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Graava quiere destronar a GoPro como reina de las cámaras de acción
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Graava quiere destronar a GoPro como reina de las cámaras de acción

Tras una experiencia con la 'action camera' por excelencia, un desarrollador brasileño se puso manos a la obra para obtener un dispositivo que evite pasar largas horas editando los vídeos que grabamos

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“¡Salta! ¡salta ahora!”. El grito me sorprendió al sacar la cabeza del agua tras una breve inmersión. Se trataba de una estampa típica de nuestros días. A mi izquierda, un joven sostenía como podía a una niña sobre los hombros que esperaba la orden de su padre, que a su vez sujetaba una GoPro con un palo de selfies. GoPro abrió el melón de las cámaras subjetivas, aquellas que uno se pone en el casco de la bici o lleva a todas partes con los amigos.

La idea, combinada con las redes sociales, ha ofrecido un auténtico filón a un surfista que decidió dejar la tabla para probar como emprendedor. Y la jugada le ha salido redonda. Pero atentos, que un nuevo proyecto quiere aguar la fiesta al rey de las action cameras, y mejor tomen nota de la marca, porque oiremos hablar de ella muchas veces: Graava.

La idea del producto surgió accidentalmente: el desarrollador brasileño Bruno Gregory salió junto con un amigo a una escapada en bicicleta y no dudó en llevar adherida al casco la correspondiente GoPro. Todo iba viento en popa hasta que un coche se les cruzó y acabaron de bruces en el suelo. Por fortuna, estaba todo grabado y habría pruebas para presentar la pertinente denuncia. Sin embargo, Gregory se enfrentó a algo que ya conocen los propietarios de la conocida cámara: editar interminables minutos de vídeo, de los que sobran la mayoría en las grabaciones. Aquello parecía un despropósito ¿no podía grabarse únicamente aquello que tuviera valor para el usuario? Este ingeniero comenzó a trabajar con los mimbres de lo que hoy es Graava, y lo que podría ser el futuro de las cámaras de acción.

Adiós a la edición

La cámara en sí no soporta el cara a cara con los modelos avanzados de GoPro si nos ceñimos puramente al hardware, pero el valor real de este dispositivo no se encuentra en la calidad de la imagen o el full HD. Graava llega con un arma imbatible que promete solucionar el marrón al usuario de tener que perder toda una mañana editando vídeos: la cámara viene armada hasta los dientes de sensores que combinados hábilmente mediante el software, son capaces de determinar con una precisión envidiable cuáles son las mejores secuencias de una grabación.

Las ventajas no quedan ahí: el usuario únicamente debe indicar la duración del vídeo y la inteligencia artificial del servicio (ellos lo definen de esta manera) combinará las mejores secuencias dada la duración en un vídeo que el usuario podrá compartir sin tener que tocar una sola tecla.

Suena bien pero, ¿cómo lo logran? La pequeña cámara alberga en su chasis un acelerómetro, micrófono y GPS, que combinados sabiamente, detectan cuándo un suceso es susceptible de ser destacado. Pongamos que salimos de paseo con el perro y la cámara va registrando todo lo que acontece a nuestro paso: si en la media hora de grabación nos hemos encontrado con un vecino o un crío casi nos da un balonazo, el sistema detectará ambos sucesos como destacados y en función de duración de la grabación, nos montará un vídeo con ambas secuencias al que podremos añadir además música.

Lo mejor del asunto es que no será necesario conectar la cámara a ningún cable: bastará con colocar la Graava en su cargador inalámbrico (sí, otro punto para el brasileño) y al detectar la red inalámbrica enviará toda la grabación a la nube, donde sucede la magia.

El servicio se completa con una aplicación en el móvil que nos permite utilizar la cámara, además, para monitorizar los movimientos de un bebé o cualquier suceso que suceda en el hogar. Lejos de ser un sueño que se pierde en las redes del crowdfunding, Graava es un proyecto en firme que permite la compra desde este momento (y desde España), y las primeras unidades se servirán en febrero de 2016. GoPro: te toca mover.

“¡Salta! ¡salta ahora!”. El grito me sorprendió al sacar la cabeza del agua tras una breve inmersión. Se trataba de una estampa típica de nuestros días. A mi izquierda, un joven sostenía como podía a una niña sobre los hombros que esperaba la orden de su padre, que a su vez sujetaba una GoPro con un palo de selfies. GoPro abrió el melón de las cámaras subjetivas, aquellas que uno se pone en el casco de la bici o lleva a todas partes con los amigos.

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