Por qué los museos tienen que incomodar

En el Palacio de Bellas Artes de Madrid hay un comedor parecido al de los Errázuriz Alvear en la casa que hoy es sede del Museo de Arte Decorativo. En la versión española, un hombre ve de lejos un banquete servido. A medida que se acerca, reconoce la porcelana de Limoge, copas de cristal de Baccarat y objetos de oro, fusiles, para ser más exactos, que se mezclan con cráneos, huesos, microtransmisores y partes de aparatos eléctricos. El visitante se queda absorto, identificando las piezas que están en la mesa y a su alrededor un hombre negro, de impecable traje, camina por el salón y tira perfume. “Salí con la piel de gallina”, confiesa el arquitecto Martín Marcos, dueño de esta anécdota, actual director del MARQ y responsable del MNAD cuando asuma el cargo de director, a mediados de junio.

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La muestra de la que habla Marcos es de la artista española Ouka Lele, y explica las guerras e injusticias que están detrás de la explotación del coltán, un mineral indispensable para la industria digital y que se encuentra en su mayoría en Africa. Su relato también sirve para ilustrar el modo en que Marcos entiende que será su desafío. “En los tiempos que corren, de Trump, terrorismo, Brexit ... los museos tienen que servir para incomodar a los públicos. Tienen que decir: ‘esto está delante tuyo, ¿no pensás hacer nada?’ Si puedo poner algo de eso en el Decorativo, sería genial”.

–¿Cuáles son las tendencias en materia de museos?

–Una de las metas sobre la que coinciden la mayoría de los expertos es que los museos de objetos tienen que convertirse en museos de ideas, de significaciones. Para esto es importante romper su aspecto de espacio de elite para generar un ambiente abierto y participativo. Desde esta perspectiva, el patrimonio no es solo un fin fundamental para conservar la memoria y la identidad, sino que pasa a ser también un mediador estratégico para introducir nuevas formas de aprendizaje y cimentar mejores sociedades.

–¿Cuáles son los proyectos para esta nueva etapa del MNAD?

–Sería interesante incorporarle la dimensión contemporánea del diseño que es de alguna manera como se han reconvertido los museos de arte decorativo en el mundo. El gran desafío es mantener y cuidar el patrimonio, sobre todo el de la casa Errázuriz Alvear, que es una joya de la arquitectura argentina. Con la introducción del diseño contemporáneo podremos hacer dialogar opuestos: el pasado, el presente y el futuro, y sacar conclusiones, contar historias, generar nuevas preguntas, poner al público en una situación de experimentar nuevos contextos.

–Parte del MNAD está ocupado por piezas del Museo de Arte Oriental. ¿Cuál es la situación hoy?

–Seguimos igual. Si quiere dar este salto de calidad y renovación, el museo va a necesitar un mayor aprovechamiento de su espacio, sobre todo para poder montar exposiciones temporarias que dinamizarán estas nuevas miradas. Ese es otro desafío, conseguir una sede para el arte oriental y que el Decorativo recupere sus espacios y los pueda poner en valor.

–¿Qué debe tener un museo para ser reconocido y aceptado por la comunidad?

–Un buen museo es aquel que después de una visita te deja con más preguntas que las que tenías antes de entrar. Tiene que apelar a distintos públicos (ese es otro reto de los museos, cómo atraer a distintos públicos) y proponerles niveles de lectura variados.

–¿Hay planes de trabajar en equipo con otros museos?

–Una de las cosas en las que hay que innovar es que, para convocar públicos más jóvenes, los museos tienen que tener una política más agresiva en redes sociales e incorporar la cultura digital a sus propios guiones museográficos. Todos los directores estamos preocupados sobre este punto y vamos a trabajar en conjunto para tener políticas comunes sobre la presencia de nuestras entidades en las redes y poder contar con plataformas digitales más eficientes.