En Medjugorje la gente se convierte, se sana y se decide por una nueva vida

Escribir sobre Medjugorje significa escribir sobre uno de los acontecimientos más notables: el gran proyecto de Dios del último siglo. Significa creer que Dios está presente de una manera milagrosa, actuando en una parroquia hasta ayer desconocida.

Medjugorje ha sido bendecido y es un don espiritual para la Iglesia, para las personas y para toda la humanidad. Con razón se puede decir que Pentecostés dura hasta ahora. Los que hasta ayer eran lugares desconocidos, como Bijakovici y Medjugorje, se han convertido en lugares conocidos donde vienen peregrinos de todas partes del mundo. Llegan con sus problemas, angustias y deseos….

Somos testigos de un hecho que nadie puede negar: el mundo está viviendo una crisis espiritual y material muy fuerte. Todos estamos de acuerdo con que el hombre pocas veces ha estado tan inseguro, tan angustiado y tan preocupado como hoy.

Lugar de ferviente oración

Muchos reconocen que en Medjugorje han encontrado lo que llevaban buscando toda su vida: paz espiritual, verdadera alegría, consuelo… Todo aquello que más necesita el hombre de hoy. Los milagros son caminos por los que Dios conduce a algunas almas. Algunos vieron Medjugorje en sueños, algunos se encontraron con Dios en sus montes, algunos sintieron la llamada durante la oración y otros dan testimonio de que se encontraron en Medjugorje de forma accidental. Sin embargo, para aquellos que creen que no existe lo accidental: Nada ocurre sin que Dios lo sepa y sin su voluntad.

Muchísimos confiesan que sin Medjugorje no podrían imaginar su actual vida de oración, su cambio radical, su fe a través de la prueba. Así, dan testimonio de cómo en Medjugorje actúa Dios y como desde Medjugorje las personas vuelven diferentes, más humanos, más justos, más puros y más felices.

En el año 1988 Juan Pablo II dijo a los obispos de Latinoamérica: “Medjugorje, Medjugorje. Solo cosas buenas suceden en Medjugorje. La gente se confiesa, hace adoración, va a la eucaristía y se decide por Dios. Me parece que solo cosas buenas suceden en Medjugorje”.

En Medjugorje se siente la presencia divina y el amor maternal de nuestra Reina de la Paz. Es, desde hace años lugar de oración ferviente, lugar de conversiones, de sanciones milagrosas, de alegría y esperanza. La fuerza de la gracia divina se demuestra claramente en numerosos informes sobre las sanciones milagrosas de cuerpo y alma.

Resulta interesante ver como casi todos los que vienen a Medjugorje están seguros de que están en el momento justo en el lugar correcto. Más o menos, cada uno de esos millones y millones de peregrinos han experimentado algo no se puede olvidar fácilmente. Muchos están dispuestos a volver una vez más a la fuente de la gran gracia y mucha gente joven ha sentido una fuerte llamada de Dios. Muchos han optado por una vocación religiosa. Numerosos noviciados son los que, con gratitud a Dios y a la Virgen, han testimoniado que muchas de las vocaciones sacerdotales de sus candidatos están vinculadas con las apariciones de Medjugorje.

Las Apariciones – Signo de la preocupación maternal de María por sus hijos

La Reina de la Paz vino a nosotros, sus hijos, hace 32 años (el 25 de junio de 2013, hace 11.622 días). Ella quiere que le tomemos, como Madre, de la mano para llevarnos a su Hijo, Jesús. Ella sabe que en Jesús podemos tener la paz verdadera, la verdadera alegría, la felicidad indescriptible, la vida y la salvación. Justo todo aquello que nuestro corazón anhela. Él es el Salvador ¡nuestro benefactor!

Las apariciones de la Virgen María han sido siempre un signo de atención materna para sus hijos que garantizan el gran amor de la Madre Celestial. Es una demostración de la bondad de la Madre a los niños que se encuentran en este valle de lágrimas. Cuando se le preguntó por qué había venido a nosotros, la “Señora” respondió: “Veo a mis hijos, en una situación de la que no pueden salir, he venido a ayudarles”. Por tanto, desea mostrarnos un camino seguro hacia la felicidad eterna. La Virgen se aparece donde la necesidad es mayor, donde hay un gran problema… Se presenta como asistente y poderosa defensora nuestra, como Madre, para ayudarnos. Se presenta como una madre para despertarnos en la fe y recordarnos el mensaje eterno del Evangelio.

La Virgen se ha presentado como la Reina de la Paz. En el comienzo de sus apariciones, dijo: “Paz, paz, paz. La paz debe reinar entre el hombre y entre Dios y entre ustedes”. ¡Hoy, la paz es más necesaria que nunca! Todos podemos tener lo que el corazón humano pueda desear, pero si no tenemos paz, realmente no se tiene nada. La Gospa nos ha dicho claramente que la verdadera paz sólo nos la puede dar Cristo, Él es realmente nuestra paz. La paz es la plenitud de la felicidad, la alegría y el amor perfecto, el fruto del Espíritu Santo. Es el bien más grande y más necesario que tenemos. Es un inmenso don por el que Dios hace feliz al hombre, si el hombre está abierto y se muestra comprometido, si es humilde y admite su maldad y si se lo pide a Dios fervientemente. La paz es gozo interior, armonía y la posesión de un bien que nos transforma, es el tesoro que se derrama por todo nuestro ser.
La Virgen nos dice: «¡Confíen en Dios firmemente! Por favor, pongan toda la confianza en mi hijo Jesús. Ríndanse completamente a Él. Podrán experimentar cómo Dios es bueno y misericordioso, y cómo Él es quien les da el poder para vivir”. La Gospa dice que Ella viene a «despertar la fe de todos los creyentes”. (30 abril 1984)

Para conservar su fe y constantemente crecer en Ella, la Virgen ha recomendado un alimento diario: ¡la oración! Especialmente la Santa Misa, el rezo del Rosario, la adoración del Santísimo Sacramento, la recepción más frecuente de los sacramentos, la lectura de las Escrituras…

¡Conviértanse, oren, ayunen!

Conviértanse, cambien, hagan las paces con Dios, con sus hermanos y hermanas y con ustedes mismos: renuncien al pecado, pongan a Dios en el primer lugar de sus vidas. Debemos hacerlo, sin descanso, todos los días.

La conversión es sentir la gracia de que Dios está aquí, que me quiere, que quiere hacerme feliz para siempre. Es una llamada a la gracia de Dios, que resuena constantemente en nosotros, una llamada a buscar a Dios, siempre que vuelva a vivir conforme a su voluntad. Es un don que Dios concede a cada persona. Nuestra respuesta a la llamada de Dios consiste en la decisión irrevocable de dejarlo todo y entregarse por completo a Él. La conversión es la gracia de Dios que siempre está precedida por una etapa.

¡Oren, oren, oren! Y oren con el corazón y con todo vuestro ser todos los días para poder crecer continuamente en la fe. A esto nos está llamando Nuestra Madre. La oración es, ante todo, un anhelo secreto, la aspiración misteriosa del hombre para encontrar a Dios, unirse con Él y vivir en el amor que sólo en Dios encuentra la paz y la alegría deseadas. Por eso, la oración es una necesidad de nuestra alma, una gracia para conocer y conversar con el Dios vivo. La oración es el alma y el corazón de nuestra fe, conversión y paz.

La Virgen nos enseña a «orar con el corazón». Orar con el corazón por encima de todo, orar con amor. De todo corazón. Esto significa orar con todo nuestro ser: con nuestro cuerpo y con nuestra alma abiertos, humildes y con pureza de corazón. Esto significa abrirse totalmente a Dios, darle el primer lugar en nuestra vida, comprometernos plenamente a ponernos a su disposición, teniendo confianza y esperanza en Él. Orar de forma humilde, con fe, constancia y piedad.

Hagan penitencia, renuncias, sacrificios por ustedes mismos, por vuestra salvación y por la salvación de los hermanos y hermanas. En este sentido, el ayuno es un don, una gracia que cada persona puede recibir de Dios. Fue y sigue siendo la ayuda más segura para encontrar la paz del corazón, la paz en la familia, para librarse de toda adicción y toda esclavitud. El ayuno todavía se percibe como el medio más seguro para que el hombre vuelva a Dios, de quien se apartó. El ayuno nos ayuda a enfrentarnos con nosotros mismos, con todos nuestros lados oscuros: fallos, deficiencias, demandas y deseos pecaminosos… Ayunar es una experiencia en la lucha por la pureza de corazón. Ayunar nos ayuda a vivir siempre en la presencia de Dios y como reparación por los pecados y ofensas que hicimos a Dios y al prójimo.

Nuestra Señora recomienda la santa confesión mensual y la comunión con frecuencia. Su deseo es que la Santa Misa sea nuestra vida. Es la oración más grande y elevada de nuestra fe. En Medjugorje, son miles los que se han encontrado con Dios y se han convertido. Ellos pueden decir con toda convicción que el regalo más grande de Medjugorje es la conversión, el cambio de vida y la experiencia del amor de Dios.

La enfermedad es una realidad que todo el mundo siente al menos una vez

Es una gran gracia que los enfermos vivan su enfermedad como una bendición para ellos y sus familias. No es fácil entender y hablar sobre la enfermedad y el sufrimiento. La enfermedad es una realidad que, al menos, se siente una vez en la vida. Dios creó al hombre libre, alegre y feliz. Fue desde el principio cuando el hombre quiso decidir sobre su propia felicidad sin Dios y le costó muy caro. Y lo pagamos hasta ahora. Adán y Eva pecaron, fueron arrogantes y no obedecieron a Dios. Cometieron el pecado original con el que nacemos. Como consecuencia del pecado vino el sufrimiento, el dolor y la muerte misma.

La enfermedad es una prueba útil, y también una oportunidad para la curación espiritual, incluso una bendición para los enfermos. Recordemos las palabras: “Sabemos que Dios hace concurrir todos las cosas para el bien de los que le aman” (Rom 8, 28). Durante la enfermedad el enfermo tiene tiempo para concentrarse y pensar acerca de la debilidad del cuerpo, sobre la salud y la salvación del alma, sobre la providencia de Dios y sobre la vida en general.

La enfermedad grave fortalece la fe, enseña al hombre la paciencia, la bondad, el altruismo y el amor. Para algunos, la enfermedad fue la causa de la conversión. El sufrimiento físico es un capital espiritual de gran valor y para los cristianos sirve como medio de expiación, conversión y penitencia.

Ejemplos

Silvia Busi, la joven de Padua que sanó el 24 de junio de 2005 durante la aparición en el Podbrdo. Cuando tenia 16 años después de tener fiebre alta durante varios días se dio cuenta que no podía andar. Aun no se sabe que enfermedad tenía. Ella oraba por los demás, por los que tenían enfermedades más graves que ella: “Oré fervientemente para que el Señor, por la intercesión de la Virgen María, me diera la fuerza para aceptar la silla de ruedas que me daba muchísimo miedo. Durante la aparición hubo un silencio de diez minutos. Orando humildemente me di cuenta de que había una luz que era relajante, dulce, que me impresionó. Después de la aparición, la luz desapareció también. Por primera vez después de nueve meses sentía mis piernas. Empecé a llorar y dije: “¡Estoy sana, puedo caminar!”

Silvia dijo: “Para mí la gracia más grande es que en Medjugorje descubrí la fe, y me di cuenta de cuánto amor nos tiene Jesús y la Virgen a cada uno de nosotros. La conversión es como un dios dentro de nosotros, que empezamos a sentir que el fuego del cual se alimenta y se sostiene es la eucaristía y la oración. Infinitamente gracias a Dios por este inmenso don”.

Reconozcamos que todos los problemas tienen la mejor de las soluciones con el rezo del Rosario. Es entonces cuando nos sentimos en paz. Es necesario tener una confianza total en Dios. Lo más importante y lo más bonito en la vida es sentir y vivir el amor de la Virgen y de Jesús.

Autor: Fray Petar Ljubicic

Fuente: Glasnik mira nº6 (junio 2013)

Traducido por: Sandra Barisic