EL ENFRENTAMIENTO DE LOS "70 SIGUE SEDUCIENDO AL MERCADO EDITORIAL ARGENTINO

Otras miradas a la década maldita

Los títulos más recientes abordan desde el secuestro de los hermanos Born a dos revisiones sinceras y descarnadas de los mitos fundacionales que nutrieron a las organizaciones de derechos humanos. El panorama histórico se amplía.

El mercado editorial no pierde el interés por la década del "70. Sucede que casi cada mes se publican dos, tres o más libros referidos al enfrentamiento que desangró al país en aquellos años. Una sana abundancia cuya principal virtud es crear espacios para miradas más equilibradas y abarcadoras, libres de algunos de los tabúes ideológicos de antaño.

Muchos de esos títulos son, además, éxitos de venta. Tal es el caso del reciente Born de María O"Donnell (Sudamericana, 352 páginas), una muy completa investigación sobre el secuestro en 1974 de los hermanos Juan y Jorge Born por parte de Montoneros, y el destino de los 60 millones de dólares que se pagaron para liberarlos. Cifra que sigue siendo el rescate más alto de la historia.

Uno de los principales méritos de O"Donnell en un texto escrito con gran prolijidad narrativa, es el de haber contado con el testimonio de Jorge Born para recrear la dramática experiencia del cautiverio en las dos cárceles del pueblo donde lo retuvieron entre septiembre de 1974 y junio de 1975 (su hermano, desquiciado por la situación, fue liberado tres meses antes que él).

Se trataba de pozos diminutos, sin ventilación adecuada y apenas iluminados, con un balde como único medio para evacuar sus necesidades. Y bajo la constante vigilancia de sus captores encapuchados, jóvenes y altaneros, con los que sólo hacia el final del suplicio pudo establecer algún tipo de comunicación más humana.

El libro aborda todos los aspectos del caso con un esfuerzo -casi siempre logrado- por escapar de los maniqueísmos. Lo hace contando la planificación y ejecución del secuestro (la Operación Mellizas), sin callar la función que cumplió el periodista Rodolfo Walsh como miembro del Servicio de Informaciones de Montoneros (página 42); el complicado proceso de negociación con Jorge Born padre, del que participó un emisario vinculado a la empresa que sigue vivo y al que no se identifica (págs. 120 y 121); los mecanismos de pago y la argucias de los Montoneros para lavar el dinero sucio, y el papel que tuvieron el misterioso banquero David Graiver (receptor de casi 17 millones de dólares) y el régimen comunista cubano, que se habría quedado con entre 15 y 30 millones de dólares del rescate.

Hacia el final la autora desliza una hipótesis que ameritaría toda una investigación diferente. Es la posibilidad, sugerida a Jorge Born por Rodolfo Galimberti, antiguo captor que luego se convirtió en amigo y socio suyo, de que el "autor intelectual" del secuestro (y el tasador de cuánto podía pagar el grupo Bunge y Born como rescate) hubiera sido José Ber Gelbard, ministro de Economía del tercer gobierno de Perón y hombre cercano a un sector de la guerrilla montonera.

"EL DIALOGO"

En El diálogo (Sudamericana, 256 páginas) el tema es muy distinto. No se trata de una investigación periodística sino del registro de la extensa conversación que en 2013 mantuvieron Graciela Fernández Meijide, madre de un desaparecido y notoria dirigente de entidades defensoras de los derechos humanos, y el ex guerrillero montonero Héctor Leis.

La charla, desarrollada en Brasil por ser el lugar de residencia de Leis, también fue filmada y generó el documental del mismo nombre. Todo coordinado por Pablo Avelluto, ex editor y actual funcionario del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Por la sinceridad y la valentía de las expresiones recogidas, el resultado no podría ser más estimulante. Ambos interlocutores, pero de manera más clara en el caso de Leis, quien estaba enfermo y falleció en 2014, parecen urgidos por revisar las visiones arraigadas sobre lo que sucedió en los años "70. El origen de la violencia, el reclutamiento de menores por las bandas guerrilleras, la cantidad real de desaparecidos, el sentido de enjuiciar a los militares, el abuso del término genocidio. Ninguno de esos mitos fundadores del progresismo local sale indemne de su análisis. 

Basta con citar algunos ejemplos. En un tramo de la charla Leis se pregunta: "¿Hubo o no hubo una cierta racionalidad, entre comillas, en la represión? ¿Era inocente la mayoría de las víctimas o las víctimas absolutamente inocentes eran pocas?". Unas líneas más arriba Fernández Meijide lo había insinuado: "Es el mito de que te podían llevar porque estabas en una libreta. No era una cuestión de una libreta".

A veces la revelación surge de una oportuna consulta de Avelluto. "De alguna manera, parecía que la condición de desaparecido borraba la militancia anterior. ¿Por qué fue así?", inquiere sobre la decisión deliberada de los organismos de derechos humanos de no vincular a los desaparecidos con las organizaciones guerrilleras.

La respuesta inicial de Fernández Meijide no parece satisfactoria ("no importaba de dónde venían, eran víctimas"), pero después se sincera: "Nos está faltando reconocer que la mayoría (de los desaparecidos) eran militantes, que una buena parte eran combatientes y que las consecuencias de todo esto fueron brutales".

LA CIFRA MITICA

Ya en otras publicaciones, y aquí lo repite, Fernández Meijide había explicado que el uso de la cifra de 30.000 desaparecidos respondió a la necesidad, que databa de 1977, de presentar una cifra abultada de víctimas para que lo ocurrido en la Argentina se ajustara a la definición de genocidio. Y ello pese a que, ya en democracia, el informe de la Conadep no registró más de 8.961 casos.

A ese respecto, Leis no abriga dudas. "Un buen ajuste a la realidad jurídica mostraría que en la Argentina no hubo un genocidio. Es más, yo pienso que no hubo crímenes contra la humanidad...La Argentina inventó una ficción jurídica para fomentar una posición política".

Los protagonistas de El diálogo llegan a coincidir incluso en la inhumanidad de seguir enviando a la cárcel a militares ancianos y enfermos ("a mí me parece que (eso) ya pertenece al terreno de la venganza", dice GFM), pero discrepan sobre la posibilidad de perdonar a los ex uniformados.

Leis está a favor y Fernández Meijide no tanto, pero de nuevo el más persuasivo es Leis: "¿Qué gana la sociedad argentina en términos de reconciliación con que agarremos a todos los militares, los pongamos en la cárcel y mueran todos ahí?...Nada (...) ¿Qué implica perdonar? Para mí es la esencia. Eso es sanar. Esto no lo inventé yo: el perdón es el arma secreta de la política para que no se repita siempre la misma historia".

Mentirás tus muertos, de José D"Angelo Rodríguez (608 páginas, edición del autor), se concentra en uno de los temas del volumen anterior. A saber, las distorsiones, repeticiones o falsedades a las que se recurrió para inflar la cantidad de desaparecidos con el intento de llegar lo más cerca posible de la cifra mítica de 30.000.

El autor, periodista y militar retirado, prueba su argumento mediante el rastreo minucioso de los listados compilados en las dos versiones del informe Nunca Más (las de 1984 y 2006), que coteja con libros, artículos de prensa o publicaciones en Internet, casi siempre de sectores simpatizantes o directamente vinculados con bandas guerrilleras. 

La indagación arroja descubrimientos curiosos. Primero, que el listado de 2006 registra menos y no más desaparecidos que el de 1984 (la cifra de casos eliminados es de 2.549, el 28,5% del total del primer Nunca Más). Luego, que entre las personas cuya muerte o desaparición se imputan al Estado argentino se cuentan militantes que fueron ajusticiados por sus compañeros; que se suicidaron para no ser apresados; que murieron al manipular explosivos o atacando unidades militares en períodos democráticos, o cuyos restos fueron entregados a sus familiares o sepultados clandestinamente por la guerrilla. En ambos listados se agregó hasta a Eduardo Aulet, un empresario víctima del clan Puccio, cuya muerte nada tuvo que ver con el conflicto de los "70. 

D"Angelo cree que detrás de la inflación de números no sólo hay ideología. También pesa el obvio interés por cobrar las abundantes reparaciones económicas que el Estado viene pagando desde 1994, y cuyos precisos beneficiarios siguen siendo uno de los secretos mejor guardados de la Argentina.