Muestra de poesía actual de Zacatecas

ZacatecasPresentamos a continuación, una muestra representativa de la poesía zacatecana actual, a partir de autores nacidos en los años sesenta, herederos, de algún modo, de Ramón López Velarde. La muestra fue preparada, por la poeta y periodista Ana Carolina Corvera (1984).

 

 

Agustín Castillo es integrante del Taller de Poesía del Instituto Zacatecano de Cultura (IZC), coordinado por el Dr. Javier Acosta (Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2010). También forma parte del Taller de Ensayo coordinado por Sigifredo Esquivel, del mismo Instituto. Participa desde hace dos años en el Taller Universitario de Creación Literaria Altaller, en Guanajuato y ha publicado en una de sus antologías bajo el seudónimo de Agustín Segundo. Publicó poesía en la versión electrónica de la revista Alforja y en el suplemento Piedra de Sol de El Sol de Zacatecas, así como en la revista Reitia bajo el heterónimo Emilio Villalobos.

 

 

 

Correspondencia entre tanatólogo y jubilado

 

                

               Remite:

Te regalo el filo de mi navaja

construye un hogar

 

almacena tus treinta y un mil

cuatrocientas noches

 

 

Destino:

Este suelo es católico

no acepta propaganda

de otros santos

 

mi sangre no será llanto en baldosa

 

 

               Remite:

Tres noches y tres días

la espera también cansa

 

aguardo tu decisión

 

 

Destino:

Búscame

 

lunes primero del mes

 

nota roja

esquela

o tercera plana

 

 

 

Entre la ducha y el afeite, yugular de octogenario revienta. Se busca culpable.

 

 

 

                                   
                                  Parábolas
                                   
                                   
                                  para un matemático
                                   

                                  Amor:

                                  soledad y miedo

                                  elevados a la máxima potencia

                                   

 

                                  para profetas y mesiánicos

                                   

                                  Sordera:

                                  incapacidad noble

                                   

                                  Quien no escucha ni oye

                                  será libre del arte del necio

                                   

 

                                  para huéspedes de asilo

                                   

                                  cuando alguien dijo:

          el tiempo es un sueño

                                   

                                  cayeron sus párpados

                                  con el peso de ochenta y cinco años

 

 

 

                                   

                                  Estética terminal

 

Dios me fabricó

con el soplo de Samuel Colt

 

su pólvora me hundía

 

Compartí el destino de otros:

malabar

incertidumbre          

ojos de arma

 

Un disparo

colmaba el vacío

 

Él

omnisapiente

no previó mi oráculo:

 

calibre a punto de sien        

percutor cuarenta y tres

un telón

 

Emergí loto en marea de sangre

 

 

 

Olga Fabiola Romo Enciso (1988) estudia Letras en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Asiste al Taller de Poesía del Instituto Zacatecano de Cultura, impartido por el Dr. Javier Acosta. Es miembro del Consejo Editorial de la revista Reitia además de publicar en  suplementos culturales y revistas virtuales. Ha participado en las Jornadas Lopezvelardeanas 2009, el Festival Internacional de Poesía Zacatecas 2009, el Ciclo Nuevas Voces de la Literatura Mexicana y fue ganadora del Premio Estatal de Poesía Roberto Cabral del Hoyo 2009.

 

 

Madera de carnavalero

 

Regatee a lágrimas

retazos de tus labios

mas te marchaste sin darme

la extremaunción de tu desnudez

 

Yo gusano sin alma

me quede

marchita

loca

violenta

y ciega

a la orilla del zapato que olvidaste

 

Dejaste también mi alacena vacía

un corazón y un celular rotos

una lista de amigos en común

y un viento miserable

que ya no me acaricia

 

Te fuiste carnavalero

meneando el culo

en el tren de las seis

 

 

 

Zorra, Vacía, Infeliz

en silencio

me tumbe sobre la cama,

derrame lagrimas

 

Me llamaste

Zorra

Vacía

Infeliz.

 

No lloraba por  Zorra,

serlo me divierte.

 

Tampoco por Vacía

se supone que tú, debías llenarme.

 

Lloraba por infeliz,

 

pero después de un rato

cuando mi almohada se humedeció

y sentí frió,

decidí salir,

buscar a otro

que me encienda.

 

Aunque después me llame

Zorra. 

Vacía

Infeliz.

 

Sólo faltó un oso de peluche para ser una niña normal

 

Y cuando nos vimos,

ambas miradas demostraron

que nuestra miseria era similar

 

La ausencia del uno marco al otro

y las heridas y los despojos

eran semejantes

 

Al tomarlo

lo apreté contra mi pecho

Y él

lloró lagrimas de felpa

 

 

 

A veces

cuando me siento sola

dejo la cama sin hacer

para que el diablo

se acueste en ella

 

 

 

 

Citlaly Aguilar Sánchez estudió Letras en la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ). Ha sido columnista de los suplementos culturales La Soldadera y Piedra de Sol del periódico El Sol de Zacatecas. Ha colaborado en la revista literaria Puntos Suspensivos con cuentos y reseñas. Algunos de sus poemas aparecen en la revistas Reitia y Letralia (la última publicación virtual). El año pasado formó parte del Festival Internacional de Poesía a Juan Manuel Roca y actualmente promociona su libro Pájaros que se escurren de los sueños, publicado por editorial La Cartonera.

 

 

P

Me trago los guantes

Para calentar el corazón

Y mis manos se quedan heladas

Las meto a la boca

Lamo sus dedos

Trago las uñas

Para la comezón del estómago

Me convierto en la P

De la palabra prohibida.

 

 

 

La selva

Amanece

en tu cuerpo

un árbol fresco

tus vellos suaves

se mecen cuando respiro

me hundo en ellos

nazco como una flor.

 

 

 

 

Tercera transformación: de cielo a animal

Si mi cuerpo  de rayas

No es suficiente

Puedo volar

Puedes sentirme en el río del cielo

Puedes tocarme si levantas las piernas

Seré la guitarra eléctrica

Seré una pieza de pan caliente

Podrás morderme y luego dejarme

Podría ser lo que quisiera

Y quiero ser tu cebra.

 

 

 

Elizabeth Murcia es estudiante de la Licenciatura en Letras en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Ha publicado en la revista Barca de palabras y en el suplemento cultural La Soldadera del periódico El Sol de Zacatecas. Forma parte de la revista Reitia en su nueva etapa.

 

 

 

120 kilómetros por hora

 

Las luces de la avenida

se precipitan

a mis costados,

como las figuras

de una máquina tragamonedas.

Aquí no hay ganadores.

 

La noche cae

sobre aquella niña prostituta,

sobre tu detestable recuerdo,

que se agolpa en mi memoria.

Mis manos sobre el volante

extrañan el hipotético tacto

de tu piel.

 

Me siento solo,

en medio de tanta

mojada oscuridad;

solo entre tantos rostros,

carentes de alma.

 

120 kilómetros por hora,

fuegos fatuos

al margen de mi campo de visión.

Carretera en línea recta,

si tan sólo tuviera

a dónde ir.

 

 

 

Nublado

 

Hoy está nublado

las personas,

como moscas,

huyen de la lluvia.

 

Hoy está nublado,

yo sigo esperando afuera,

como ese viejo perro

que siempre he sido,

a que tu piedad

se atreva

a lanzarme un trozo de mirada.

 

Hoy está nublado,

el aire convierte en hielo

mi sangre

el corazón está más frío.

 

Hoy está nublado

y pienso,

que la sarna que provocas

no es lo peor

que ha sucedido.

 

 

 

Antropofagia

 

Nos comemos uno al otro,

porque no hay comida suficiente

para calmar el hambre

que brota desde el alma.

 

Devoro las migajas de tu aliento

porque no quiero que nadie más lo haga,

porque son tan dulces al contacto con tu cuello,

porque hay muy poco espacio en mi cama.

 

Te atragantas de mí

porque aún soy joven,

porque mis pechos no te han quitado el hambre,

porque los días comienzan a saberte a años.

 

Nos comemos uno al otro

para colmar tanto vacío,

para cruzar la soledad,

por pasar el tiempo.

 

 

 

José Ángel Higuera Solano (1958) egresó del Instituto Politécnico Nacional de la Carrera de Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica. Participó en los talleres de Creación y Crítica Literaria de la Coordinación de Extensión Universitaria de la U.A.Z, de Ensayo impartido por Sigifredo Esquivel Marín y de Poesía impartido por el Dr. Javier Acosta. Ha publicado en las revistas: Tiempo de Zacatecas, Babel Conjurada, Pléyade y en los periódicos El Sol de Zacatecas y la Jornada. Publicó los libros de poesía El espejo roto del río y Gasepia.

 

 

*

como el tornado

vuelo sin rumbo

doblo las palabras y la esquina

desciendo en el cruce de caminos

donde  una la flecha apunta al futuro

otra al pasado

la tercera al presente

la cuarta hacia mí

ahí me desvanezco

donde reposa abierto

en este instante

el libro del destino

 

 

 

*

 

la tristeza camina sola

qué  lástima me da

verla ensimismada

sin compañía

dirijo mi paso hacia ella

estiro mi brazo

ella lo toma

y los dos recorremos

la vida

sin prisa

 

 

 

*

me pierdo

en el rizo negro

de tu pubis

no hay quien tienda la mano

para sacarme de la hendidura.

la  i griega  con signo de interrogación

es el anclaje a mi pregunta

permaneceré aquí hasta que desfallezca

 

 

 

 

Raúl Morones Muñoz (1980) es Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Diplomado en Filosofía y Teoría de las Artes por la Unidad Académica de Docencia Superior de la UAZ y el Instituto Zacatecano de Cultura. Es pasante de la Maestría en Filosofía e Historia de las Ideas, por la Unidad Académica de Docencia Superior de la UAZ y miembro del Taller de Poesía del Instituto Zacatecano de Cultura impartido por el Dr. Javier Acosta. Ha publicado en la revista Filosofía, de la Unidad Académica de Filosofía de la UAZ y en el suplemento “La Soldadera” del Periódico El Sol de Zacatecas. Publicó dramaturgia en la revista Reitia del Instituto Zacatecano de Cultura y CONACULTA. Escribe canciones para el grupo de rock progresivo Arbatel. Hace Poemas.

 

 

 

Poesía semiautomática. Tres

 

Ayer me acordé de ti, pensaba en prender fuego a mis uñas, pero el color amarillo simplemente se me antoja absurdo. Las venas de mis brazos se inflaman, la vista aclara. Un poco de absurdo en mi sopa, por favor. Si estás escuchando, ¡grita!, si no, galopa ligero hacia el oriente, para verte a contraluz. Así, así eres más hermoso, cuando eres completamente negro. ¿Se acabó?

 

 

Poesía semiautomática. Seis

 

Ssssss… Inclínate otra vez, ¿que no vez que se me agota el piano? Anda, sssssss, otra vez. No es bueno poner letras fuera de lugar. ¡Mis principios, mis principios! Esto es grave, no sé cómo cruzarme de pestañas. Será… será… se… sssssss… ¡Bah!, será una broma seguramente… ¡sss!, ¡sss!, ¡sss!, ¡ssssssssssss! ¿Lo ves?, ya empezaste a llorar. Uno no puede sudarte porque luego luego lloras. ¡Suda, suda! ¡Suda!, así, así, quedito, quedito, ¿ves como todo es fácil con aritmética?

 

 

Poesía semiautomática. Dos

 

Yo soy el que pensé todavía ser. De las pestañas al vacío, con cuidado, que el aire rebota en la lengua, caída libre, caída. Todos somos vértebras, somos calor del infierno cociendo párpados. Las alas no serían nada sin nosotros, ¿o sí?, ¿quién lo sabe mejor que tú? Sí, yo, claro está. Toca el claxon cuando llegues, sabré entonces que estoy iluminado. En mi calabozo individual cabemos dos, igual que siempre, pero tres, o tres más, o quizá tres más, son imposibles. Resbala despacio, cuidado, con cuidado, sin volar o podrás arrepentirte. Si puedes, si es que sigues escribiendo, verás frente a ti un hombre con anteojos, no confíes en él, te hace creer que lo ves, poniendo sus ojos en tu capuchino, agítalo bien para que salgas de la mentira, o quizá te mate. Sinceramente espero que no, te amo demasiado.

 

 

 

César Venegas (1982) Miembro fundador y coordinador de Ediciones de Botella. Ha publicado en diversos periódicos y revistas locales y fue antologado en Palabras sin piel, Editorial Shamra y En la barra, Ediciones de Botella. También ha participado como narrador oral en algunos festivales, intentó ser cantinero y coime.

 

 

*

 

Te quejas de mi cansancio
hacia la lluvia que baja desde la lengua,
no aceptas el crujir de mi costillas
paseando por las sombras, el llanto
de mis restos se deja caer en la palabra
que nunca dijimos y seguimos olvidando
desde la fragilidad de nuestros deseos,
qué importa ya la agonía de los que no mueren,
si la presiento aquí a mi lado
tan temerosa de esta noche que no perdona
la inmediatez de los cuerpos desnudos,
te olvidas del polvo amotinado
en el filo de la navaja
buscas en fotografías el eco del espejo
marchitándose en el ojo del que no ha visto
la transparencia de la ceniza
formando tulipanes, escombros y adioses
para el día que realmente nos hagan falta

 

 

*

 

las campanas atrapan
la alharaca ajada
pasan almas largas avasallan
anclas apalabradas al alba
aplastan al alacrán
a la araña avara
atrás las parcas batallas
cantan la mañana
bajan al mar
tragan la argamasa arcana
arrasan las malas llamas
las trampas
las ratas
la alrrastrada ala
matan la paz flaca
la ya cansada paz
la mansa
la callada
la apantanada paz
tan ancha
tan amarga

 

 

 

*

 

Desde aquí,
desde esta ausencia de tu cuerpo en mi cuerpo,
la noche se va acercando
sin ningún difunto descansando en mi sala,
sin nadie que me mire o me ofrezca un pan.
Desde aquí, desde esta noche sola,
los hombres salen a las calles
confundidos en el humo,
se esconden por las esquinas,
acechan a las palomas,
se dejan llevar por el ruido tembloroso de las campanas,
son ellos, los hombres que no olvidan
y tragan puños de tierra,
y gritan
y cantan
y sienten un dolor en los ojos
como si les clavaran agujas en la espalda,
porque no hay río que los lave de su lengua agria,
de sus manos tiesas que no acarician nada.

Desde aquí,
desde esta noche que no escapa a mi ventana,
yo los veo pasar,
bajar por las piedras como si fueran un alma,
y me siento triste,
como si tuviera que llorarles,
como si esperara el temblor de tu pecho
bordeando mis manos
llenando mi cara.

 

 

 

Ana Carolina Corvera (1984) es Licenciada en Letras por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Formó parte del Taller de Poesía impartido por el Dr. Javier Acosta. Obtuvo el Premio Estatal de Ensayo “Mauricio Magdaleno” 2006 y fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de ese Estado. Trabaja desde hace varios años como redactora y correctora en diversos medios de comunicación. Cuenta con publicaciones en La Cabeza del Moro, Revista Mexicana de Fotoperiodismo, Letralia, tierra de letras, y el libro Pensamiento Novohispano Número 7, editado por la Universidad Autónoma del Estado de México. Se interesa del mismo modo por la literatura que por los temas científicos. Desde 2008 labora como reportera, especializándose en el área de la salud humana.

 

 

Involución

 

Hoy retrocedí como doscientos pasos y olvidé los deseos de encontrarme con el mundo. Mañana, cuando mis días terminen, no sabré nada, acaso dónde empezaba la ruta que iba hacia mí.

 

 

 

La diosa niña

 

Extiende sus manos húmedas, luego de tocarse el rostro. Se cuentan batallas perdidas, incendios de mares, pero el llanto de la niña desconoce el arrepentimiento, el olvido, la conmoción o la tristeza.

Cada lágrima huye añorante de aquel segundo, in illo tempore, donde quedaron las mejores risas. Mientras, la pequeña se embriaga con su propia agua salada. Le vuelve frágil saber de su felicidad genuina, de su inmortalidad, por eso escapa a los deberes fingiéndose lejos.

Debe entregar su aroma, legendario consuelo inaugurado por los dioses. Sólo ella conoce la tesitura de su alma y la antigüedad en la negrura de todos los ojos. Teme decir a los sacrificados que ella es aún más débil, quizá tanto como un pájaro erguido en la sombra. A pesar de todo, sigue ahí, con su diadema de flor, sonriendo a ese hombre que no duerme en los calores de la noche y bebe, enamorado, canciones de luna. Él tiene la verdad, aunque sea ella, la ignorante, quien deba responder. 

 

 

Espejo por el espejo

 

Detrás de mí está

la que nació para atormentarse

por cada suceso

de la vida.

La autista voluntaria,

la adivina, la temerosa,

la que sigue el ejemplo

de los mártires.

 

Delante

se posa la ligera,

la del hilo amarrado

a la cintura.

La amante del azul

en las calles, la valiente,

la que pende de una nube

sin agua.

 

En medio

yo decido entre mis hijas

predilectas.

 

 

 

Gerardo del Río (1964) es poeta y artista gráfico ha escrito e ilustrado algunos libros y colaborado en revistas y suplementos culturales. De aquí y de allá. Amigos y enemigos han escrito sobre su obra.

 

 

Teoría de la gravedad

 

La gravedad cumple

implacable su cometido

el árbol sucumbe

sin oposición

la tarde en fuga

una obertura del viento.

 

 

 

 

Al ritmo de tu andar

 

Hasta qué punto la noche

la sibila y su oráculo

precisan del ritmo de tu andar

si el giro de tus manos

cauterizan la llaga y la herida

si basta una palabra tuya

para saciar la sed

flama y desvelo

mengua el ritmo

ebrio que recorre

de cantina en cantina

tu sendero alunizado.

 

 

 

Demasiada felicidad

 

Quizá demasiada felicidad

desborda el margen del vértigo cotidiano

y la taza de café se torna un predictivo

del noticiero matutino

tal vez porqué la noche se sella con disparos de kalashnikov

 la mañana trae en su brisa la sensación de los ejecutados

la contundente fraseología del narcomensaje

el acre sabor de la angustia fermenta el pan tostado

por esa simple razón demasiada felicidad

puede ser una peligrosa entrada

en la indiferencia mundana y el adormecimiento de la conciencia.

 

 

 

Leticia López Saldaña (1970) estudia Letras en la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ). Es integrante del Taller de Poesía impartido por el Dr. Javier Acosta y sus poemas han aparecido en publicaciones culturales como la revista Puntos suspensivos y la antología Destilando de sueño.

 

 

naces con ojos pegados

labios abiertos por el llanto

dedos versátiles sobre el aire

apenas el aroma penetra tu garganta

pronto te das cuenta que todo es hologramas

sólo eso

nada existe ni siquiera tú

 

el olor de la leche materna

te vuelve hambriento

piensas

tu vida le pertenece

a una mujer de aspecto grotesco

eres grotesco

aprendes a ver tu rostro

en el espejo de sus pupilas

desde tu nacimiento

 

una madre que nutre

no es madre después de todo

lo dices pero

nadie puede entenderte

el aire te alimenta

y te sientes libre

libre dentro de la nada

la nada te hace más fuerte

y cuando caminas

caminas sobre la nada

hasta que un día

decides ser materia

de la nada bajo el suelo.

En el atardecer del reloj

cayó una gota de sangre

llena de vida y muerte

de flama y agua

de amor y odio

de todo y nada

de aroma

de mi

 

 

 

 

los microánimos escaparon

al pueblo desértico de fantasías

ahí hubo noches y soles inverosímiles

a toda prueba de vida

los micros echaron por tierra toda su voluntad

los ánimos decidieron seguirlos

el pueblo desértico sigue buscando sus ahoras

antes de que llegue la tormenta de sal

un grito de infante se hunde en el reloj de arena

 

 

 

 

Salvador Lira (1987) es pasante de la Licenciatura en Letras por la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ). Ganador del Concurso Nacional de Creación Literaria Revuelta- Montblanc 2007. Su serie “Del poema impertinente” será traducida al inglés por el Centro de Traducción y Estudios en Traductología (CETET) y publicada en la Antología Voces Zacatecanas. Forma parte de la Antología de Poetas Jóvenes de Zacatecas realizada por  Alforja, Revista de Poesía. Becario del Décimo Verano Científico de la Región Centro-Norte, con la investigación “La generación Decadentista de México” (publicada en la revista Conacyt en línea) y dos veces becario por la Academia Mexicana de la Ciencia. Ha publicado en distintas revistas y suplementos nacionales e hispanoamericanos y ha participado en congresos de literatura locales, nacionales e internacionales.

 

 

 

POEMAS PANEGÍRICOS

 

Para Alejandro García

 

 

Tu silencio de pájaro

 

Yo sólo admiré las alas abiertas

y la caída en pánico, aturdida,

sin aliento.

Nunca quise imaginar las olas,

la línea insegura en que parecía

una y mil veces caer en hundimiento,

morder los ciclos regulares,

para el rasguño necesario del viaje.

Como poner aura – hacia la sombra.

 Parecía acto sencillo.

Era poner los ojos clavados

la astucia por delante

y el delirio bajo del brazo.

Era dejarse, sin consentir la forma

el modo operativo de fingir cada silueta

para luego mantenerse de muerto

mantenerse a la corriente opuesta

y no subir, sino bajar en la marea nocturna.

No era prestar atención a las pupilas.

Era saber el momento preciso

seguido por el montículo redondo,

si por asares se lograra un camino exacto,

una verdadera geografía del movimiento.

Sólo que admiré la forma del ritual

 o la estética del acto.

Crearse un tino a la salida

la primera, sobre – montar la carreta y subir,

como bajar en abismo y sin la cuerda.

Creerse de entero panegírico

cargando dioses en la espalda

en su dorada sonrisa de figura.

Matarse a gritos, con las olas,

y beberse a estragos cada copla,

batalla o aleteo que significa

varar en la punta del aire.

No pienso más, no lo actúo.

No sufrago tu palabra,

a cascada, que vaciló tu pico

en ausencia libre.

No cargo en la conciencia el juicio,

la salida – imagen que pereció tu cara

al toparse, de frente, con el centro.

Me queda esa imagen que dice

y que no habla.

Me sienta esa nota de fraseo,

el séptimo salmo judío,

arrancando la obra perdida

de cantares a tope, a tientas.

Me queda y no me queda:

los labios partidos en los dedos

los labios secos, hacia abajo,

sin labios fríos, ni silencio.     

 

 

 

Gata en el espejo

 

El ciclo aferra la entrada.

Estás ahí, al salto nocturno

                          y el instinto.

Sutiles marcas en pesquisas

se encuentran fijas;  su mirada

–lamiéndose el costado–

                                    al Otro.

¿Soy Alicia?

                              te preguntas.

No hay lugar; recurres tus escombros,

tejidos negros y animales.

¿Parece una sombra de ausencia,

   un simulacro de voces a la nueva imagen?

 

Te levantas – en dos

         seduciendo al viento y las miradas. 

 

 

 

Salida de Pentápolis

 

Los vi caminando

                        a lentas,

una mano sobrepasaba mi rodilla

en labios abiertos.

Experimenté los gritos

                           ya antes,

ya ahora,        –        ¿habrá mañana?

Comprendí habitar en tierra de in/válidos,

bastardos, ilegibles.

Vaya Fortuna,

caminar jalando a cuentas una espalda

de insomne y curiosa,

unos ojos habitables

                   y los deseos de incrustarse en la nuca.

Un repliego de avispa,

la entraña que se tuerce en alarido,

un jadeo extraño y los cadáveres;

                           ya antes,

ya ahora,                ¿habrá final?

                 He de obligarle, a su vista,

                y no perderme en el hechizo.

 

 

 

 

Óscar Édgar López (1984) Reconocido vagabundo de los fraccionamientos de las reales villas del Guadalupe, sacristán de sagrados secretos para marinar champiñones, esforzado alarife de versos románticos y lujuriosos. La providencia y algunos editores han  tenido la buena gracia  hacerle publico el oficio: Seis palabras para un mundo deshabitado, Ella ama lo puerco que soy,  Solo y sin bolsillos para meter las manos antes de llorar, Cuando los locos ya no se crean Napoleón. De tarde en tarde se le encuentra vaciando el refrigerador de las cervezas, es profeta de su desgracia y alumno de la abadía que está en la montaña, llamada por varios: Unidad de Letras.

 

 

XV

 

Con vuelo de tierra va la bolsa,

navío de latex en el pastizal,

primero algunas luego más,

un cerro de bolsas y un nido de conejo,

¿vendrás este verano a la pradera?

 

Esa loca tiene la delgadez suprema en el verbo y la obra,

lamería su vagina,

con el frío que silva bajo el mezquite,

de ojo a esquina checando que no asome la trompa la patrulla,

ofrecería los robustos torsos de toro que son la fila de tinacos de las casas,

dariamonos toques gordos enjuagados los buches con cerveza,

besos cochinos bailarinas las lenguas,

olería su pedo relajado al caer por completo la luna,

no exagero, está uno apendejado en el camastro

como si el desierto fuese traición y broma,

sin reclamarle al engañador una entretención

para soportar la asfixia en que nos nacieron.

 

Entonces, exijo se conjure para delicia de mi entendimiento

la cadera mítica de la flaca que a Cioran invoca,

soportar el mundo tampoco es nuestro oficio,

digo para ella cuando bambolea por nuestra nariz

un destello oloroso de la cañería.

 

 

 

XVI

 

De la altura no queremos nada,

replica la benévola muerte,

de la agusanada tierra

lo queremos todo.

 

Denle a este cadáver de gato

un estirón,

un jalonazo de cola para que

las tripas le revienten lejos.

 

De grasa y sangre va el pavimento.

Pensar que apenas miraba las nubes

me sentí de vuelo, con alas nacido,

pero soy terrestre,

                                  me arrastro. 

 

 

 

XVII

 

Ya lo sabemos, desde antes,

ronca purgación de envidia aclaró la autentica flacura.

 

Livianos vinieron los días, éramos livianos como ellos,

aunque la suerte siga tejiendo,

¡déjenla perseguidores¡,

esa su prenda paciente, ese su regazo

de muchacha que me quiere.

 

Engordamos al miedo atiborrado de pastillas,

benditas benzodiacepinas del bien dormir.

 

Una bestia jodida no embiste, no exhala aire de combate,

es una bestia vieja mi fastidio tan citado,

manoseado por oficio de falsos mecenas.

 

Como al pez en las albricias

de la última centuria,

manifiesto es mi amor por todo lo que hiede,

tus pechos con tres pelos,

el arpón siempre que hace roncha,

la carta código del amor que es mentira.

 

Celebramos dos mil años de poesía para fugarnos

de la paciente floración en el campo,

de la flemática concupiscencia en el tráfico,

de la onda y la tranza de la banda.

 

Hasta aquí  doy con tino en la tinta

dejemos los besos para más tarde.

 

 

 

 

Angélica Delgado Guardado (1971) es Licenciada en Derecho y en Economía por la Universidad Autónoma de Zacatecas y Maestra en Filosofía e Historia de la Ideas por la misma casa de estudios. Publicó el libro de Poemas Que tiene de Eterno, ha publicado poemas en las revistas Le Couteau Revue littéraire et artistique, Reitia, Funes, Finisterre, Diálogo, Pléyade, entre otras. Ha sido antologada en el cuadernillo de poetas zacatecanos 1950-1990 El verso que nos reclama, así como en el libro virtual Del silencio hacia la luz: Mapa Poético de México. Ha participado en el Festival Internacional de Poesía Abbapalabra, en San Luis Potosí y en el Tercer Encuentro de Poesía Caracol, Tijuana 2008. Formó parte del Taller de Crítica y Creación Literaria de la UAZ, coordinado por Juan José Macías.

 

 

Cartas de un joven poeta

 

sobre el buró cartas relatan sospechas

 

reiner maria rilke

ha necesitado crear un mundo para sí

para otros

sin juegos

hallar exquisitas palabras y la soledad de la poesía

 

deviene íntimo

 

la paciencia

 

el sentimiento es una impresión

germen indecible

sin cálculos

no hace estadísticas

 

promesa por llegar:

 

el amor

tarea más ardua

 

él sabe que una es todas las mujeres del mundo

las de antes

que vendrán

no han llegado

la que es

 

un himen intacto

pureza sin vencer

redondas nalgas

y estrechez de las avispas

caderas que cierran mundos para el hijo venidero

 

 

 

 

Y me miras

 

Incrédulo

 

Dudas que te vea desde mi silla

frente a ti

dispuesta

las piernas cruzadas

 

Es tu muerte la que lloras

 

No otra

No otra

 

Muerto ya no gozarás la muerte

 

Qué quieres de mí

 

Tus bendiciones

Tus maldiciones

Ya no me alcanzan

 

No quiero tu miedo

 

Es un enigma esta aflicción

 

Nada

hay cifrado

Nada

 

 

 

 

El primero de tus asuntos

 

escribe: un arcoíris

escribe: un lago que grita

escribe: nace el verde

escribe: agua

 

las palabras son huida

paquidermos que miran al cielo

 

y los colores  ofrecen el mundo

 

 

 

 

Roberto Galaviz Ávila (1986) es director del periódico en línea El Primero. Antes dirigió el suplemento cultural Piedra de Sol desaparecido a finales de 2009 en el diario El Sol de Zacatecas. Sus textos, en su mayoría poesía, crónica y crítica de arte, han sido publicados en diversas revistas culturales de México y el extranjero. Los poemas de la serie -Formas de decir adiós- serán traducidos al francés e inglés, en la Universidad de Sheffield, Inglaterra, donde será publicado como plaquette de poesía. Se tituló como docente y prepara su tesis para licenciarse en Letras por la Universidad Autónoma de Zacatecas.

 

 

 

Dicen que López Velarde

 

Dicen que López Velarde

no conoció el mar

quién sabe

yo lo he visto, muchas veces

muchos mares

indescriptibles y frágiles brisas

 

he visto el océano

y su música sin pausa,

la redención consumada

en la muerte perpetua de las olas;

he visto muchas playas que

son la imagen misma del límite de todas

las cosas

sin embargo,

yo tampoco conozco el mar

 

dicen que López Velarde

lo tenía en los ojos

dicen que andaba

con el alboroto de una marejada,

con la llanura impregnada

de un monstruo en agonía

 

Yo no sé quién es aquel

que puede asegurar que el mar

no se le concedió nunca al poeta

¿no será que toda esa agua, esa posibilidad

de extravío, de bondad vuelta miseria,

sea un invento del que la imagina?

 

Me he mojado en vastas espumas

los tobillos

(yo que soy yo, y lo atestiguo)

he roto en fuga y gritos y golpes

en cada bahía

 

escribí el poema del que nunca más

alguien dirá nada

en la arena fina

de las costas donde todo rompe

donde todo es violencia,

donde todo es búsqueda

 

Para volver un día al mar

habrá que desenterrar los huesos

de Velarde, sacudir su tumba

y dejar que una voz encerrada con

él desde siempre

nos diga el único y verdadero camino

para conocer el mar

porque yo

lo he visto

muchas veces,

pero no lo he conocido.

 

 

 

 

 

Poema a mi auto descompuesto en el Garage

 

Me duele mi auto,

 tirado ahí en el garaje, como una bestia aletargada

resignado como un hombre que se sienta una mañana

 a escribir su testamento – o peor aún- sus memorias

 

me lastima,

en serio me lastima

la temporal coma indefinida de mi auto,

me preocupa y enternece como enternece

un dardo somnífero en el muslo veloz de un león en la sabana

 

mi auto llora por las noches,

cuando la oscuridad es más suya que de nadie

más suya que de los gatos

incluso más suya que de los grillos

 

llora porqué extraña las calles

y sus esquinas

la autopista y su constante olor a muerte

y en consecuencia, a velocidad, a movimiento, a vida

 

¿Cómo podría evitarme estas lágrimas que parecen de aceite quemado?

 

¡Qué ruido más siniestro el silencio de su motor!

sus 260 caballos de fuerza en calma absoluta

su corazón fabricado de pistones japoneses en reposo

 

Me duele mi auto

me recuerda al panda disecado

del Zoologico de Chapultepec

no puedo evitarlo

es tan triste

 

semejante belleza en quietud inmensa

una bala de plata que mientras tanto no tiene destino.

 

 

 

 

Poema de los pájaros y los hospitales

 

La gente muriéndose en los hospitales

arrulla con sus últimas voces

la noche de los pájaros que cuelgan de los alambres bajos de la calle

(esos que los niños pueden tocar o casi con sus balones o sus risas o los proyectiles de sus  resorteras)

 lo hacen con un ruido de arrebato lastimero

de vez en cuando

el balón o la risa o el proyectil de alguna resortera pega justamente

en la ventana de los desahuciados del hospital;

entonces

algo blanco se enciende,

 un hombre abre los ojos

le crece de los tobillos una magia de andar y anda

las enfermeras, enfermas ya de tanta enfermedad

se sonrojan ante el impacto de lo que llaman un milagro

pero, los únicos que saben lo que en realidad sucede

son esos pájaros que

en ese mismo instante

y aunque nadie lo note

caen fulminados,

 pequeñas

variaciones de lo imperfecto del mundo

vertical procesión que pierde equilibrio.

 

 

 

Poema de lo que se piensa y no se dice

UNO CRECE PENSANDO COSAS SIMPLES
por ejemplo
en lo agradable que es ver a su padre volver
del trabajo
pensar cómo pasan los días
mientras esperamos
que las tardes devoren nuestro tiempo infantil

seguimos creciendo y un día
en un pleito callejero
un puñetazo desvía nuestro tabique,
entonces
nos damos cuenta de muchas otras cosas
entre ellas
comprendemos que, el destino
sabe cómo moldear nuestro rostro
para que se parezca a nuestra vida

nos damos cuenta, que lo único que existe
son despedidas
desencuentros disfrazados de hallazgos
como éste, el nuestro;

pensé, y tal vez tú también
que nos habíamos encontrado

de pronto dijiste que te irías

pensamos ahora en el último abrazo
¿quién apretará más fuerte?
en el último beso
¿quién será el que dirá basta?
pensamos en la última palabra que nos diremos
en el último gesto,
y en los pasos que al alejarse escribirán
lo que estaba dicho mil veces
y no escuchamos

pensamos que muchas cosas en el mundo
como mi tabique están desviadas,
lo pensamos
y no lo decimos

Aquel día en que ese puño
estrelló mi rostro
nuestra despedida comenzaba a tener forma
y ni una rinoplastia
podría darle forma nueva
a esta historia.

 

 

 

 

 

Salvador Padilla Barajas (1958) es médico dermatólogo, poeta, compositor y profesor universitario. “Poeta siempre, lo otro cuando es necesario”, dice. Ha publicado poemas en periódicos y revistas. Tiene un cuadernillo de poesía llamado  Del  polimorfo  amor. Otros de sus poemas hacen fila, con la esperanza de verse  publicados.

 

 

Sueños

 

Si las jaulas estuvieran solas                                                           

Sería mejor a que estuvieran llenas                                              

No porque no hubiera pájaros

Sino porque éstos estuvieran libres.

 

Si las cárceles estuvieran solas

Sería mejor que llenas

No porque los delincuentes estuvieran libres

Sino porque no hubiera delincuentes.

 

Si los templos estuvieran vacíos

Sería mejor a que estuvieran llenos

No porque no existiesen feligreses

Sino porque existieran hombres libres

Y para que las religiones y los sacerdotes no existiesen.

 

Si  hubiera muchos poetas  y cantores

Muchos músicos y pintores

Escultores y bailarines y médicos

Sería un mundo mejor

No porque quiera un mundo de artistas

Sino porque cada artista es un soldado menos.

 

Si no existieran presidentes ni gobernantes

Ni dirigentes

Sería un mundo ideal

Porque al no existir aquellos

Tampoco habría presididos ni gobernados

Ni dirigidos, sólo compañeros.

 

Si no existieran  fronteras ni países

Sería un mundo de hermanos

No de enemigos acérrimos

Porque al no haber divisiones estúpidas

Hablaríamos el mismo idioma

Y entonces podríamos entendernos.

 

Si nadie creyera en un dios

Sería maravilloso

No porque dios sea malo

(Ni es malo, ni es bueno, ni existe)

Sino porque se dejaran de hacer

Tantas atrocidades en su nombre

Y porque cada hombre

Sería su propio DIOS.

 

Si tú estuvieras conmigo

Sería mejor a estar solo

No por no estar solo

Sino porque cuando estamos juntos

Somos más grandes que nosotros mismos.

 

Esto quizá nunca suceda

Porque el hombre

Siempre ha sido el lobo del hombre

Pero estos son mis sueños.

 

 

 

 

Nupcias de primavera en Tayahua

 

En las copas del naranjo y limonero

Danzan ebrias las abejas

Del blanco licor y de primavera.

Ronda, ronda un jicotillo

Con su traje de noche

Buscando boda con una abeja mielera.

Un colibrí festivo y trémulo

Se presta de padrino.

Esta tarde de nupcias

Toca la marcha nupcial

El vuelo del enjambre

Mientras mi madre

Engarza  en un suspiro sus recuerdos.

 

 

 

Deseo

 

Quiero enlazar a tu cintura breve

Mis brazos como dos enredaderas

Escuchar el fragor con que se mueve

Tu corazón al vaivén de tus caderas.

 

Quiero besarte  prolongado, leve

Y que sean en tus labios las primeras

Caricias, el agua con que llueve

Mi torrente de amor y mis quimeras.

 

Comulgar de tus labios y tus senos

Hundir mi boca en tibias prominencias

Y aspirar las dulcísimas esencias

 

De tu piel, en los fértiles  terrenos

Cuando explore y conquiste toda mía

Completa tu exquisita anatomía.

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