Javier NEIRA

Seis óleos clásicos de Ricardo Mojardín, cada uno con un golpe rompedor -un dibujo central realizado con incisiones en la propia tabla- corren paralelos a la ópera «Don Carlo», de Verdi, que el día 24 se estrenará en el teatro Campoamor de Oviedo. Como ocurrió en los cuatro títulos anteriores de la LXV Temporada ovetense, se trata de una manifestación plástica que implementará las funciones líricas según el dogma de la ópera como espectáculo total. Cada uno de los cuadros se corresponde con un personaje de la obra, pero no llegan a aparecer sus figuras, sólo son aludidos.

Ayer, a la caída de la tarde, desde su casa-estudio en Lloriana, Mojardín reflexionaba sobre la obra ya terminada y aún a la espera de ser colgada en el salón de té del coliseo carbayón, donde se podrá ver durante las funciones de ópera. «Presento a Rodrigo, amigo de Don Carlo, con un óleo que muestra una cárcel y en el centro las incisiones que hice con una gubia, correspondientes a dos espadas enfrentadas que simbolizan las contradicciones a las que se ve sometido». Predominan los tonos rojos apagados. Al lado, aún en el estudio del pintor, «el cuadro relativo a Felipe II, con la catedral de Atocha» y, sobreañadido, el golpe rompedor en forma de grabado es un sillón «como símbolo claro del poder del rey».

Mojardín remite a Elisabetta de Valois, la esposa de Felipe II, al monasterio de Yuste y la sobreexposición corresponde a un cojín. El personaje central, Don Carlo, enlaza con el claustro de Yuste y la figura grabada es una jaula con la puerta abierta, subrayando las ataduras de aquel príncipe de Asturias y sus afanes de volar solo. La princesa de Éboli cursa con unos jardines y una flor superpuesta y el inquisidor se compadece con el gabinete del rey y, claro, en el centro aparecen grabados distintos instrumentos de tortura.

«Estos cuadros, su realización, han sido de embarazo complicado, aunque al final el parto ha sido fácil», comenta el pintor «quería enlazar con el giro naturalista que estoy dando últimamente y al final creo que salió como pretendía. Quería huir, en todo caso, de las representaciones directas de los personajes de la ópera. El resultado es una pintura física, objetual, casi táctil».

El autoanálisis del pintor, el libreto omnipresente y los propios cuadros se cruzan en el discurso de Mojardín. «La princesa de Éboli descubre el amor, hecho que merece atención; también destacan los enfrentamientos entre las instancias políticas y eclesiásticas; Don Carlo, el centro de la obra, ve cómo arruinan sus ilusiones; Elisabetta es la figura más acomodada, la que menos se la juega en la trama, la que menos carne pone en el asador; Felipe II prefigura la hoguera en que arden los herejes, pero también donde se quema su propio poder ejercido de forma excesiva; Rodrigo lucha entre las ansias de libertad, la necesidad de justicia en Flandes y la lealtad al rey, por eso le cuadra el símbolo de la doble espada...».

Los seis óleos fueron pintados a lo largo de un mes y a principios del pasado diciembre estaban listos, «con planteamientos clásicos tirando a barrocos», anota el pintor. Eso sí, las incisiones les dan una actualidad plena «y constituyen casi un anagrama de cada personaje de la ópera».

Mojardín recuerda que cuando le propusieron esta colaboración le pareció «la más difícil del ciclo. "Turandot" es más abordable, pero en "Don Carlo" los personajes son muy complejos. No hay buenos y malos. No es una ópera maniquea, lo cual le da más riqueza evidentemente». Profano en el mundo de la música, como se confiesa -«es mi gran frustración»-, Mojardín trabajó concienzudamente el reto planteado, «vi y oí mucho y aprendí un montón, así que aunque fuese sólo por eso estoy muy agradecido con el encargo».

Siguió las pautas de su pintura de los últimos años, «pero en un momento determinado tuve que cambiar, así que recuperé recursos míos de otras épocas. Me pareció que encajaban. Realicé bocetos y consideré que funcionaban. No quería pintar a éste o a aquél. Tengo reparos la hora de abordar la figura humana».

De todos modos, como siempre hay una primera vez, Ricardo Mojardín inaugurará en Gijón, el día 25, pocas horas después del estreno de la ópera, una exposición titulada «Pasajeros», con 25 cuadros figurativos «de retratos de familiares, perros, caballos o gatos. Nunca había hecho algo así porque soy muy escéptico sobre el devenir del Homo sapiens. Creo que somos poco exigentes con nosotros mismos».