Milton Sanchez * Hugo Blanco, El Celendino

Iniciamos la Gran Marcha Nacional del Agua en la laguna Cortada, en la provincia de Celendín. Miles de compañeros y compañeras despedían a las delegaciones que, luego de hacer una ceremonia de pago al agua, a nuestras lagunas, nos dirigíamos al encuentro de nuestros hermanos de Bambamarca que hacían lo mismo en la laguna Mamacocha. En el trayecto a Cajamarca me informaron que Hugo Blanco llegaría a esta ciudad para acompañarnos en la marcha hasta la ciudad de Lima.

Lo único que sabía de él es que era un conocido dirigente de izquierda en el Perú, por lo tanto, imaginaba una persona seria, que hablaba del pueblo, la lucha de clases, del proletariado, pero que estaba de acuerdo con proyectos mineros como Conga y que, como muchos de ellos, se sumaron no por lo dañino de este proyecto, sino por lo que políticamente significaba estar fuera de este movimiento.

La marcha crecía en cada pueblo por la que pasaba, la solidaridad se podía sentir y ver en los ojos de miles de personas cuando nos deteníamos a explicar por qué íbamos a Lima, ¡esta gente lucha por su agua!, ¡estamos con ustedes!, nos decían, y nos acompañaban varios kilómetros de nuestro recorrido.

Entre la multitud me señalaron a una persona que calculaba de unos 75 años, de llanques, sudoroso a consecuencia no solo de la extenuante caminata y del intenso calor, sino porque llevaba sobre los hombros una inmensa mochila que contenía aproximadamente 300 ejemplares de la revista Lucha Indígena, en la que se hablaba de las resistencias de diferentes pueblos del Abya Yala. Claramente él no era de las élites, de los burós políticos de los partidos de izquierda que tenemos, pensaba. Esa fue mi primera impresión al verlo.

Cuando Hugo Blanco llega a Celendín, en distintas asambleas contaba su experiencia de lucha, con la que nos sentíamos profundamente identificados, ese “… indios ladrones, sinvergüenzas, vamos a matarlos como a perros”, que los hacendados lanzaban a los campesinos de La Convención y Lares, se repetía reactualizado en nosotros. En Celendín iniciamos la defensa de nuestras lagunas, del agua frente al proyecto minero Conga, no porque éramos una población profundamente ideologizada, roja o comunista, sino porque este proyecto atenta directamente contra nuestra vida, nuestra subsistencia.

Él nos decía que antes luchaba por una sociedad más justa, pero ahora la destrucción de la madre naturaleza es tal, que ahora lucha por la supervivencia de la especie humana. Admiramos en Hugo esa fuerte conexión con la Pachamama, con el mundo indígena, esa misma que en Celendín nos fue arrebatada, reemplazándola por la añoranza a la descendencia española y que nos deja la tarea ineludible de encontrarnos a nosotros mismos para acabar con el capitalismo o este terminará con nosotros.

Hugo Blanco nos visita constantemente y se ha convertido en un verdadero shilico; con sus cerca de 82 años encima, estuvo con nosotros cuidando y vigilando las lagunas a los 4100 msnm, soportando la fuerte lluvia, el viento, el frío, no apoyando, sino porque él es uno de nosotros, buscando no solo la justicia social, sino ahora luchando por preservar la vida, la especie humana, amenazada por el modelo extractivista. Nos reunimos con él, siempre chacchando nuestra hermana coca, compartiendo, escuchando, aprendiendo, motivándonos; y como ocurre siempre en ese espacio íntimo que propicia nuestra hoja sagrada, conocimos la dimensión humana de nuestro tayta Hugo.

La asamblea, deliberando y comprendiendo que la lucha es larga y que tenemos la responsabilidad de incorporar a las nuevas generaciones, decidió crear la escuela de formación política que por unanimidad la llamamos: Escuela Hugo Blanco. Él está en Espinar, él está en Cañaris, él está en Islay, él está con los mapuches, él está con los zapatistas, y por lo mismo, siempre está en Celendín.

* Milton Sanchez Cubas es el coordinador de la Plataforma Interinstitucional Celendina

** el imagen de esta publicación ha sido disenhado por Alvaro Portales

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