uno pueda pensar que, porque Obama viene a Cuba, la situación material de una parte grande de los cubanos va a mejorar. Esa es una creencia que pudiera existir. Supone una tremendísima confusión, pero pudiera existir. Cuando hablamos de anexión simbólica estamos pensando de la creencia de que son los grandes poderes que existen en el mundo los que le pueden resolver los problemas a Cuba. Por eso hablé no solo del dominio neocolonial norteamericano, sino del dominio de la burguesía de Cuba, que mantuvo a casi la mitad de los cubanos sin saber leer y escribir -100 mil cubanos en La Habana no sabían ni leer ni escribir cuando triunfó la Revolución-, 100 mil que mantuvo a la gente sin atención médica, donde morirse de diarrea de niño era lo más normal y tener tuberculosis de adulto era de lo más normal. Entonces, pensar que hoy en el siglo XXI uno puede resolver todo si los Estados Unidos nos ayudan a resolverlo es anexionarse simbólicamente, y es peligrosísimo porque es volverse ciego, es perder la visión del presente y del futuro.”

https://lapupilainsomne.wordpress.com/2016/04/18/el-corrimiento-al-centr...

 

El “centrismo político” en Cuba: una etiqueta y tres sugerencias

 

Pedro Monreal

Existe una diferencia esencial entre la taxonomía política y el etiquetado ideológico. La taxonomía, en tanto aplica un método científico para la clasificación de grupos, aporta directamente conocimiento (1). El etiquetado ideológico no se sabe claramente a lo que contribuye. Siempre necesita explicaciones adicionales para poder ser entendido. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando se afirma que existe en Cuba una “derecha” que “invoca posturas centristas” (2), o cuando en otros lugares del mundo se dice que existe un “socialismo de derecha”. Ambas etiquetas, y otras parecidas, difícilmente puedan ser consideradas como conceptos de las ciencias políticas.

Lo anterior no significa, en modo alguno, que deba desconocerse o minimizarse la utilidad política que pueden tener las etiquetas ideológicas. Muy por el contrario, estas son capaces de desempeñar funciones políticas precisas y, de hecho, algunas etiquetas ideológicas pueden ser muy efectivas (dañinas o beneficiosas, según el caso) en determinados contextos políticos.

Utilizarlas en clave de descrédito y de “arrinconamiento” político es una opción frecuente para el uso de las etiquetas ideológicas, como ocurre en los casos de “extrema izquierda” y “extrema derecha”. En otras ocasiones se utilizan para establecer zonas nebulosas que contribuyen a maximizar la captación de votos, como puede ser el caso de “centro- izquierda” o “centro-derecha”; términos que, por cierto, parecen indicar claramente las limitaciones de la utilidad práctica de un eje explicativo basado en los criterios de “izquierda” y de “derecha”.  

No obstante, las etiquetas ideológicas pueden tener una función educativa –cuando se les emplea adecuadamente- en el contexto de los debates políticos, pues no necesitan acudir a una disertación científica para destacar los posicionamientos ideológicos esenciales de determinados grupos. Ese pudiera ser el caso de la definición sintética expresada por Frei Betto en el sentido de que “ser de izquierda es, desde que esa clasificación surgió con la Revolución Francesa, optar por los pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia” o, como decía Bobbio, “considerar una aberración la desigualdad social” (3). Incidentalmente, se trata de una posición esencial respecto a problemas específicos (justicia social, desigualdad, e inclusión social) que comparte mucha gente en Cuba, aun cuando no se les ocurra o no les interese considerarse de “izquierda”.

Para poder hacer una discusión sobre este tema con los pies sobre la tierra, es decir, haciendo referencia concreta a las circunstancias actuales de Cuba, lo primero que se necesita es precisión analítica, la cual es una condición indispensable para resolver un problema apuntado por Marx y Engels cuando expresaron: “... que mientras en la vida vulgar y corriente todo tendero sabe perfectamente distinguir entre lo que alguien dice ser y lo que realmente es, nuestra historiografía no ha logrado todavía penetrar en un conocimiento tan trivial como éste. Cree a cada época por su palabra, por lo que ella dice acerca de sí misma y lo que se figura ser” (4). Distinguir por lo que realmente se es, o sea, hacer una valoración sustantiva del “ser” político, es entonces el primer requerimiento del método para identificar con precisión la posición ideológica de individuos y de organizaciones en Cuba.

Para ir al grano, sugiero ahorrarnos la trillada exposición acerca del surgimiento de los términos políticos de “izquierda” y de “derecha” durante la época de la Revolución Francesa, que como ha dicho, con fino humor, el político español Luis Carlos Rejón, “viene de por donde le dio el capricho de aposentar sus posaderas a los presuntamente pretendientes padres de la patria en 1789 y en demás años subsiguientes” (5).  No tiene sentido reproducir aquí una discusión sobre la que se han vertido ríos de tinta. Vayamos directamente al tema del eje “izquierda-centro-derecha”, una de las posibles perspectivas del análisis del panorama político nacional. En ese sentido, modestamente propongo tomar nota acerca de tres sugerencias analíticas sobre el tema.

En primer lugar, sería conveniente adoptar un enfoque epistémico –o sea, para entender las cosas en su esencia y en sus causas- que utilice mecanismos de verificación a partir de datos de la realidad. El posicionamiento ideológico no se refiere esencialmente a un enunciado normativo (sobre el deber ser), sino que es, sobre todo, un enunciado descriptivo (el ser) (6).

No digo que esto baste para investigar el tema, lo que afirmo es que resulta un punto de partida imprescindible. La identificación de posturas ideológicas y de sus conexiones con la política se refiere a procesos concretos que existen en la práctica social y que pueden ser evaluados con bastante precisión. Las ciencias sociales llevan muchos años haciéndolo. La ideología debe ser entendida como algo sustantivo (7). No debe ser entendida por su ubicación, generalmente arbitraria, en un espectro político visualizado en forma de un eje organizado a partir de estereotipos como “izquierda”, “centro” o “derecha”.

Esa comodidad de lo geométrico –que representa las posturas ideológicas como puntos discretos a lo largo de un eje- tiene como gran desventaja su falta de precisión explicativa. Es, si se me permite la expresión, “andarse por las ramas” en materia de tipificaciones ideológicas. Lo que verdaderamente fija la posición ideológica de alguien o de algo es el tipo de respuesta que se da ante un problema específico de la política.

¿Cuáles problemas pudieran definir sustantivamente posiciones ideológicas diferenciadas en Cuba? En principio muchos, pero me limito a mencionar seis: los mecanismos para la participación política, la sociedad civil como espacio para promover el cambio social, la forma social de apropiación del excedente económico, las funciones del Estado, la justicia social, y la inclusión social.

En segundo lugar, una vez que se hubiese podido establecer un fundamento sustantivo de las posiciones ideológicas que pudieran existir en el país, conviene complementar el análisis con el examen de los posibles ejes que inevitablemente influyen en las discusiones ideológicas. Como he expresado antes, no considero que los ejes sean el plano esencial del análisis, sobre todo porque se fundamentan en estereotipos que generalmente son construidos según criterios arbitrarios. Por ejemplo, la decisión de que alguien esté dentro o fuera de la “izquierda” usualmente depende de la valoración de actitudes frente a determinados aspectos fijados por quien hace la clasificación. El problema es que esas dimensiones por separado no explican una ideología. Tampoco la suma de esas dimensiones. Se puede conocer la teoría marxista, ser antimperialista, y mostrar solidaridad con otros –características que normalmente se asocian al estereotipo de la “izquierda”- y ser también una persona corrupta plegada al capital extranjero.

La cuestión de los ejes es ineludible en las valoraciones sobre la ideología y debe ser considerada en los análisis, pues pudiera enriquecer la perspectiva esencial que previamente hubiese ofrecido el análisis sustantivo. No me refiero solamente al eje “izquierda-centro-derecha” sino también a otros posibles ejes que cruzan los debates ideológicos. En el caso de Cuba hay al menos otro eje relevante: el “nacionalismo-plattismo-anexionismo”. Coloco los términos entre comillas porque obviamente son controversiales, pero es sin duda un eje importante en las discusiones ideológicas y políticas del país, inclusive desde mucho antes de 1959. Insisto en que no considero que una perspectiva axial sea la manera adecuada de comprender la ideología como algo sustantivo, pero puede aportar matices útiles para el análisis una vez que antes se haya explicado lo esencial.

En tercer y último lugar, el análisis de posicionamientos ideológicos en Cuba debe considerar dos necesidades de la práctica política en los que tales posicionamientos se manifiestan. De una parte, las posiciones ideológicas de individuos y de organizaciones no son inmutables, sino más bien todo lo contrario: pueden cambiar con rapidez y a veces en direcciones insospechadas. La noción de que la gente opera políticamente a largo plazo sobre la base de ideologías más o menos fijas que han aprendido o que se les ha inculcado es una noción frecuentemente refutada por la realidad. El individuo interioriza la ideología bajo la influencia de sus experiencias reales de vida, incluyendo sus intereses y la manera en que estos se modifican. Por ejemplo, las mutaciones ideológicas que han tenido lugar en Cuba durante el último decenio en materia de “igualitarismo” y sus relaciones con las políticas públicas de la “actualización” no solamente representan un interesante caso de estudio sobre el tema, sino que constituye una de las áreas donde casi todo el análisis está todavía pendiente de realizar.

Por otra parte, el sujeto político contemporáneo en Cuba se sitúa entre un referente de experiencia pasada y una perspectiva de experiencia futura. Pienso que es evidente, aunque acepto que pudiera ser discutible, que para muchos cubanos existe una carga de experiencia que influye en la manera de pensar y de actuar, pero que consideran que lo crucial de sus vidas es lo que está por venir, y eso no se limita al caso de los jóvenes. Las visiones que proponen el pasado como asidero paradigmático parecen ser percibidas crecientemente como un pensamiento conservador (8). Tomar en cuenta las ideologías como esquemas generales que enmarcan modos de pensar es sin dudas algo útil. Sin embargo, debe tenerse presente que lo que ocurre en la realidad es mucho más complejo, pues el pensamiento de la gente siempre incluye ideas originales a pesar de tener una base en experiencias previas y en las ideologías aprendidas.

Las implicaciones para la política pueden ser significativas porque dificulta el funcionamiento de ideologías propuestas desde “arriba”, no importa la etiqueta que lleven.

En términos del análisis de posiciones ideológicas en la Cuba contemporánea lo que parece ser pertinente ahora es hacer un examen sosegado y riguroso. Esto incluye, obviamente, la necesidad de considerar la contribución de perspectivas críticas. En cambio, las etiquetas ideológicas operan generalmente en el plano de la retórica fácil y son propicias para fomentar la intransigencia. Lo que se requiere, por el contrario, es el diálogo constructivo sobre la base de un conocimiento relevante.  


Notas:

1.    Un ejemplo típico de taxonomía política es la relativa a la taxonomía de las políticas económicas y la taxonomía de las políticas públicas, temas sobre los que existe una amplia bibliografía.

2.    Iroel Sanchez, “Centrismo, nacionalismo de derecha y anexionismo simbólico. Por Fernando Martinez Heredia”. 17 de abril de 2016. El texto reproduce la respuesta del intelectual cubano Fernando Martínez Heredia a una pregunta de la periodista Rosa Miriam Elizalde durante una entrevista divulgada en video y Podcast por Cubadebate el 17 de marzo de 2016. Ver el texto de Iroel Sanchez en https://lapupilainsomne.wordpress.com/2016/03/17/centrismo-nacionalismo-... . La transcripción completa de la entrevista en Cubadebate puede ser consultada en http://www.cubadebate.cu/noticias/2016/03/17/obama-no-pierda-la-oportuni...

3.    Frei Betto, “Cómo derechizar a un izquierdista”, Cubadebate, 22 de septiembre de 2012. http://www.cubadebate.cu/opinion/2012/09/22/como-derechizar-a-un-izquier...

4.    Carlos Marx y Federico Engels (1845-1846). La Ideología alemana. Editorial Pueblos Unidos, Montevideo, 1958.

5.    Luis Carlos Rejón. “El torticero concepto de izquierda”, periódico El Mundo, Madrid, 4 de enero de 2016.

6.    Hillmann, Karl-Heinz y otros (2001). Diccionario enciclopédico de sociología, Editorial Herder, S.A., Barcelona., 2001.

7.    Angel Rodríguez Kauth (2001). “Izquierda y derecha en la política”. Realidad: Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas Nº. 82, 2001, págs. 467-480.

8.    Se trata de un tema que ha sido examinado en el contexto más amplio del marxismo contemporáneo. Ver, Omar Acha (2008). “El marxismo de derecha: elementos para su definición y crítica”. Revista Herramienta Nº 37. Buenos Aires. Marzo de 2008.

http://cubaposible.org/articulos/el-centrismo-politico-en-cuba-una-etiqu...

 

Sobre un “centrismo” inútil, y temas de mayor importancia. O por más debates, y menos desvíos

 

Julio César Guanche

Iroel Sánchez (IS) ha publicado una nota sobre Cuba Posible (CP),[1] proyecto de intercambio de ideas sobre y para Cuba del cual participo. Su texto concita apenas el interés de exponer las manipulaciones que contiene, pero aludiré a él para colocar en el debate temas que considero de mayor importancia. Me referiré así a dos cuestiones puntuales que IS menciona, y a otra de mayor alcance.

La primera cuestión es el uso que IS hace de la palabra “centrismo”. No ha empleado el término con un significado conceptual, sino como una descripción, como un adjetivo peyorativo hacia una “posición política”. El texto del que parte IS para elaborar su descalificación es una entrevista a Lenier González que contiene una sola vez la palabra “centro”, en la cual, incluso, aparece entrecomillada por quien la pronuncia, [2] y no tiene allí el significado que le asigna IS.

La palabra se menciona ante esta pregunta: “¿Crees que el incremento del acceso a Internet desde la Isla, aún en condiciones precarias, ha favorecido el diálogo y la concertación entre actores sociales diversos?”[3] En ese contexto, la respuesta no alude a una “celebración” de un “centro” sobre la “izquierda” o la “derecha” —estas dos palabras no se pronuncian en toda la entrevista—, sino a lo que el entrevistado considera como una deseable despolarización de las posiciones que participan del debate nacional, esto es, de las visiones que capturan ese debate entre extremos dicotómicos entre sí.

Según ese texto, el “centro” refiere a “sinergias positivas de entendimiento y despolarización en la sociedad cubana trasnacional”.[4] Esta idea, ciertamente, no es un gran descubrimiento. Basta observar las dinámicas de relaciones que sostienen, desde hace años, cubanos que viven dentro y/o fuera de la Isla, y cómo se han multiplicado desde 2013 a la fecha.

En todo caso, el diagnóstico de González puede ser objeto de contrastación empírica, discusión teórica y evaluación política capaces de ofrecer otras conclusiones, pero obviar el sentido que su autor le otorga, y atribuirle significados sin base en su texto, no es un procedimiento legítimo de debate. Por este camino, IS se coloca fuera del terreno de la discusión, que intercambie datos y argumentos, y se sitúa en un campo de naturaleza distinta, cuyas consecuencias son obstaculizar, o directamente impedir, la existencia de espacios diferenciados, y legítimos, de deliberación pública sobre Cuba.

Lo antes dicho no evade una discusión más general sobre las implicaciones del “centrismo”, y de cualquier otro concepto, y de sus ventajas y desventajas respecto a otras opciones políticas. Ahora bien, sería útil si ese debate se remite en algún grado a sus usos en las ciencias sociales, y a su historia política e intelectual en Cuba. Son obligaciones mínimas para quien pretende usar un “concepto”. En caso contrario, se usa apenas como un adjetivo aplicable a cualquier situación según el particular humor de cada cual, en cuyo caso no es una base que permita la deliberación colectiva sobre asuntos públicos.

Propongo, de modo breve, dos ejemplos, entre muchos posibles, sobre cómo creo que sería más útil abordar conceptos políticos relevantes para el debate nacional. El primero es la democracia. El debate sobre ella se empobrece cuando se le restringe exclusivamente a la presencia de partidos políticos como clave esencial de su legitimidad. También se empobrece si se elude la reflexión sobre las ventajas y desventajas de considerar a los partidos —sea uno solo o varios de este tipo de instituciones— los representantes de la soberanía popular. La discusión tiene gran diversidad y complejidad al interior de pensamientos como el marxista, y el martiano.[5] En las últimas décadas, el debate sobre las ventajas y carencias del “movimentismo” —que ha estado bastante ausente en Cuba— es, por ejemplo, parte de la búsqueda democrática de formas múltiples de expresión de la soberanía popular desde las izquierdas.

El segundo ejemplo es el concepto de República. Para quienes lo desconocen, recuerdo que el artículo 2do de la Constitución cubana vigente establece que “El nombre del Estado cubano es República de Cuba”. Su discusión no se agota en la referencia a la forma de gobierno —pues puede ser una forma política vacía— sino a los fines que persigue el gobierno y a los medios que tiene la ciudadanía para promoverlos y hacerlos exigibles. Desde este lugar, se presentan temas de la mayor importancia: cómo asegurar las garantías políticas, materiales y legales de la libertad; cuáles son las obligaciones exigibles a toda propiedad frente al bien común;  cómo hacer al pueblo titular efectivo de su soberanía; cómo responder y controlar al poder estatal; cómo asegurar una política exterior soberana; cómo evitar el monopolio de poder a favor de grupos privados, sean burocráticos o económicos; cómo redistribuir derechos sociales a la vez que poder político, cómo descentralizar el poder estatal a favor de poderes locales, cómo defender el estado laico, etcétera.

Plantear una discusión sobre la base de la democracia y de la república tiene además otras ventajas, como la de “no olvidar nuestra historia”. Martí defendía que “a democracia pluralista, república estable”. Bonos de mil pesos emitidos por el MR-26-7 para recabar fondos para la revolución contenían alegorías celebratorias de la República. José Antonio Echeverría aseguraba que la revolución se hacía para sentar “las bases estructurales de la república nueva, soberana en su derecho, justa para con todos sus hijos, honrada en los hombres que la sirvan, próspera y segura en su economía, proyectadas con caracteres propios hacia la cultura universal y orientada hacia el cumplimiento de su destino americano”. Después de 1959, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo exigía extirpar “todo lo inmoral, sucio y feo que manche lo honrado, íntegro y hermoso de nuestra república revolucionaria, libre y soberana”. Fidel Castro aseguraba que: “A la República hay que hacerle una buena operación quirúrgica y si nos ponemos a untarle mercuro-cromo la república se nos muere".[6]

En mi opinión, discusiones como estas, y los problemas que plantean, son infinitamente más importantes que cualquier desvío en “debates” sobre un supuesto “centrismo” que no defiende ni siquiera su pretendido autor.

Me refiero ahora a una segunda cuestión. Debería ser obvio lo siguiente: interactuar con semejantes, diferentes, adversarios y enemigos hace parte de todo ejercicio político, lo que es distinto a aceptar y ser dependiente de sus discursos y agendas.  La nota mencionada —y los comentarios que IS responde sobre su texto— aluden, a propósito de un viaje recientemente realizado por CP a Washington, a “conexiones” con “estrategias” de “gobiernos extranjeros”, lo que es absolutamente falso.

En su particular forma de “demostrar” esa pretendida “conexión”, sin aportar, por supuesto, una sola evidencia contrastada, IS omite expresamente que CP fue invitada a Washington por WOLA (Oficina de Washington para América Latina), ONG que armó la agenda y sufragó el viaje. Omite entonces, además, toda información sobre WOLA. Esta institución fue fundada en los 1970 para oponerse a la política de los EEUU hacia Centroamérica y hacia el Chile de Pinochet. En sus orígenes está la experiencia de Orlando Letelier abogando en la capital estadunidense por el respeto a la democracia en América Latina, empeño que también le costó su vida. Hacia Cuba, en concreto, WOLA lleva desde su fundación trabajando por la normalización y contra el bloqueo. (Agrego que el anfitrión de CP en Washington por WOLA fue Geoff Thale, cuyos criterios sobre la política de los EEUU hacia Cuba pueden leerse en el sitio Cubadebate.[7]

Con el rechazo rotundo a tales procedimientos de falsa inculpación, basados en omisiones de semejante magnitud, llego ahora a un problema de más alcance que los entendidos tan suyos que contiene la nota de IS.

Es larga la lista de personas y proyectos que han sido cuestionados por un tipo muy perjudicial de imaginación política en Cuba desde los 1960 hasta hoy. Esta prédica está convencida que es mejor concebir la política, no como un espacio de  colaboración, persuasión y disputa, que procese consensos y disensos en torno a diagnósticos y alternativas respecto a los problemas de la vida pública, sino como la actuación exclusiva del sector que defiende esta posición. El argumento que invoca habitualmente es que este sector cubre “todo” el espectro posible para “lo revolucionario” en Cuba.

En lo que respecta a cómo tratar la diversidad específicamente política, esta imaginación es proclive a asociar la “política revolucionaria” con la sospecha y la hostilidad hacia lo diverso —sea o no opuesto— respecto a su propio discurso, y  tiene vocación por imponer una variante propia de pensamiento único.

El problema no radica en la existencia de “opiniones” de este tipo, sino en la pretensión de convertir estas opiniones en políticas de estado exigibles a toda la sociedad como rasero de la legitimidad de toda actuación política. Las referencias críticas contra esta corriente —que creo que es más pequeña dentro de la sociedad y la política cubanas de lo que algunos suponen, solo que cuenta con distintos grados de poder para asegurar la relevancia de sus posiciones— son infinitas en el espacio público nacional. El efecto práctico de estas posturas, cuando cuentan con poder para imponerse, ha sido el de contribuir consciente y activamente a muchas cosas por las que no cabe sentir orgullo, entre ellas a arrinconar y penalizar las opiniones diferentes, a contaminar y empobrecer el espacio público, a impedir las articulaciones voluntarias ciudadanas en torno a espacios de participación cívica, y a privar a la sociedad cubana del acceso a un debate más diversificado, honesto y riguroso sobre las alternativas que esta produce. Con ello, tales empeños han funcionado como una máquina de producir enemigos, generar exclusiones y abolir ilusiones.

Esa posición le resta espacio político a las izquierdas en Cuba para hoy y para mañana, e incluso le resta espacio para ayer, porque impide apreciar la diversidad de los proyectos y las ideologías de lo que han sido las izquierdas cubanas en su historia. También priva de espacio a otros que, legítimamente, no son “de izquierda”.

Por ello, ese tipo de imaginación es, en un sentido estricto, contraria a los principios del ordenamiento legal cubano, cuya Constitución vigente establece que pueden participar de la política en Cuba “los ciudadanos” y no los de un tipo de “izquierda”, o un tipo de “revolucionarios”. En un sentido político más general,  “le hacen el juego”, y lo hacen por completo, a las visiones que aseguran que “no hay nada que salvar” del proceso iniciado en 1959 precisamente por identificar con ellas a “toda” la revolución. No. En Cuba hay mucho que “salvar” y hay mucho que “cambiar”. Martí aseguraba que solo “quien ama a la libertad, previsora y enérgica, ama a la revolución”. Desde ahí, y hasta hoy, en Cuba y en el mundo, la revolución es, y ha de ser, la visión más generosa sobre las necesidades de la vida humana en libertad, justicia y dignidad.

El fondo más importante de esta discusión se puede enunciar de modo simple: es un derecho de los cubanos no aceptar la voz de IS como representativa de sus opiniones ni como tribunal de su legitimidad. Asimismo, es el derecho de los cubanos no aceptar las mías. En otras palabras: la pretensión de que los problemas de todos sean procesados por un solo tipo de actor o de pensamiento —cualquiera que este sea, e incluso si fuese por completo legítimo— no es superior a la pretensión de que los problemas de todos sean procesados entre todos. La primera pretensión supone abolir el núcleo mismo de la democracia como proceso de redistribución permanente de poder. Cuba entera, la existente, la deseable, y la posible, merece del todo la segunda pretensión, esto es, la de la república “con todos y para el bien de todos”.



[1] Sánchez, Iroel. “El corrimiento ´al centro´”, en: https://lapupilainsomne.wordpress.com/2016/04/18/el-corrimiento-al-centr...

[3] Idem

[4] Idem.

[5] Martí destacaba: “la importancia de abrir la república a todas las ideas para que el clamor de la idea desdeñada por autoritaria o revoltosa no trastornase, con el poder de aquella parte de naturaleza humana de que es forma en la política cada partido, la república que al desconocer un partido cualquiera, reprimiría en él sin éxito una expresión de la naturaleza humana.” (OC, t. 2, 1991, p. 114) Conocedores muy calificados de la obra de Martí, como Paul Estrade, no han visto en ello una “celebración” instrumental del multipartidismo en sí mismo sino un contenido de su pensamiento republicano democrático. Por la complejidad de este tema en Martí, permítaseme la cita en extenso: “Cuando habla de "partido" ¿está acaso (Martí) designando una corriente de opinión o una organización política? Estuvo tan convencido de la necesidad de los partidos que fundó y organizó uno con mano maestra: el Partido Revolucionario Cubano. Los partidos americanos le defraudaron tanto, por aquí el "liberal”, por allá el "demócrata", que deseó al parecer que solo hubiese un partido: el partido "nacional" que sintetizara todos los intereses parciales. Pero era lo suficiente lúcido para admitir, contra su propio ideal, la existencia de partidos que correspondieran a las diferentes concepciones de la vida de los diferentes componentes de la sociedad. Cabe suponer que si la guerra de independencia de Cuba hubiese desembocado en la república martiana, su inspirador no habría seguramente favorecido que naciera un partido de la clase obrera ni un partido de oligarquía terrateniente, pero de crearse, de seguro él se hubiera dado a la tarea de hacerlos participar en la obra común por la concordia y por la confrontación de proyectos, en el marco parlamentario y en el absoluto respeto de las libertades de asociación y de expresión.”  (Tengo entendido que este libro está en proceso de edición en Cuba, lo que será otro aporte al vasto cuerpo de estudios, de gran calidad, existente en la Isla sobre la obra martiana) La cita corresponde a Estrade, Paul. José Martí. Los fundamentos de la democracia en Latinoamérica, 2000, Doce Calles, p. 562.

[6] Las citas anteriores se encuentran en Combate, 8 de abril de 1959, 6 de abril de 1959 y 15 de marzo de 1959, respectivamente.

[7] Elizalde, Rosa Miriam. “Ningún analista serio en EEUU apoya los programas de “promoción de la democracia” para Cuba”, en: http://www.cubadebate.cu/especiales/2016/03/07/ningun-analista-serio-en-eeuu-apoya-los-programas-de-promocion-de-la-democracia-para-cuba/)

www.sinpermiso.info, 1-5-16

Es que el centro político no existe, o del sitio donde tan bien se está

 

Loscar Luyazán

“Hemos de señalar que entre
la izquierda y la derecha, (…)
solamente existe una
línea divisoria
en la que no es posible ubicarse
ni física ni ideológicamente”

Antonio José Gil Padilla

 

El presente texto intenta exponer las primeras reflexiones provocadas por la lectura del trabajo “Sobre un “centrismo” inútil, y temas de mayor importancia. O por más debates, y menos desvíos”, que bajo la firma de Julio César Guanche (JCG) puede consultarse en Cuba Posible (CP).

Espero que ninguna de mis palabras puedan interpretarse desde una intencionalidad personal, algo que está muy lejos de mi ánimo y sobre todo con respecto a su autor. He leído y leo la obra de este investigador, por lo menos hasta el presente, con mucho provecho y respeto, y es mi opinión que sus ensayos y libros han contribuido muy valiosamente al conocimiento de múltiples aspectos de la historia cubana y sus personalidades políticas y culturales.


Sólo hago uso aquí de lo que, ejerciendo su vocación y particular concepción de lo republicano y democrático, casi al final de su trabajo JCG reconoce y propone: cada cubano tiene el derecho, y se agregaría, hasta el deber, de no aceptar las ideas que no le parezcan correctas o válidas, o a manifestar las dudas sobre aquellas proposiciones o proyectos que no le parezcan concebidos y situados en una ruta promisoria hacia el puerto deseado del bien de todos.


JCG polemiza con un artículo del autor del blog La Pupila Insomne, espacio donde los artículos de Iroel Sánchez (IS) y otros autores, también hacen una importante contribución al país, y con un enfoque que se atiene rigurosamente a la investigación periodística de los datos que sostienen sus juicios, y, además, en una plataforma que no está signada por la búsqueda complaciente de falsos consensos y diálogos entre diversidades antagónicas, y por ello, provoca no pocas veces airadas o agudas reacciones de comentarios muy disonantes entre sí, cosa que no ocurre a menudo en otras plataformas.


JCG considera que los trabajos analíticos que han sido publicados en La Pupila Insomne tendrían la virtualidad de cerrar y obstaculizar espacios de intercambio y debate de ideas en Cuba.


No me parece que las ideas o convicciones expuestas por IS hayan pretendido erigirse en una voz tribunicia unilateral, o la única acertada y legítima. En el blog publican muchas otras voces, nacionales e internacionales, y en él no se censuran comentarios diametralmente opuestos, en ocasiones subidos de tono, o carentes de alguna otra altura que no vengan de argumentos ad hominem dirigidos contra IS, o un eventual otro autor. No es posible pues, que los trabajos que aparecen en este blog pretendan ni estén en la capacidad de “obstaculizar, o directamente impedir, la existencia de espacios diferenciados, y legítimos, de deliberación pública sobre Cuba”, como se lee en el trabajo de JCG. Sería otorgarle o sospecharle un poder casi omnipotente, ubicuo y fantasmal, que no sea el que emane simplemente del ejercicio del criterio y del eco y apoyo que encuentre en sus lectores.


El proyecto impulsado por Cuba Posible tampoco puede obstaculizar, ni impedir directa ni indirectamente, que el espacio que en Cuba se opone a su objetivo transicional y su declarada acción en favor de la pluralidad política “distinta”, se manifieste contra esa concepción.


En cambio, como asiduo lector de diversas y contrastadas fuentes, me pregunto si el objetivo programático de Cuba Posible de cohesionar miradas diversas y dar voz plural, no le anima a publicar en sus medios algunos de los trabajos de IS, o los de tantos otros autores que visiblemente no están en la cuerda de ese “laboratorio de ideas”. Y me pregunto si esa no es una consideración de mayor gravedad y envergadura, dado que el programa de Cuba Posible se presenta como una plataforma de la diversidad y de la búsqueda de un entendimiento casi seráfico entre los intereses y las miradas contrapuestas.


Si autores como IS y otros han “merecido” el sambenito, la descalificación y la acusación de oficialistas, se debe, creo yo, y a partir de lo que sé por sus artículos, a que sus convicciones e ideas se contraponen frontalmente, analiza y desmonta ciertas propuestas y proyectos que son contrarios a lo que se considera oficial en Cuba, es decir, contrarias a las ideas y el proyecto de la Revolución Cubana y a la dirección de su Partido Comunista. Hay que admitir en estricta justicia entonces, mutatis mutandis, que sus contradictores serían entonces los oficialistas de las concepciones u organizaciones que defienden. Sólo que hay una diferencia no menor y decisiva: algunos de los contradictores de los trabajos aparecidos en La Pupila Insomne tienen relaciones, intercambio y apoyo logístico, relaciones estrechas o no, y sabría decir o probar de qué naturaleza, con instituciones, personas u organismos ajenos al país, y que tienen un plan confeso de provocar un cambio de gobierno y de sistema en Cuba. Y por allí, con respecto a las relaciones internacionales de Cuba Posible se originaron mis primeras dudas con respecto a la respuesta de JCG.


El artículo de JCG se concentra inicialmente en refutar el tema del “corrimiento al centro” que estaría operandose en Cuba Posible y que Iroel analiza y advierte citando otras muchas opiniones al respecto de la misma concepción, y, en cambio, JCG ve como asunto inútil, tratado sin rigor académico, a la vez que sostiene que en la entrevista donde ese término se utiliza, (y se aclara que sólo una vez y entrecomillado, como si eso le restara importancia), sólo está enfocado a “lo que el entrevistado considera como una deseable despolarización de las posiciones que participan del debate nacional, esto es, de las visiones que capturan ese debate entre extremos dicotómicos entre sí.”
Se debe tener en cuenta, en primer lugar que la principal polarización de los debates cubanos y fuera de Cuba son de carácter político y entre los que avizoran y promueven o se unen a la idea de un “tránsito” reformador promovido desde el exterior, y los que apoyan una continuación, una actualización y un perfeccionamiento de la democracia cubana bajo la dirección del Partido Comunista y hacia la meta de una nación socialista como un resultado de la autodeterminación del país. Y ese debate lleva a la adopción de posiciones políticas. De manera que no se entiende el argumento o no está lo suficientemente bien expuesto, si es que se puede separar una cosa de la otra y si es posible, lo cual es un ejercicio mucho más arduo, justificar que en la interna discusión cubana tengan participación órganos externos vinculados de una u otra forma al sistema enemigo del proyecto cubano.


Así pues, como vemos, JCG argumenta que el uso de la expresión corrimiento “al centro” sólo se refiere a la “despolarización de las posiciones que participan en el debate nacional”. Y como advierte que nunca se usaron los conceptos de izquierda o derecha, el “centro” en ese contexto no podría ser interpretado justamente en clave de una alusión política.


Si se relee toda la entrevista de buena fe, es justo observar no sólo que la oración donde se utiliza el término aparentemente anodino, inofensivo e inútil de “centro” está separada por un punto y seguido de la primera afirmación, la que se refiere a la “despolarización de posiciones”, sino que inmediatamente el entrevistado emplea explícitamente el término “políticos” para ilustrar en qué ha consistido ese corrimiento, a saber: “en un conjunto importante de actores sociales y políticos, dentro y fuera de la Isla.” Entonces, ¿se refiere a un corrimiento de las posiciones políticas, y además sociales, hacia el centro, o no? ¿Y qué sentido, por muy riguroso que sea, tiene en ese contexto el “centro” que no sea político y de la práctica política o la elección de soluciones políticas? Parecería tratarse sólo de una cuestión interpretativa de un párrafo que tampoco es muy explícito, ni claro, que no acude ni por asomo como exige JCG al rigor de las ciencias sociales, si no fuera porque varias miradas citadas por IS, coinciden en que la posición política de las propuestas y las soluciones que propone Cuba Posible en ese debate, se están situando precisamente en ese interregno de la nada política que es el centro, pues quienes allí se posicionan tarde o temprano suelen derivar a la derecha del dios padre. (Interesa aquí el propósito del think tank, o “laboratorio de ideas”, pues no son relevantes ahora las personas, que pueden ir variando en el tiempo, sino al espíritu y el nervio central de un proyecto.)


Comprendo el rigor de académico e investigador con que advierte JCG que “sería útil si ese debate se remite en algún grado a sus usos en las ciencias sociales, y a su historia política e intelectual en Cuba”. Desconozco si la opinión de Cuba Posible es la opinión de JCG en cuanto a la inutilidad de abordar derechamente esa cuestión, pero otros muchos no vemos la inutilidad y la insignificancia de una definición tan vital como es el esclarecimiento de las opciones y los posicionamientos políticos en un mundo donde, ya harto se sabe, no existen terceras posiciones políticas válidas y sobre todo en Cuba, donde existe una polarización objetiva de dos destinos bien diferentes.
En su declaración programática Cuba Posible afirma que su visión es “distinta”, pero sin explicitar con ese rigor que exige JCG en qué y con respecto a qué consiste esa distinción. Sin una clara exposición del referente distintivo. Simplemente lo declara en un texto con carácter de manifiesto presentador, y donde tenía su lugar más natural una más rigurosa distinción entonces falta, e innegablemente se queda en el limbo de la indefinición. No es por tanto un tema tan bizantino, si no es que se quiere simplemente ver así por el humor ocasional de un instante interpretativo.


La “segunda cuestión” abordada por Guanche se refiere a la invitación que Cuba Posible recibiera por parte de WOLA (Oficina de Washington para América Latina), para visitar Washington, “ONG que armó la agenda y sufragó el viaje”. Allí nos informamos que esta “institución fue fundada en los 1970 para oponerse a la política de Estados Unidos hacia Centroamérica y hacia el Chile de Pinochet” y que además, “hacia Cuba, en concreto, WOLA lleva desde su fundación trabajando por la normalización y contra el bloqueo”.
Traer a colación la oposición de WOLA a la política de Estados Unidos hacia Centroamérica en los 1970 y hacia el Chile de Pinochet, (además, de, como se dice en cubano, ser esa una historia mucho más larga) y luego subrayar la contribución de esa institución a la normalización de las relaciones Cuba-EEUU, aunque no se dice expresamente, (es mi interpretación del subtexto), tal parece un argumento y una información que nos aporta JCG para refutar la pertinencia de las advertencias de IS sobre las “conexiones” de Cuba Posible (como Laboratorio de Ideas, y no de alguna persona en particular, repito) con gobiernos, instituciones y personas extranjeras. Desconocedor de esa institución me dirigí a buscar datos y nada mejor que su propio sitio Web: http://www.wola.org/es/programa/cuba para tener una idea de qué va el asunto.


Para ilustración de los posibles lectores que no se tomen el trabajo de seguir el enlace, cito la portada del sub enlace dedicado a Cuba:


“La política de Estados Unidos hacia Cuba es una reliquia desactualizada de la Guerra Fría que ha fracasado en promover los derechos humanos y la democracia, y por el contrario, ha aislado a los Estados Unidos de la región. WOLA aboga por un cambio a través del compromiso y el involucramiento con Cuba – incluyendo viajes, intercambios ciudadanos, comercio y cooperación diplomática en temas de interés mutuo.” (los subrayados son míos).


Confieso casi cándidamente que me parece estar oyendo uno de los párrafos de la actuación teatral obamiana en Cuba. De manera que WOLA no tiene, en esencia, otro objetivo que el guion de Obama, si sólo nos atenemos a ese introito. Pero repárese bien en la oración: según esta declaración de principios, la antigua política de los Estados Unidos habría fracasado “en promover los derechos humanos y la democracia” en Cuba.


¿Alguien, – me resisto a creer que no académicos y estudiosos honestos (me refiero a la honestidad intelectual de los resultados de un investigador objetivo, no a la honestidad puramente personal, que no ataco ni descalifico aquí) – , puede a estas alturas creer que alguna vez EEUU quiso promover los derechos humanos y la democracia en Cuba que no fuera su concepción espuria de los derechos humanos y su falsa e inexistente democracia?¿Puede WOLA estar promoviendo y apoyando una democracia en Cuba que sea una auténtica democracia? Por consiguiente, el argumento de JCG no se sostiene, y ello me suscita una pregunta honesta, directa y con el claro sentido explícito de todas sus letras, sin ironías ni ánimos descalificadores: ¿qué espera Cuba Posible de una relación con esos principios, cuando esa institución organiza la agenda y sufraga los viajes, es decir, cuando depende de su logística y programa, y es imposible de esa manera mantener una independencia real aunque honestamente algunos de sus miembros así lo pretendieran como una estrategia?¿Pudo Cuba Posible, por ejemplo, reunirse con otras organizaciones que en Estados Unidos denuncian los atropellos a los derechos humanos de negros y otras minorías?¿No hay alguna razón, en principio, para poner en tela de juicio y examen las finalidades de un intercambio que se califica de fructífero cuando es notorio, confeso y declarado que la normalización que dice apoyar WOLA se basa en un argumento espurio, como es que alguna vez los gobiernos de esa nación se preocuparon por los derechos humanos y la democracia en Cuba, y que si hay que cambiar esa política esos serían los verdaderos objetivos fracasados?. Yo creo que hay muy pocos cubanos que no comprenden bien de qué se trata el juego. Yo creo entonces que se tiene el deber y el derecho de interpelar y cuestionar a Cuba Posible y si se quiere desechar el término de “conexiones”, se podría acudir a uno más amable, pero sinónimo al fin, de relaciones, que no cambia la esencia de la cuestión. Todos estos datos y argumentos, y muchos otros más que harían interminable este texto, son los que aportan los trabajos que aparecen no sólo en La Pupila Insomne, y que, al contrario de cerrar espacios de debate, sostiene precisamente un debate informativo urgente y necesario al país y contribuye a que la mirada “distinta” de Cuba Posible se defina, se conozca y se discuta críticamente.


También este lector repara en que según se lee en la comunicación aparecida en Cuba Posible sobre ese “intenso programa de trabajo en Washington DC”, los asistentes se reunieron o sostuvieron contactos con otros múltiples actores de muy variopinta condición, a saber: “La visita incluyó reuniones con directivos de Brookings Institution; una reunión con el equipo de la Oficina de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado; un encuentro con asesores para América Latina del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de la Unión; una reunión con miembros del Grupo de Trabajo sobre Cuba de la Cámara de Representantes; una comparecencia pública en la sede del Diálogo Interamericano; un encuentro con miembros y colaboradores de la Fundación WOLA, y un grupo amplio de reuniones privadas con políticos y académicos relacionados con el “tema Cuba”.


Confieso que no tengo un conocimiento suficiente de cada una de esas instituciones o personalidades, y de qué manera están conectadas con el gobierno norteamericano o a qué intereses deben responder sus políticas o sustentos, y es necesario estudiar el tema para opinar con responsabilidad, pero sostengo mi derecho a tener como hipótesis de trabajo y comprobar lo siguiente: conociendo los verdaderos, ocultos o confesos objetivos de la llamada “normalización”, no estaría inclinado a pensar que todas ellas estén ajenas al objetivo declarado de Obama y a sus pretensiones transicionales en Cuba. Al menos se puede afirmar como dato incuestionable una relación de CP con personalidades e instituciones de la política norteamericana, algunas de las cuales, si no es WOLA, y que es la única mencionada por JCG, no van jamás a pretender el apoyo en Cuba de una “transición” hacia una república democrática y socialista.


De todas formas los trabajos que en La Pupila Insomne han analizado esta cuestión del “centrismo”, los de algunas otras propuestas aparecidas en Cuba Posible, los criterios de otros muchos intelectuales cubanos de sólido prestigio, como Fernando Martínez Heredia, con respecto al tema, y sobre todo en lo referido a las relaciones externas de Cuba Posible, no se limitan al criterio del “centro” expuesto en la entrevista a Lenier González, ni a la única invitación de WOLA.


A ese mismo trabajo objeto de la refutación de JCG, y a muchos otros, puede el lector remitirse para asomarse a un amplio surtido de organizadores y personalidades que están detrás y en relación con los propósitos declarados de Cuba Posible, y que coindicen a la letra con los propósitos declarados por el presidente norteamericano.


¿Cuáles son estos propósitos esenciales de CP? Además de los muy generales y difusos conceptos de cohesionar y equilibrar miradas y concepciones diversas, promoviendo una pluralidad de cosmovisiones políticas, en una entrevista concedida a Reuters por el ex editor de Espacio Laical, y ahora director de CP, este declaró explícitamente que: “Cuba Posible will promote “transitional change” with views from a wide range of Cubans”. No es sólo que el lenguaje no sea inocente, es que el “cambio transicional” que ayudaría a promover Cuba Posible ha sido y es el objetivo de la política de los gobiernos norteamericanos, y no precisamente para el logro de otros derechos humanos y más democracia en la isla, y menos la conservación y el desarrollo de los que el ciudadano cubano ha disfrutado, internacional y ampliamente reconocidos, en varias esferas de la vida. Es que también el entrevistado afirma que el pueblo cubano quiere “ese” gran cambio, afirmación objetivamente insostenible y en el que sí se aprecia, – al afirmar y tomar como cierto un anhelo nacional que no tiene derecho a sostener y generalizar – el potencial de sembrar un virtual obstáculo o un serio impedimento para que en Cuba y por su propia autodeterminación, no haya un natural perfeccionamiento de su sistema político actual. De allí que el lenguaje y sus relaciones internacionales revelen los fundamentos políticos de Cuba Posible cuando evita hablar de actualización y perfeccionamiento y continuidad del socialismo en la Cuba que es, y prefiera optar por el lenguaje de las reformas, los change y las transiciones, consensos y diálogos, pluripartidismos, diversidades y reconciliaciones, conceptos estos rigurosamente pertenecientes hoy al centro, la centro – derecha y la derecha, para el que está atento a las políticas continentales, pero que nunca ha sido ni será un lenguaje que hablen las revoluciones. De todas formas, se espera la rigurosa demostración de lo contrario.


Un concepto que merece un detenido análisis posterior es el de la república martiana con todos y para el bien de todos. Ahora sólo una breve consideración.


La divisa martiana de la república con todos y para el bien de todos, tampoco debe ser analizada y aplicada intemporalmente, como una abstracta generalidad. Es bien conocido que Martí, como genial político y teniendo por delante una primera tarea de liberación anticolonial para lograr la cual y en su peculiar visión y lenguaje, no convenía atizar las diferencias de clases, (recordemos el reproche que le hizo a lo poco que pudo conocer de la obra de Marx), pero teniendo después un declarado objetivo antimperialista, aplicó una estrategia unitaria para juntar voluntades de distintas generaciones de luchadores, y tanto las ansias libertadoras y los aportes de obreros simples, como de aquellos potentados o no que se sumaran al deseo de ser libres de España. Revolución, según declaró, era la que se haría en la República.


Pero no se comete pecado de especulación si se trata de imaginar que en aquella coyuntura republicana futura avizorada, en que eventualmente sectores o grupos, con vínculos y apoyos externos hubieran atentado o puesto en peligro la soberanía conquistada, él hubiera considerado ese DE TODOS en su particular aspecto del acceso a la disputa del poder político. Porque de eso se trata. Martí va radicalizando su pensamiento hacia los años postreros de su breve existencia y no es descabellado pensar que también sería capaz de analizar las nuevas circunstancias y matizar y adecuar aquella máxima, no para negar que todos tienen derecho a gozar de los bienes materiales y espirituales de una república, sino para constatar y comprender que no todos optan por una actitud y una opción política que conviene a los intereses y el bien de todos, lo cual es muy distinto políticamente hablando. Si imaginar aquello puede ser desechado por especulativo, pues no pudo suceder, sin embargo hay algo más claro e irrefutable: la martiana guerra necesaria no era sólo contra el gobierno español, sino para impedir el peligro mayor del acecho norteamericano, que, bien se sabe, sí profetizó y trágicamente se verificó. ¿Cómo entonces extrapolar aquel concepto para sostener la legitimidad de participación y libertad de acción política a los aliados internos y los promotores externos de las políticas e ideologías enlazadas hoy a los intereses de aquel mismo enemigo que Martí advirtió? En su tarea emancipadora y a lo interno de Cuba y por estrategia política unificadora, Martí fundó un partido ancho e inclusivo de toda la diversidad posible, de obreros y otros sectores sociales, y sufrió la ardua tarea de poner de acuerdo visiones y limar asperezas entre concepciones diversas, pero siempre entre las filas de los que estaban dispuestos a luchar por el objetivo común de la liberación y la independencia. Lo que nunca dejó como legado político fue acudir a diálogos ni a entendimientos ni con las Españas ni con los Estados Unidos de Norteamérica. Creo que también es una enseñanza martiana a recordar y sobre la cual fundar los cambios revolucionarios de lo que deba ser cambiado.


Por último, si acaso fuera cierto que hay un sector en Cuba que ha querido secuestrar lo revolucionario, y esto amerita un análisis aparte, contextualizado, y en cada coyuntura, también es muy visible que existen otros que han deseado y desean secuestrar el concepto de las democracias, y operar y contribuir y promover transiciones no revolucionarias en nombre de esa misma democracia. Y ante esta postura aquella simplemente se define por sí sola, sin necesidad de que nadie se la apropie. Nunca en la historia un cambio verdaderamente revolucionario ha tenido que ser asistido ni ha buscado diálogos, consensos y apoyos de los intereses y las cosmovisiones que son carnalmente opuestas no sólo a las revoluciones, sino también a toda democracia posible, a toda posible nación, y a las soberanías de las repúblicas. ¿O no hemos aprendido absolutamente nada de la Historia?

https://chilecuba.wordpress.com/2016/04/29/es-que-el-centro-politico-no-...

 

No liquiden al mensajero

 

Jorge Gómez Barata

Desde 1959 la oposición en Cuba se consagró a hostilizar a la Revolución y a tratar de suprimir el sistema socialista. La contrarrevolución cubana es la causa política más apoyada de la era moderna. En ello se comprometieron Estados Unidos, el país más influyente del planeta, apoyado por todos los estados hispanoamericanos (excepto México), los integrantes de la OTAN, y de un modo u otro los gobiernos aliados o afines.


Estados Unidos acogió en calidad de exiliados a cientos de miles de personas, muchas de las cuales reclutó y entrenó, utilizándolas para la realización de acciones violentas. Ese esfuerzo fue amparado por el bloqueo económico, el aislamiento diplomático, y la amenaza militar directa contra la Isla, así como el sostenimiento logístico y propagandístico de cientos de bandas de alzados en todos los macizos montañosos del país, y con la organización, financiación y sustento operativo a la invasión militar por Bahía de Cochinos.


Comparar a Cuba con una plaza sitiada no es una metáfora sino un hecho, acentuado con la desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista. En tales condiciones Cuba no toleró ningún género de oposición política organizada. En La Habana ninguna autoridad oculta ese hecho, ni se avergüenza de haberlo asumido.


Todo eso ha comenzado a cambiar porque el gobierno de Estados Unidos ha modificado la matriz violenta y subversiva de su política, y la forma agresiva de ejercerla, y La Habana es receptiva, asume los beneficios de la nueva situación, y se mantiene alerta frente a los riesgos.


El restablecimiento de relaciones entre ambos gobiernos y el anuncio de que trabajan para normalizar las mismas, es un cambio político comparable con la retirada de las tropas interventoras en 1902, y el triunfo de la Revolución en 1959. Obviamente, eventos de tal calado conllevan resultados colaterales que esta vez son pacíficos, y apuntan en la dirección correcta.


El cerco ha comenzado a ser levantado, y las murallas se abren a los intercambios entre instituciones y personas. Cuba va dejando de ser una plaza sitiada donde individuos leales, que bajo el cerco deponían criterios, y aplazaban deseos, ahora comienzan a sentirse libres de expresarlos.


En ese contexto surgen corrientes e incluso plataformas de opinión que aprovechando las condiciones creadas por las nuevas tecnologías y la actitud de las autoridades cubanas que alientan la apertura al diálogo, difunden criterios particulares, y fijan posiciones ante determinados asuntos. Se trata de nuevos actores sociales que con corrección, de buena fe, y manifestando un compromiso con los intereses nacionales, ejercen el derecho a opinar y a pensar diferente.


La moderación con que algunos se apartan del enfoque oficial, sin oponerse a los objetivos socialistas, hace pensar que buscan el centro del espectro político, lo cual, dado los riesgos de los extremos, puede ser razonable. El centro, al fin y al cabo, una metáfora política, es un territorio de encuentro.


En general esas corrientes de opinión enriquecen la cultura política y son consecuentes con el llamado de las autoridades, especialmente del presidente Raúl Castro, a la apertura que pone fin a la ficción de una inexistente unanimidad.


Auspiciar el diálogo es aceptar la existencia de puntos de vista diferentes. Quien se ubica al centro ejerce el mismo derecho de quien lo hace en algún extremo.
Ya sea porque se cansan, se desgastan, o se quedan solos, los extremistas no suelen llegar lejos.

https://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=16&idTitulo=...

es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso
Ingeniero y periodista cubano. Trabaja en la Oficina para la Informatización de la Sociedad cubana. Fue Presidente del Instituto Cubano del Libro. Escribe y edita el blog La Pupila insomne.
es el autor del blog https://chilecuba.wordpress.com/
Doctor en Ciencias Económicas. Especialista de Programa en la UNESCO. Editor y co-autor del libro "Development Prospects in Cuba: An Agenda y the Making (ILAS, University of London, 2002), co-autor del libro "Cuba, la reestructuración de la economía. Una propuesta para el debate" (Nueva Sociedad, 1997).
Periodista cubano, especializado en temas de política internacional.
Fuente:
Varios

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