Meditación en la escuela para ‘aprender a parar’

Renovación pedagógica

Un instituto de Lleida aplica un sistema innovador para potenciar las habilidades sociales y estar en silencio, que solo ‘roba’ cinco minutos a las clases

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Silvia Porté con sus alumnos

Institut Joan Oró

Un instituto de Lleida, el Joan Oró, paraliza sus clases de ESO y Bachillerato 20 minutos cada día para dedicar el tiempo a la enseñanza de otra habilidad fundamental: saber parar. Tres días a la semana dedican esta pausa a leer por placer y los otros dos los destinan a sesiones de meditación.

Cada día a las 11:40h suena una campanilla en el Institut Joan Oró de Lleida. Cuando la oyen, la actividad lectiva para y todo el alumnado de Secundaria se dedica en exclusiva a entrenar su capacidad de concentración y de atención plena –más conocida por su término inglés, mindfulness–. “Trabajan la postura, la respiración, la atención, la sensibilidad corporal, la sensorialidad y la meditación”, explica Silvia Porté, una de las profesoras que está detrás de la iniciativa, que ha sido bautizada como Proyecto Silencio.

Para sacar estos veinte minutos diarios, el instituto decidió quitar cinco minutos a cada asignatura. “Pensamos que es un actividad transversal que repercute en la mejora de todas las materias”, señala la directora del centro, Enma Carreras.

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Alumnos del Institut Joan Oró meditando

Institut Joan Oró

“El proyecto integra dos iniciativas previas, una de lectura y otra de meditación, en la que yo llevo trabajando cuatro años”, resume Silvia Porté, que es profesora de Filosofía. “Antes algunos estudiantes ya meditaban, pero no estaba sistematizado como ahora y la lectura lúdica solo se aplicaba a primero de ESO. Ahora lo hemos ampliado, del principio al final”, señala .

Recuerda que son muchos los estudios que detectan la necesidad de potenciar la atención de los alumnos para contrarrestar el ‘ruido’ ambiental: “Los chicos reciben muchos mensajes, están todo el día con el móvil, todo el día oyendo... y el silencio les aterra”.

Buena acogida entre el alumnado

Al final de las meditaciones los alumnos trasladan a una libreta sus sensaciones, escriben o dibujan cómo se sentían antes de comenzar y lo que sienten después. “Es como un kit-kat el que puedes estar en tu mundo. Y tiene mucho más valor hacerlo antes de comenzar una clase”, escribe un joven de primero de ESO.

“Me ayuda a sacar lo malo que me ha pasado durante la semana y coger lo más bonito. Es un proyecto que hace que el centro sea más especial”, describe una compañera. “Está bien porque llegamos del patio acelerados y así nos relajamos y nos concentramos”, relata otra chica del mismo curso. En la misma línea, otra estudiante asegura: “Me ha gustado mucho porque te olvidas de todas las preocupaciones y te relajas”.

Sin embargo, reconoce que no todos los estudiantes están igual de receptivos. “A los que les cuesta más meditar les fotocopiamos mandalas para que pinten y desconecten, o les pedimos que hagan papiroflexia u otro trabajo que no les obligue a entrar en el interior. No es fácil porque la mente está acostumbrada a ir muy rápida, estamos pensando todo el día”.

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Alumnas del Institut Joan Oró.

Institut Joan Oró.

La predisposición del profesorado también es clave. La directora explica que el claustro es muy consciente de que la sociedad actual impone un ritmo muy rápido a la cotidianidad, por lo que el equipo educativo del instituto consideró que una mirada al interior puede beneficiar al alumnado. “Hicimos una encuesta cerca de Navidad sobre la meditación y tanto el profesorado como el alumnado la valoró positivamente e incluso plantearon si podría haber más prácticas”, afirma.

Porté prepara cada semana los ejercicios de meditación para el equipo de atención plena. La presencia en el centro de un núcleo de docentes comprometivos ha sido clave: “Los lunes a segunda hora practico yoga y meditación con algunos profesores en un aula interior que hemos habilitado, el aula de serenidad”. “Y para los profesores que no pueden venir hay asesoramiento”, añade.

Los chicos reciben muchos mensajes, están todo el día con el móvil, todo el día oyendo... y el silencio les aterra”

Silvia Porté

“El objetivo es dedicar un rato a la semana a aprender a parar, para ver cómo estamos emocionalmente”, detalla la profesora. “Estamos convencidos de que sus resultados académicos van a mejorar porque los chicos y chicas estarán más presentes al no hacer una cosa pensando en otra: sabrán escuchar mejor y escuchando tendrán más facilidad para hacer los deberes”, agrega.

Para los visitantes que no conocen el centro, ver meditar a todo un instituto choca. Esta semana los sorprendidos han sido un grupo de estudiantes alemanes que ha visitado el Joan Oró. “Les ha sorprendido, pero han entendido que no solo tenemos presentes los resultados académicos y los aprendizajes cognitivos o competenciales, sino que queremos hacer crecer a las personas, darles habilidades sociales que hacen mucha falta”, sintetiza Enma Carreras.

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Biblioteca del Institut Joan Oró.

Institut Joan Oró.

Porté recuerda que su instituto tiene varios proyectos innovadores: “Nos metimos en renovación pedagógica porque nos gustaba, porque la mayoría de las profesoras estábamos entre los 30 y los 40, con experiencia y ganas de hacer cosas”. Uno de los primeros fue el de inmersión lingüística en inglés y ahora el centro ofrece un 80% de clases en inglés para los estudiantes más mayores. “Estamos en este camino, el de ver si se puede enseñar de otra manera, tenemos ganas de adaptarnos a la complejidad”, concluye.

La meditación es una actividad transversal que repercute en la mejora de todas las materias

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